Traicionero

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Si había algo que odiaba Jack Conway sin duda era el Vanilla, y es que si fuese por él ya lo hubiese clausurado hace un buen tiempo.

El olor desagradable que te recibe al poner un pie dentro era la primera razón para no querer ir a ese lugar, luego estaba la gran cantidad de sustancias seguramente ilegales que se vendían allí, y sin contar a las personas en el medio de la pista que parecían animales en celo. Sus ganas de hacer estallar ese establecimiento aumentaba cada día más.

Por el contrario, a la mayoría de los agentes de la malla les parecía buena idea pasarse por allí para despejar el estrés de toda la semana y ese viernes no iba a ser la excepción.

—Por favor, Conway. Le vendría bien salir con nosotros a despejarse un poco— animó el comisario Greco mientras salía de servicio junto a varios compañeros.

—Necesita renovar aires, papuh. Le aseguro que no se arrepentirá de ir con nosotros, es más, estuve practicando nuevos pasos y quiero enseñarselos— insistía Horacio al mismo tiempo que jalaba del brazo al superintendente.

—Ni de coña— dijo serio para encaminarse fuera de la comisaría, "primero muerto" pensó.

—Venga ya, hombre. Yo también tengo unos movimientos que enseñarle y a Horacio le hace mucha ilusión ir, no me diga que arruinará eso— escuchó a Gustabo elevar la voz para que pueda oírle desde el mostrador. —Nos lo debe, Conway. Después de todo fue una semana de puros éxitos, mínimo agradezcanos acompañándonos.

Y ahí estaba el viejo y conocido "pico de oro" del rubio. Conway lo conocía más que bien, fue testigo de las muchas veces en que García lo utilizaba para salirse con la suya, y aún sabiendo de sobra todo eso cayó como un niño pequeño.

—Si no están allí a medianoche me piro, ni un minuto más ni uno menos.—gruñó mientras se colocaba sus lentes oscuros y salia de una vez por todas.

—¡Hurra!,¡El comisario Bombón invita!— escuchó a los lejos el gritó del de cresta y el clásico "¡¿Cómo?!" de su mano derecha.

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Tal y como se acordó, los agentes junto con el Superintendente se encontraban en la puerta del Vanilla a las doce de la medianoche en punto, ni por casualidad dejarían pasar esa oportunidad única que se les dio.

Una vez que pagaron la entrada ingresaron y, cómo no, lo primero que  percibieron fue el nauseabundo olor a de todo que tanto odiaba Jack. Tuvo que aguantar la respiración hasta que llegaron a una barra de tragos que se encontraba un poco alejada de la pista de baile donde el aire en un poco más "respirable".

Los primeros en pedir algo para beber fueron Greco y Horacio, ambos querían emborracharse rápidamente ya que así, según ellos, podrían disfrutar más de la noche. Luego les siguió Gustabo con un ron, Volkov pidió una mezcla un tanto extraña para el resto pero que un ruso como él podría pasar como agua seguramente. Finalmente, el mayor de ese grupo se pidió un simple whisky, no pensaba perder la consciencia en un lugar como ese.

Después de un rato, cuando el alcohol empezaba a hacer efecto en sus cuerpos y el calor aumentaba, el comisario de barba y los dos alumnos decidieron que era un buen momento para divertirse y bailar.

Tanto Jack como Viktor decidieron quedarse en la barra, no se sentían con ánimo de moverse y prefirieron quedarse en un lugar donde puedan vigilar a los otros tres para que no hagan ninguna estupidez, aunque dudaban que no lo hicieran.

Si bien tenía buena vista de sus agentes, el pelinegro tenía un ángulo perfecto de Gustabo, podía ver como el rubio coordinaba perfectamente sus pasos con la música que se escuchaba. Si bien todos consideraban a Horacio un excelente bailarín, ahora que observaba bien el rubio no se quedaba atrás, hasta podría asegurar que incluso era mucho mejor, o tal vez era aquella falda que llevaba el oji-azul lo que lo había ver tan cautivador. La forma en que se movía y esa prenda color morado que acompañaba sus movimientos dejando ver los tatuajes en sus piernas lo estaba volviendo loco.

•Intenabo• One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora