—Acepto.
—¡¿Aceptas?!, ¡¿Así sin más?!— gritó al momento que saltaba de su silla.
—Sí, ¿Qué hay de malo con eso?— miró con desgana al joven que se encontraba a su lado.
—¡Es el mismísimo Jack Conway!— lo sujetó por sus hombros y comenzó a zarandearlo intentando que entre en razón. —¡¿Cómo planeas enfrentarte a ese hombre sin morir en el intento?!
—¿Es para tanto?— rodó los ojos y se soltó del agarre de su colega.
—¿Acaso no sabes quién es?— lo miró como si de un loco se tratase.
—Pues no.
—No puede ser...— cerró los ojos e inhaló con fuerza antes de hablar. —Es el Superintendente de esta maldita ciudad, un T-800, es prácticamente intocable, todo el que quiso hacerle frente alguna vez no vivió para contarla. —lo miró suplicante. —Se hace llamar "Dios", ¿Ahora lo entiendes?
El rubio lo miró unos largos segundos en silencio para, seguido, levantarse de su silla con una suave risa y decir:
—Entonces... llegó el momento de que el pueblo vea a Dios sangrar.
—Si ese es el caso...— un sujeto, que se había mantenido en silencio durante la discusión, se acercó y le extendió un sobre negro. —Aquí tienes la mitad del dinero, cuando termines el trabajo recibirás el resto. Buena suerte, Pogo.
El nombrado simplemente tomó el sobre y salió en silencio de aquél bar de mala muerte.
No hacía mucho que había llegado a la ciudad en busca de oportunidades, y con "oportunidades" se refería a trabajos de ese tipo.
Con mucho esfuerzo, había logrado hacerse valer y no ser prejuzgado por ser sólo una cara bonita, se convirtió en un muy reconocido sicario bajo el nombre de "Pogo" al que llaman de todos lados del país para hacer trabajos que no muchos se atrevían. Se sabía que estaba loco y que por dinero haría lo que le pidiesen.
Así fue como llegó allí, dispuesto a terminar con la vida del Superintendente de Los Santos.
Aunque al principio del espionaje le pareció extraño, el hombre tenía una rutina que seguía al pie de la letra cada día. Hacía exactamente lo mismo, sin falta, a excepción de cuando había alguna emergencia o debía hacer horas extras.
Físicamente, era tal y como lo describían. Alto, musculoso, algo mayor, quizá cerca de los cuarenta años, y con una personalidad de los mil demonios, no había nadie que se librara de él en un mal día.
Si bien le parecía súper irritante, había algo que logró llamar su atención, pero no sabía el qué.
Y hoy, como cada jueves, lo vió salir de comisaría con su característico ceño fruncido. Esperó a que doblara la esquina y comenzó a seguirlo, sabía que iría a ese minisuper que frecuentaba cada semana para comprar alcohol, afortunadamente el camino hasta allí era bastante desolado, así que aprovecharía la oportunidad y terminaría con su trabajo de una buena vez.
Disminuyó su andar cuando lo vió entrar al lugar, sin preocupación se colocó casi al frente de la puerta decidido a esperarlo.
Frunció su ceño al notar que estaba tardando más de lo normal, ¿Se habría dado cuenta que lo estaba siguiendo? Imposible, se aseguró de ser muy cuidadoso.
Su respiración comenzó a acelerarse, lo vió entrar y, hasta donde sabía, sólo había una sola puerta por la cual entrar y salir. Dispuesto a ingresar, dió un par de pasos en dirección al interior, pero el sonido de una llamada entrante lo detuvo por completo.
ESTÁS LEYENDO
•Intenabo• One Shots
FanficPorque todos queremos más momentos entre Conway y Gustabo.