Lux

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Toda persona tenía su límite y éste era el suyo.

Ya llevaban cerca de un año con ese extraño tira y afloja que tenían, que cómeme la polla, no que me la comas tú, que si en mi casa o en la tuya, las pajas grupales, y vaya Dios a saber qué más.

Y el rubio estaba harto.

Había una tensión sexual entre ellos que ni el padre Josecristo se atrevía a negarla.

Y con todo eso a su favor, nadie pensaría que Conway no le había tocado ¡Ni un solo pelo! El muy desgraciado al parecer tenía alguna especie de morbo con picarlo y luego dejarlo con las ganas, porque sí, hasta para eso tiene toda la inmunidad del mundo.

¿La razón? Ni él lo sabía.

Quería creer que era por la tocapelotas de Michelle insistiendo para que no anduvieran cogiendo entre compañeros, pero entonces ¿qué pasa con Greco? Había visto al gilipollas coger con la gran mayoría de las alumnas, por lo que eso no era.

Cualquier excusa barata era suficiente para él porque la única que no quería escuchar era la de Conway viéndolo como un hijo.
Por más ganas que le tuviera al viejo no se olvidaba de cómo los recibió a él y a su hermano, dándoles todo lo que quisieran y protegiéndolos como a nadie. Ya hasta le había dicho a Horacio que lo veía como su propio hijo, entonces ¿cuál sería la diferencia con él? Si se comportaba como un adolescente caprichoso —aunque para él es comprensible porque tenía veinticuatro años recién cumplidos— y el tipo cómodamente podría ser su padre.

Teniendo en cuenta todo eso, sería razonable que su mente le estuviese pasando una mala jugada. El de corbata era así con todos, siempre diciéndoles a los demás que le comiesen la polla si no estaban de acuerdo con él, entonces es ridículo pensar que solamente a él se lo dice de otra forma.

Pero sea cuál sea la realidad, dijo basta.

—¡Lo odio!, ¡lo odio!, ¡lo odio!

Y no era el único.

Su hermano, su dulce hermano de otra madre.

¿Por qué el destino era tan cruel con sus pobres corazones?

—¿Te rechazó de nuevo?— intuyó sin mirarlo, en el programa de cocina estaban preparando un postre que no conocía.

—¡Sí!— lloriqueó y se lanzó sobre el cuerpo del mayor que se encontraba cómodamente acostado sobre el sillón.

—¡Que pesas hijoputa!— trató de zafarse de su agarre pero era inútil, así que decidió quedarse inmóvil mientras el otro pataleaba y refunfuñaba sobre su pecho.

—¿Por qué no me hace caso? Si yo también le gusto.

—¿Te lo dijo él?— enarcó una ceja dudoso de esa afirmación.

—Algo así— se sentó y atrajó el cuerpo del rubio para abrazarlo viendo que el otro se dejaba hacer. — Me dijo que yo era especial y necesitaba a alguien especial conmigo, no alguien como él que solo sabe ser frío.

—Dios, chaval— rodó los ojos —El verdadero "de profesión, fantasma"

—¡No digas eso!— se quejó volviendo a lloriquear —Es bueno y quiere lo mejor para mí.

—No, lo que pasa es que es un otaku de mierda al que es la primera vez que alguien gusta de él.

—¿Tú crees?— lo miró esperanzado.

—No lo creo, lo sé.

—¿Qué puedo hacer entonces?

—¿Tantas ganas tienes de acostarte con el cara de hormiga ese?— forcejeó para separarse de su agarre y a duras penas lo logró, sus pulmones se lo agradecieron. —Ni que fuese tan lindo.

•Intenabo• One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora