Besar

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Jack Conway no era para nada romántico, no estaba ni cerca de serlo. O eso es lo que todos pensaban y daban por hecho.

Ya era un tipo grande -pero no un viejo, maldita sea-, su etapa de adolescente enamorado ya había pasado hace mucho tiempo, quizás Julia fue la única que conoció esa parte de él. Ahora ya estaba en otra época de su vida, ya era un hombre hecho y derecho que no necesitaba nada ni a nadie.

Pero a veces, sólo a veces, necesitaba sentir.

Y no crean que se refería a un sentir sexual, él sabe lo guapo que es, el sexo no es algo que le falte en su vida más ahora que estableció una especie de relación de amigos con derechos con Gustabo. Ambos eran adultos, tenían necesidades y eran bastantes cercanos, eso era suficiente para ellos. O al menos lo fue por un tiempo.

No lo malentiendan, el sexo con el rubio podría considerarlo cómodamente como el mejor que ha experimentado a través de su largo recorrido de la vida, pero desde hace unos meses ha estado sintiéndose algo vacío.
Lo que ellos tenían era sencillo, cuando tenían ganas se llaman, cogían y un "nos vemos" por parte de ambos hasta la próxima vez que se necesitaran, y justamente, es en esos momentos, cuando apenas una fina sábana cubre su desnudez, es cuando comienza a pensar qué es lo que le hacía falta.

Él era un hombre serio, para nada cariñoso -hasta donde recuerda-, no necesitaba palabras dulces y llenas de amor durante y después de ese tipo de encuentros, por supuesto que no, pero... cuando la calentura se le baja y siente su cama comenzando a enfriarse debido a la ausencia de la otra persona, lleva sus dedos hasta sus labios y presiona suavemente sobre ellos.

-¡Agh, maldición!- gruñe molesto cubriendo ahora su rostro con ambas manos al sentirlo arder. -Yo no estoy para éstas cosas.

Furioso se da media vuelta y se tapa completamente con la sábana dispuesto a dormir. Algo le decía que mañana no sería un bonito día.

Y, por supuesto, no sé equivocó.

Entró a comisaría dando un portazo y con pasos rápidos se dirigió a su despacho, los presentes solamente se limitaron a observarlo y volvieron a sus actividades. Después de todo era pan de cada día ver a su jefe molesto. Conway de cierta forma los entiende, pero esta vez no es molestia por enojo, es una molestia rara, diferente, que le hace sentir una extraña opresión en su pecho.

Se sentó y comenzó a leer ese maldito papeleo que tenía acumulado desde hace ya una semana, sus manos temblaban, ¿Qué coño le estaba pasando ahora? Se sentía... nervioso, tal vez, no lo sabe. Quizá debería dejar de pensar en tantas estupideces juntas porque el cosquilleo que siente sobre sus labios al pensar en cierto ojiazul no lo deja concentrarse.

Y hablando del rey de Roma...

-¿Super?

Levantó la mirada y ahí estaba el responsable de su malestar.

-¿Qué no estás de servicio? - preguntó cansado dejando sus gafas a un lado.

-Así es, pero vengo por una comida rápida - ríe gustoso y se acerca rápidamente al mayor. Rodea el escritorio y se arrodilla entre las piernas del moreno. -Provecho - relame sus labios mientras lleva ambas manos hacia la cara interna de los muslos del contrario y acaricia suavemente mientras sube.

-E-espera- toma sus muñecas y lo aparta levemente. Siente su respiración agitarse y aumenta levemente el agarre de sus manos. -¿No crees que vas muy rápido?

-¿Muy rápido? - alza una ceja -¿Desde cuándo lo hacemos lento? -intenta nuevamente acercarse a la bragueta del contrario pero su agarre se lo impide -Conway- lo llamó molesto.

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⏰ Última actualización: Jan 21 ⏰

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