—Estoy seguro que algo tienes— dijo Armando mientras cruzaba sus brazos y se apoyaba en el marco de la puerta.
—Ya te dije que estoy bien, capullo— gruñó mientras tiraba de la cadena y se enjuagaba la boca.
Era la segunda vez en lo que va de la mañana que vomitaba y, con lo terco que era, no le tomaba importancia.
—Escucha, Jack... Deberías quedarte en casa y tomarte un descanso. Podrías empeorar— el mayor se acercó para acariciar sus mejillas y comprobar que no tuviese fiebre.
—No insistas, seguramente el desayuno me cayó mal, no te preocupes— aspiró levemente el aroma a café que desprendía su esposo y se apartó para alistar sus cosas.
—Está bien, pero si empeoras no dudes en llamarme, chaval— suspiró sabiendo que el de corbata no cambiaría de opinión tan fácilmente.
♦Su cabeza no daba para más, sentía que iba a explotar, sin mencionar los constantes mareos que le daban a cada rato. Realmente estaba jodido.
—¿Está seguro que duerme bien últimamente, Conway?— inquirió el omega al ver a su jefe con la cabeza apoyada en el escritorio
—¿Quieres dejar de tocarme los cojones, Volkov?
—Yo digo que estás en cinta— soltó sin preámbulos Ivanov, quien también se encontraba en el lugar.
Ambos omegas vieron al alfa como si hubiese confesado el mayor pecado del mundo.
—¡Se me largan los dos de aquí, ahora!— gritó furioso el azabache que no estaba dispuesto a seguir escuchando ese tipo de locuras.
Ambos comisarios salieron del lugar sin decir ni una palabra, si su jefe ya estaba de mal humor no querían imaginar cómo se pondría ahora.
—Es imposible...— susurró, —Me aseguré de cuidarme.
El de camisa no dejaba de darle vueltas al asunto. Maldecía la hora en que Ivanov había decidido abrir su gran bocota.
Ahora las dudas le carcomían.
Estuvo sacando cuentas y llegó a una fecha aproximada en donde había tenido un pequeño desliz por haber estado de cachondos con su alfa, aunque se aseguró de haberse tomado la pastilla del día después, pero su celo era algo irregular y eso podía afectar la efectividad de la misma.
Con los nervios de punta tomó las llaves de su auto y partió a la farmacia más cercana, compraría un test de embarazo.
♦
Al llegar a su departamento caminó rápidamente al baño donde cerró con pestillo, hizo la prueba como lo indicaba en la caja y esperó el tiempo suficiente para saber el resultado.
Físicamente estaba allí pero su mente se encontraba en los distintos escenarios que creaba teniendo en cuenta la posibilidad que había de que estuviese embarazado.
Amaba a Armando, joder. Pero tener un bebé, eso complicaba muchísimo más las cosas, no dudaba de las habilidades paternas de su pareja, pero, ¿Y él?. Si no fuese por el otro seguramente ya hubiese muerto por exceso de café y tabaco en su sistema, no era capaz de cuidarse a si mismo y menos lo haría con un niño.
Miró el reloj en su muñeca y se dio cuenta que el tiempo ya había pasado. Los resultados estaban listos.
Se dirigió de forma temblorosa y tomó la prueba: dos rayas.
Estaba esperando un bebé.
Un cachorro.
Su cachorro.
—Me cago en la puta...
♦
Suspiró cansado mientras entraba al departamento. Grúas había tenido una jornada agotadora en el taller, lo único que quería era llegar a su calidad cama y dormir abrazado a su omega como si no hubiese un mañana.
Pero el fuerte olor a canela lo sacó de su ensoñación, era el olor de su esposo y pudo percibir miedo en él.
Se dirigió rápidamente a donde creía que provenía el aroma y se dio cuenta que era el baño.
—¿Cariño?, ¿Estás allí dentro?— no obtuvo respuesta alguna y eso lo alteró más. —Sé que estás allí, abre por favor— daba golpes cada vez más fuertes, pensaba que algo malo podría haberle sucedido.
Iba a darle una patada a la puerta para tumbarla y asegurarse que su esposo se encontraba bien pero en ese momento vio como esta se abría lentamente.
Pudo observar como de dentro salía Jack sin la corbata puesta, su camisa desordenada y la mirada perdida.
—¿Estás...
—Estoy embarazado— lo interrumpió soltando sin más, —Seremos padres.
El de barba se encontraba con la boca abierta, la noticia le cayó como un balde de agua fría. No le dio ni tiempo a reaccionar cuando de pronto vio todo negro y se escuchaba un ruido sordo en el pasillo. Se había desmayado.
—No me jodas, tío— suspiró el menor, cuál de los dos era más incompetente.
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Conway con barriga, ¿Se imaginan?
Obviamente se viene una segunda parte, no se preocupen.
¿Les gustaría que haga escenarios donde el pequeño Gustabo les saque canas verdes a estos dos?
Gomón fuera.
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•Intenabo• One Shots
Hayran KurguPorque todos queremos más momentos entre Conway y Gustabo.