👩🏻‍🦰03🤴🏻

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-¿Qué sucedió?- Pregunté. Me eché hacia un lado para que ella pudiese pasar. No iba a discutir ese tipo de temas con las puertas abiertas.

-Malek tuvo que regresar a Britmongh.- Explicó con lentitud y automáticamente mi ceño se frunció.- No pudo avisarte aunque quiso hacerlo.

-¿Qué ocurrió?- Volví a preguntar.

-No estoy segura de lo que está pasando, solo sé que hay problemas y al parecer son bastante graves.- Galia lucía realmente preocupada.

-¿Podría prestarme el libro? Necesito volver.- Podía sentir como mis ojos picaban.

-Elizabeth, Malek me dejó expresamente prohibido que te dejara ir.- Informó.- No es seguro.

-Sra. Treswalt, entienda que si Malek por algún motivo llega a fallecer, no regresará aquí.- Ella me miró con duda pero asintió.

-De acuerdo pero no soy responsable de lo que allí suceda.- Asentí repetidas veces, sabía a lo que se refería. Si algo malo llegaba a pasar ella no tendría la culpa de nada.

-Gracias, gracias.- Murmuré.

-Ten, hazlo cuando me haya ido y pase lo que pase, no pierdas el libro.- Advirtió con seriedad.- Cuídate.

Sin esperar respuesta alguna de mi parte, la Sra. Galia Treswalt salió de nuestra casa, perdiéndose en la oscuridad de la noche. Rápidamente abrí el libro y comencé a leer con desesperación. Malek no podía hacerme esto, no podía dejarme preocupada y enviar un mensajero. Definitivamente, él tendría que lidiar con mi mal humor más tarde. Comencé a sentir aquel mareo tan conocido, la casa se fue volviendo borrosa y oscura, tanto que ni siquiera podía ver la punta de mi nariz. No pude aguantar tener los ojos abiertos más tiempo y solo los abrí cuando sentí la hierba acariciar mis rodillas.

-He vuelto.- Murmuré mientras me levantaba del suelo.

Todo había cambiado drásticamente, ya no tenía la apariencia de ser un paisaje con filtros sino que, se asemejaba a una película de terror. La hierba estaba en su mayoría seca y la niebla cubría lo que el antaño habían sido árboles frondosos y coloridos.

-¿Qué ha pasado?- Me pregunté a mí misma.- Este no es el Britmongh que conocí.

Comencé a escuchar voces en la lejanía y decidí acercarme un poco para ver qué era lo que sucedía. Sin embargo, ese fue uno de mis grandes errores. Tan pronto los ojos de aquellas personas dieron con mi rostro, muecas pálidas y de horror se formaron en sus caras. Ninguno se movió hasta que el de aspecto más salvaje se acercó amenazante hacia mí y me ató, no otra vez, no podía pasar esto dos veces.

-Arderás en el infierno.- Gritó al lado de mi oreja.

Comenzaron a llevarme con violencia a lo que reconocí como el camino hacía el trono del juicio. Tal y como la última vez, no podía hablar, mis palabras se habían quedado estancadas en mi garganta y desee haberle hecho caso a la Sra. Treswalt. Caí de rodillas en la tierra y quitaron el saco de tela que cubría mi rostro. La única diferencia que había era que Malek no me observaba con odio o desprecio sino que con terror.

-¡Libérenla!-Bramó pero no le hicieron caso.

-¡Es una bruja!-Gritó uno de los allí presentes.- Y como tal debe morir.

-¡Estás blasfemando el nombre de tu reina!-Gritó Malek fuera de sí.

-¿Cómo es posible que una mujer a la que enterramos esté aquí?- Preguntó otra persona. Ellos tenían razón, había muerto y ahora estaba caminando entre ellos. Yo misma había cavado mi propia tumba.

-Soy su rey, no tengo porqué darle explicaciones.- Él se puso en pie y caminó dos pasos hacia al frente pero se detuvo tan pronto me tomaron del cabello.- El libro, les recuerdo que ella es una viajera del tiempo.

-Viles mentiras.-Se quejó una mujer.- Es una bruja que se vistió con la piel de nuestra reina. Hay que acabar con ella.

-Ni se le ocurra.- Amenazó.

-Malek...- Susurré con voz temblorosa.

-Todo va a estar bien, ¿de acuerdo?- Susurró. La fachada de rey cruel se caía en pedazos frente a mis ojos y todo por mi culpa e impertinencia.

-El sacerdote ha ordenado la muerte de todas las brujas y esta mujer no será la excepción, no permitiremos que esta bruja termine de destruir nuestras tierras.- Gritó un hombre de edad avanzada a mi izquierda.

-No pueden dar muerte a su reina. El que sea capaz, yo mismo me ocuparé de su fallecimiento.-Volvió a Amenazar con voz gélida.

Su método no estaba funcionando, los pueblerinos estaban más que dispuestos a darme muerte, incluso si eso significaba morir después. Ellos no veían una reina en mí sino que una vil bruja que había tomado el cuerpo de la difunta esposa del rey para poder manejarlos a su gusto y llevarlos a su perdición.

El sacerdote apareció en medio de todos y me examinó de lejos. Me miraba con superioridad y asco, ese hombre no iba a abogar por mi liberación.

-Es una bruja.- Afirmó.

-No lo es, es mi esposa.-Malek hablaba y gritaba pero la decisión estaba tomada.

-La bruja que ahí ven, mañana al amanecer liberará el cuerpo de nuestra reina para que así ella tenga descanso eterno.- Lagrimas corrían por mis mejillas y Malek me veía con desesperación.- Se condena a muerte por ahogamiento.

-No...- Susurró Malek.- ¡No!

-Enciérrenla y procuren que no escape. Manténganse alejados de sus hechizos.- Sentenció y desapareció entre la multitud.

-¡Malek!-Grité cuando comencé a ser llevada a los calabozos.

-¡Libérenla!-Bramó, intentando pasar entre la multitud que se cerraba a nuestro paso.- ¡Elizabeth!

-¡Malek!-Grité hasta que mi garganta dolió y no pude ver más allá que el interior del saco que habían colocado sobre mi cabeza.

Sin darme cuenta comencé a orar en mi mente. Si llegaba a balbucear o a hacer el mínimo sonido ellos se asustarían, pensarían que me encontraba lanzando un hechizo y terminaría herida. Nuevamente caí de rodillas pero esa vez en el frío suelo del calabozo. Ellos no tomaron el riesgo de quitarme el saco y ser hechizados por lo que no podía ver nada a mí alrededor. Estaba asustada, helada y comenzaba a sentir cómo mi pánico se hacía presente con fuerza. Intenté regular mi respiración y mantenerme cuerda, no podía ver cuán reducido era el espacio así que decidí pensar que era lo suficientemente grande como para que estuvieran alrededor de seis personas cómodamente. Me mantuve con ese pensamiento hasta quedar dormida sobre la frialdad del ya conocido suelo.

-¡Arriba!- Gritó alguien mientras tomaba mis brazos con brusquedad.- Llegó tu hora, bruja.

El miedo se disparó sin poder controlarlo y me costaba respirar. Había amanecido, la ejecución estaba esperando la llegada de víctima, estaba próxima a morir nuevamente.

Retorno Medieval© EE #2 [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora