Tormenta y consuelo

3.3K 294 19
                                    

Era la tercera vez en lo que va de la noche que se despierta de un susto. Por el gran ventanal al lado de su cama se podía observar el cielo nocturno completamente cubierto por nubes, también se escuchaban varios relámpagos, lo que significaba que no iba a poder volver a conciliar el sueño.

Suspirando levemente, se levantó quitando todas las mantas que lo cubrían. Al apoyar sus pies descalzos en el frío suelo un escalofrío recorrió toda su espina dorsal, no importaba si eso le permitía estar lo más consciente que podía.

Con lentitud se dirigió a la sala de estar, se sentó en una esquina de aquél cómodo sofá, subió ambas rodillas a la altura de su pecho y las abrazó. Quería estar alerta, debía hacerlo.

Odiaba con todo su ser cuando había tormenta, aunque estuviese a cubierto podía sentir la fría lluvia empapando todo su cuerpo, el olor a cartón mojado inundaba sus fosas nasales, hasta juraría escuchar su estómago rugir y doler por no haber ingerido alimento alguno durante días.

Todo eso podía soportarlo, pero había una sola cosa que no podía: la oscuridad.

Era a lo único que podía admitirse a si mismo que le temía.

Cuando había noches de tormenta y la luz de la calle se iba, quedaba completamente petrificado. No podía moverse, no veía absolutamente nada. Le temía porque esa era la única manera en la que no podía proteger a su hermano y a sí mismo.

Si no podía ver ni siquiera sus manos, ¿Cómo podía protegerlo del mal que les rodeaba cada día?

El sentimiento de impotencia lo abrumaba, sus ojos se nublaban y sus oídos se tapaban. Su respiración se aceleraba y no lograba controlarse.

Estaba por tener un ataque de pánico.

Pero una mano en su hombro y el peso de alguien más haciendo que el sofá se hundiera a su lado hizo que levantara la mirada.

—Yo...— intentó excusarse, hacer uso de su pico de oro para aparentar, pero la situación lo superaba.

—Ven aquí— ordenó el azabache haciendo que el menor esconda su rostro en su pecho y rodeara su torso con fuerza.

Jack no iba a pedirle explicaciones, no las necesitaba, con solo ver el rostro del rubio sabía lo que sucedía. Era consciente que los demonios de Gustabo aún lo perseguían y más aún en días como estos.

Probablemente él no era la persona más capaz para este tipo de situaciones, después de todo también tenía sus propios demonios.

Era una persona rota.

Ambos lo eran.

Y quizás era eso lo que necesitaban. Sólo ellos sabían cómo repararse mutuamente.

Guió su mano lentamente hasta aquellas suaves hebras color oro para dejar leves caricias, su mano disponible comenzó a frotarse en su espalda y devolverle el calor que el menor creía perdido.

Tal vez no era el perfecto príncipe azul que salvaría a Gustabo de todos sus males, pero se juró a sí mismo que combatiría a su lado y se ayudarían a salir de aquél pozo oscuro en el que estaban atrapados.

Porque ambos eran la luz que el otro necesitaba en su vida.























----------------------------------

Corto pero conciso. Espero que les guste.


Gomón fuera.

•Intenabo• One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora