La luz en su cara perturbó sus sueños, frunciendo su ceño entreabrió sus ojos, una vez más amaneció con vida.
Suspiró con pesadez para sentarse en su amplia cama, ayer se fue a dormir con la esperanza de no volver a abrir los ojos, pero como siempre el universo volvía a estar en su contra, y allí estaba un año más en aquella fecha que tanto odiaba. Fecha que sólo él era conocedor, su cumpleaños.
Hace muchos años quizás le hubiese entusiasmado, el despertar con sus pequeños y querida esposa cantándole y llenándolo de regalos por su día especial era algo que llenaba su pecho, pero ahora todos esos recuerdos no lograban mas que atormentarlo llegando a odiar el día que nació.
Luego de un rato martillando su cabeza dejándose a sí mismo en claro que no era merecedor de siquiera respirar, se decidió a levantarse y prepararse para un día más de trabajo.
Al terminar de asearse, se dirigió de manera sigilosa a la habitación continua a la suya.
Una vez allí, abrió la puerta de forma suave tratando de no despertar a quien se encontraba descansando en ese lugar, se acercó hasta la cama notando una pequeña bolita cubierta por varias mantas, temiendo que se fuera a asfixiar las quitó lo suficiente para dejar a la vista una rubia cabellera y un joven rostro.
"Pequeño demonio" pensó.
Cómo olvidar cuando hace un poco más de medio año decidió acoger a ese pequeño niño en su hogar luego de encontrarlo durmiendo en un callejón mientras realizaba un 10-33.
Cuando se aseguró que podría respirar sin dificultad, salió de la habitación tan silencioso como cuando entró, aún era demasiado temprano para despertarlo. Luego le diría a uno de sus comisarios que se encargara de llevarlo a la escuela.
Para su pesar, el día avanzaba de la forma más lenta posible, hasta parecía como si fuese a propósito.
En lo que llevaba en su despacho no había podido lograr concentrarse en lo más mínimo, había dejado a Volkov a cargo de toda la malla mientras él se dedicaba a vaciar aquella botella de whisky que siempre se encontraba en un cajón de su escritorio.
Una vez más estaba cumpliendo años sin que él pudiese evitarlo, un año más que pasaba en la soledad, en la misera, pero había algo positivo en todo aquello, ahora se cumplía un año menos para su tan ansiado final. Y es que en el fondo sabía lo cobarde que era, era consciente que con solo dispararse a si mismo con el arma que siempre portaba con él podría acabar con todo su sufrimiento, era sencillo.
Pero simplemente no podía.
Así que se lo dejaba al destino para que terminara con su sufrimiento, aunque sabía lo hijo de puta que era y que probablemente lo dejara vivir muchos años más.
Porque aunque no era creyente, más de una vez escuchó que todos los pecados se pagaban en vida.
De esa forma estuvo un par de horas más, sumergido en su mierda, hasta que un golpeteo en su puerta lo sacó de aquél trance.
-Adelante- concedió el paso arreglando la corbata que momentos atrás había decidido desaflojar para mayor comodidad.
-Super- la mitad del cuerpo de Greco se asomó, se veía bastante nervioso y la sonrisa en su rostro lo evidenciaba en demasía.
-¿Ahora qué?- gruñó sabiendo que su momento de paz había terminado.
Apenado terminó de entrar en la oficina cerrando la puerta de inmediato, se acercó unos pasos hasta donde se encontraba su jefe y de su espalda jaló al niño rubio que estaba detrás suya.
-¿Gustabo?- preguntó incrédulo. -¿Qué coño hace aquí?, ¿No te había dicho que lo llevaras a su escuela?
-Sí, bueno...- rió nervioso mientras rascaba su barba - Lo hice, ¡Lo juro! pero mientras patrullaba me lo encontré caminando por la calle... -explicó terminando de hablar casi en un susurro.
-¿Y no te quedaste hasta que él entrara, anormal?
-S-sí, digo, no -miró al pequeño tratando de buscar apoyo pero lo vió desviar su mirada.
-No estoy de humor hoy, vete antes de que te de con la porra- pidió entre dientes mientras masajeaba su entrecejo.
El comisario asintió para retirarse no sin antes empujar levemente al rubio por haberlo dejado solo sabiendo que más tarde le echaría toda la bronca.
Los minutos pasaban y el silencio cada vez se hacía más incómodo, el ojiazul hasta llegó a pensar que el mayor se había dormido, pero no podía comprobarlo ya que cubría su rostro con ambas manos.
-¿Vas a decirme por qué te escapaste?- preguntó, saliendo su voz amortiguada.
Decir la verdad pero arruinar la sorpresa o quedarse callado pero terminar con un castigo seguro.
-¿Y bien?- inquirió dejando ahora su rostro al descubierto.
-Yo...- mordió su mejilla interna mientras se decidía hablar -Necesitaba comprar algo.
-¿Comprar algo?, ¿Por qué?- lo miró sin entender -Pudiste habérmelo pedido.
-Lo sé, pero es que... -lo miró sabiendo que probablemente no se libraría fácil de esta. -Revisé tus cosas hace unos días y encontré la libreta donde anotas todas tus cosas para cuando tengas tus recesiones.
-¡¿Que hiciste qué?!- gritó furioso haciendo que el niño diera un respingón en su lugar. -¡¿Qué te dije de tocar mis cosas, Gustabo?!
-¡Ya lo sé, ya lo sé!- le gritó de vuelta. -¡Fue sin querer!, ¡¿Ok?! La encontré de casualidad y leí que hoy era tu cumpleaños.
-Mi...
-Sí, ya sé que no te gusta que sepan cosas sobre tí, pero quería darte esto- dijo mientras se quitaba su mochilita y sacaba una pequeña caja de allí. -Toma es para ti, maldito viejo amargado- extendió el regalo mientras giraba su rostro no queriendo ver la reacción del mayor.
-Pero...- lo tomó dudoso -Tú no tienes dinero
-Sí, me di cuenta cuando llegué a la tienda y el tipo me quiso cobrar - explicó mientras fingía patear una piedra inexistente del suelo. -Así que tuve que apañarmelas solo.
Una vez que terminó de explicar, Conway comenzó a desenvolver el regalo y lo abrió, quedándose varios segundos en silencio al ver el interior.
-Aquí...- dudó. -No hay nada.
-Del otro lado, viejo ciego.
El azabache siguiendo las indicaciones de Gustabo, dirigió su mirada a la parte interna de la tapa de la caja encontrándose con la frase:
<<Te quiero mucho>>
Al ver que el mayor se había quedado mudo, continuó hablando.
-Lo sé, no es la gran cosa- metió ambas manos en su chaqueta roja -Seguramente con todo el dinero que tienes esperabas algo mejor y...
-Este es...- lo interrumpió - El mejor regalo que he recibido en muchos, muchos años.
Gustabo, sin poder creer lo que había escuchado, conectó rápidamente su mirada con la de su cuidador encontrándola totalmente cristalizada.
Sin querer agregar nada más, se acercó hasta el de traje y lo abrazó lo más fuerte que pudo, sintiendo al mayor temblar levemente mientras correspondía la acción.
Durante mucho tiempo había odiado ésta época del año por todos los recuerdos que atormentaban su mente, pero no le importaría seguir cumpliendo años si los pasaba con este mocoso que llegó a revolucionar su vida recordándole lo que se sentía tener una familia.
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•Intenabo• One Shots
FanficPorque todos queremos más momentos entre Conway y Gustabo.