Original

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Inhaló profundamente y exhaló de forma tranquila sintiendo todos los músculos de su cuerpo relajarse.

Particularmente hoy su café se encontraba delicioso, daba gracias al cielo por ello. Miró a su compañero que acababa de terminar de empapelar a unos gilipollas y sonrió, era un buen día.

—Volkov, Conway— se escuchó por la radio que portaban ambos. —Hagan un 10-8 y traigan su culo aquí.

—10-4— respondieron a la vez.

El azabache suspiró y se deshizo de su vaso de café antes de volver a comisaría. Sabía que se habían metido en problemas porque, de lo contrario, su jefe no los estaría llamando.

Llegaron en tiempo récord, en realidad no estaban muy lejos, y a los empujones entraron a la oficina sin tocar.

—¿Lo ve, Súper? — dijo el comisario que ya se encontraba allí. — Te lo dije, éstos estaban haciendo cualquier otra cosa menos lo que deberían estar haciendo.

—Pues tenías razón, Horacio — el rubio que se encontraba sentado detrás del escritorio se cruzó de brazos mientras negaba decepcionado. —Les dije muy claro que fueran a patrullar cerca de la plaza por si ocurría algo, pero no, hicieron lo que quisieron y fueron a molestar a los mecánicos.

—Lo sentimos mucho, Jefe — se disculpó rápidamente el ruso, aunque el de la idea había sido su amigo.

—Mire, García. Lo que pasó fue que...

Jack estaba por extender su larga lista de razones por las cuales terminó en los mecánicos pero se interrumpió a si mismo, casi atragantándose con sus palabras, cuando percibió un brillo rojo resplandecer de los ojos del rubio.

Gustabo inclinó su cabeza y lo miró confuso.

—¿Conway?

Quería hablar, pero las palabras no salían de su garganta.

Miraba a su jefe y, entre parpadeos, veía cómo sus ojos cambiaban de un azul cielo al rojo más horripilante que había visto en su vida.

De pronto un pitido zumbaba en sus oídos dejándolo aturdido.

—¿Sucede algo? Lo veo pálido.

Miró rápidamente al comisario, notando cómo su cresta siempre pelirroja ahora estaba gris y luego volvía a ser roja otra vez.

—Y-yo... — el aire comenzaba a faltarle y sus pulmones ardían. —¡Saldré un momento!

Salió corriendo del lugar dejando a Volkov y Horacio mirándose entre preocupados y sin entender lo que sucedía, mientras que Gustabo simplemente bajaba su mirada inquieto.

Entre tropezones salió rápidamente de comisaría, la cabeza había comenzado a dolerle y ese maldito zumbido no desaparecía.

Se detuvo un momento, necesitaba respirar.

Algo, algo estaba sucediendo.

Alterado, miró a su alrededor y vió nuevamente las cosas cambiar. Las calles estaban destruidas y desoladas, partes de los edificios se asemejaban a una especie de iglesia en ruinas, pero al siguiente parpadeo todo volvía a la normalidad, con la luna brillando más fuerte que nunca.

Una nueva punzada atravesó su cabeza haciendo que la tome con fuerza. Necesitaba irse de allí.

Comenzó a retroceder mientras algunas escenas se cruzaban por su mente, como si fuesen recuerdos, recuerdos que no estaba seguro de quién eran.

Dió un paso en falso y cayó de espaldas golpeando su cabeza.

—Maldición...— susurró entre dientes.

•Intenabo• One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora