Al final de la playa

811 91 25
                                    

—Matt...— susurró apenas audible mientras observaba al joven.

Frente a él, se escontraba Gustabo observándolo confundido, pero rápidamente entendió lo que estaba pasando por la mente del mayor.

—Anda papu— el rubio le tendió una mano. —Vamos a casa— sonrió tranquilo.

Últimamente su jefe se comportaba de forma extraña, le preguntó a sus otros superiores si tenían idea de qué le podría estar ocurriendo y en resumidas palabras comentaron que se acercaba el día en que su familia había sido asesinada.

Así que comprendía que su mente se encontrara perturbada por los fantasmas de su pasado.

Estaba terminando su turno nocturno y fue cuando estaba por dirigirse al despacho del Superintendente para informarle su salida que lo encontró de esa forma. Sudor por todo su cuerpo, su corbata fuera de lugar, esa melena que siempre se encontraba perfectamente peinada ahora se encontraba hecha un lío y ni hablar de sus penetrantes ojos oscuros, ahora se encontraban dilatados cegados de un sentimiento que no puede describir, pero que le causó un escalofrío de pies a cabeza.

Conway tomó su mano y se levantó sin dejar de observar atentamente al joven, se dejó guiar hasta donde pudo diferenciar que se trataba del parking. En silencio, se acomodó en el asiento del acompañante y permaneció inmóvil unos largos minutos intentando ordenar sus pensamientos.

—¿Super?— llamó por tercera vez mientras movía una mano frente a sus ojos. —No es por apresurarlo ni nada por el estilo, pero está que se lo lleva la mierda —rió levemente intentando aligerar el ambiente, cosa que no funcionó, —Necesito que me diga dónde es su hogar así lo llevo y descansa un poco, abuelo.

Los ojos de Jack se dirigieron a su persona y lo escanearon por completo, otra vez esa mirada que lo ponía nervioso, no es por ser un hijo de puta, pero ganas de mandarlo a tomar por culo de una buena vez no le faltaban.

—Aquí— con sus manos temblorosas puso la dirección en el GPS que tenía el rubio en su auto. —Ve a ese lugar.

Y así lo hizo. Mientras más rápido lo llevara, más pronto podría volver a su casa, estaba seguro que su osito lo iba a estar esperando con alguna estúpida película de romance y, aunque lo odiaba, no podía evitar sentirse en paz en esos momentos así que aceleró todo lo que pudo.

No iba a mentir, el trayecto estaba siendo de lo más incómodo. Aunque nunca fue de llevarse de lo mejor con su jefe, podía iniciar una conversación, pero ahora era imposible, no podía hacerlo cuando el movimiento nervioso en su pierna o el sonido al tamborear sus dedos contra el apoyabrazos de la puerta lo desconcentraba por completo.

—Estamos llegando— anunció tratando de hacer que se concentre en algo más que no sean sus pensamientos. —Emm, ¿Conway? Estamos en la playa, ¿Está seguro que quiere que lo deje por aqui? Tenía entendido que usted vivía en el centro y... —Se vió interrumpido al verlo bajar rápidamente del coche.

Lo siguió con la mirada viendo como daba la vuelta hasta llegar a su lado y abrir su puerta de forma abrupta.

—Baja, voy a mostrarte algo.

Le hubiese encantado inventar alguna excusa de las que se le dan de maravilla, pero su cerebro no funcionaba justo ahora, verlo ser tan impredecible lo estaba haciendo sentir muy, pero muy nervioso. El Superintendente puede ser el mejor policía con el que se haya encontrado a lo largo de su puta vida, pero del que temía justo ahora era de Jack Conway, a él no lo conocía de nada. Ni siquiera podía decir cuál era su puto color favorito.

Intentó volver al auto, pero el agarre en su antebrazo era firma y fuerte, sin contar que la arena no lo ayudaba a afirmarse como necesitaba para poder jalonear.

•Intenabo• One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora