El humo gris salía lentamente por sus labios mientras miraba con una media sonrisa el cielo nocturno, esa mierda ya no servía de nada. Lanzó el cigarro que había entre sus pálidos dedos hacia el suelo para luego pisarlo.
A paso lento, pero seguro, salió de la parte trasera de aquél badulaque, la noche comenzaba a refrescar así que metió ambas manos en los bolsillos de su característico abrigo rojo y emprendió su viaje.
Hacía tiempo que sentía que algo le faltaba, necesitaba aquella adrenalina recorriendo todo su cuerpo a través de sus venas, algo que le recordara que estaba vivo. Estuvo probando todo tipo drogas y exponiéndose a diversas situaciones que lo llevaran al máximo, donde su cuerpo, la escencia misma del ser humano llegara a su límite.
Pero de nada sirvió.
Ese vacío seguía allí, como si un agujero negro en medio de su pecho fuese consumiéndolo lentamente en su totalidad.
Probó con el famoso vicio del juego, esperó sentir al menos algo sabiendo que podía perderlo todo en cuestión de segundos, sabía que era igual o peor que la misma droga, pero ni siquiera eso logró provocarle algo. Era un maldito desgraciado con suerte.
Harto, se arriesgó, decidió dar el siguiente paso en esa ciudad.
Sus prendas se volvieron algo difíciles de lavar con aquél líquido carmesí tiñendolas casi en su totalidad, cientos de inocentes se vieron envueltos en sus garras provocando que terminaran bajo tierra, nadie nunca volvería a encontrarlos, se maldecía por aquello también, era demasiado bueno ocultando sus propios problemas que nadie llegaba a sospechar de él.
¿Cuánto tiempo llevaba viendo el techo de su habitación? Ni siquiera podía distinguir el color con el que había decidido pintarlo hace una semana, la oscuridad de la madrugada impedía siquiera distinguir las palmas de sus manos que se encontraban a escasos centímetros de su cara.
Corrompido, ahogándose en su propia miseria, todo su ser ardía, sus extremidades se movían inquietas, perdido, sí, eso era, estaba perdiéndose en su propio ser.
No quería.
Odiaba esa situación.
Desaparecer por quién sabe cuánto tiempo.
No ser consciente de absolutamente nada de nuevo.
Debía encontrar una nueva droga que lo mantuviera a flote.
Desesperado corría entre las calles, sus pies enredándose entre sí, gritos a sus espaldas, escapar era su objetivo actual, casi lo logra. El disparo de un teaser chocando contra su espalda logró derribarlo, estaba acabado o eso creyó.
—Quedas detenido, anormal. La próxima ve a venderle droga a tu puta madre.— una voz gruesa a su lado le indicó su situación mientras unas fuertes manos lo levantaban del suelo para colocarle las esposas.
Algo aturdido dirigió la mirada a quien creía era el poseedor de tan melodiosa voz. Y ahí estaba, quizás unos 15 cm más alto que él, cabello azabache con algunas canas dándole un aire más varonil, gafas oscuras que no le permitían distinguir el color de sus iris, una camisa y corbata impecables junto con unas pistoleras que lograban remarcar su trabajado cuerpo, bajó un poco más la mirada para encontrarse con un pantalón de vestir y zapatos negros impecables.
Superintendente Jack Conway, rezaba aquella placa reluciente.
Su nueva droga.
Usó su pico de oro, por supuesto que lo usó en aquél hombre que ahora se encontraba del otro lado de la mesa en aquella sala de interrogatorios. Logró que lo dejaran sin condena y con una simple multa a cambio de trabajar para quien se hacía llamar el dueño de Los Santos.
Así comenzó a pasar cada vez más tiempo a su lado, vendió a absolutamente todos sus amigos y sus mafias de mierda, no le importó, después de todo lo único que quería y necesitaba era a ese hombre de traje.
Debido a su excelente trabajo logró entrar a la policía, poco a poco iba ascendiendo, primero como alumno y ahora como oficial, proximamente como Inspector Jefe, ese era el plan. Desde que estaba allí notó que los que tenían mayores rangos eran quienes estaban a casi todas horas con Jack Conway. Necesitaba llegar a más y si eso significaba cargarse a varios en el camino, lo haría sin problema alguno.
Así fue como llegó a ser uno de los Comisarios más respetados del lugar, quizá el haber asesinado a Ivanov casi le costó perder a quien consideraba lo más importante en su vida, pero allí estuvo él para apoyarlo, para ganarse aún más su confianza, lograr colarse en su corazón, volverlo tan dependiente como él lo era.
Ahora podía permitirse saborear a gusto aquella tersa piel morena, esos suspiros y gemidos que lograban volverlo loco, aquellos suaves labios que se asemejaban al mismísimo paraíso, todo el conjunto del azabache le hacía sentir como si volara, creía flotar entre las nubes cuando estaba con él.
Lo había logrado, todo lo que siempre necesitó lo encontró en una sola persona. Probablemente lo estaba llevando a su propia perdición, pero no le importaba, lo había conseguido finalmente, tenía una razón por la cual seguir con vida ahora.
Y si tenía que acabar con media ciudad para ser el único poseedor de aquella tan demandada droga, lo haría sin dudarlo.
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Ya volví :p
Estoy pensando ir subiendo algunos os a tw también en privatters pero no sé.
Espero que les haya gustado 💖
Gomón fuera
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•Intenabo• One Shots
FanficPorque todos queremos más momentos entre Conway y Gustabo.