Pequeño

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Sus fuertes pisadas se escuchaban con eco a lo largo del pasillo, el día estaba bastante frío por lo que era normal que la comisaría estuviese vacía a primera hora de la mañana.

Se dirigió lentamente hasta su despacho, se acercó a su cafetera personal y preparó dos cafés, ambos bien cargados con la diferencia de que a uno le colocaba azúcar y al otro no.

Era algo que hacía cada día sin falta, como si fuese un ritual pero debido al tiempo, sujetó las bebidas y se encaminó hacia la azotea. Una vez allí se apoyó contra el barandal y comenzó a beber de su café, a su lado su acompañante aceptó gustoso el que traía extra.

Por alguna extraña razón, en días como esos al ruso le gustaba salir y disfrutar del frío, lo relajaba de cierta forma. "Digno descendiente de la madre Rusia" pensaba el azabache.

Ambos gozaban esos minutos que tenían para desayunar juntos, conversaban de temas triviales y se contaban uno que otro chisme que escuchaban a lo largo de sus jornadas, era como si solamente ellos lograran entenderse en su totalidad y eso los hacía el dúo perfecto.

—¿Listo para un día más de mierda?— preguntó el más bajo mientras le daba un último trago a su café.

—Siempre estaré listo si usted está aquí— respondió con sinceridad para luego retirarse y entrar en servicio.

La tarde cayó y el frío se hizo más notable, el movimiento en comisaría había sido poco, una que otra denuncia pero más que nada hoy había sido día de organizar todo el papeleo que tenía pendiente.

Ya llevaba varias horas leyendo el alto de documentos que tenía en su escritorio, desajustó un poco su corbata y se inclinó hacia atrás, sentía que su cabeza iba a explotar pero sabía que debía continuar si no quería salir tan tarde de su trabajo.

Pasaron un par de minutos cuando sintió unos leves toques en su puerta.

—Adelante— elevó el tono de su voz para que la otra persona lograra escucharlo.

—Conway— saludó el comisario apenas atravesar la puerta. —¿Aún sigue con eso?— se cruzó de brazos al llegar a su lado.

—Sí, me tiene hasta la polla. ¿Tú qué haces aquí, Volkov?— preguntó mientras se quitaba sus gafas para observar al más alto.

—Ya sabe que no me gusta que pase mucho tiempo aquí encerrado, le hará mal—rodó los ojos molesto, no era la primera vez que se lo decía.

—No me jodas, que no soy un viejo coño— gruñó mientras refregaba su cara con ambas manos. —¿Qué mierda quieres que haga entonces?

—Deje todo eso y acompañeme, acaba de saltar una alerta en un badulaque— explicó mientras tomaba las pistoleras del moreno y se las entregaba.

—Bien pero tú terminaras todo esto luego.

—Que sí, coño, ahora apúrese.

Ambos bajaron rápidamente y tomaron sus armas reglamentarias, subieron al patrulla y se dirigieron velozmente al lugar.

Al llegar vieron que tres alumnos ya se encontraban allí esperando a sus superiores para comenzar con las negociaciones.

—Ya estamos aquí, supernenas— dijo el de corbata mientras se acercaba, —¿Hicieron perímetro ya?— preguntó para recibir la afirmación de los demás, —Bien. Volkov, empieza las negociaciones, yo iré a hacer perímetro una vez más por si se les escapó algo.

Sin esperar a recibir una respuesta, se encaminó hacia el edificio de enfrente para verificar que no haya ningún tirador. Al llegar no observó nada fuera de lo normal, dio una vuelta al rededor del badulaque y tampoco vio nada. Se giró y sintió una pequeña gota que cayó en la punta de su nariz, miró hacia el cielo y vio como comenzaba a llover, “lo que me faltaba” pensó.

•Intenabo• One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora