Extra

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Este extra llevaba días rondando mi cabeza así que me puse a escribirlo y aquí está. No sé si habrán más pero bueno, quise compartirlo con ustedes.
Espero que lo disfruten.❤

Estaba sucia, herida y cansada. Mis pies tenían heridas de tanto caminar, lo que provocaba que cojeara e incluso que estuviera cerca de caer al suelo en un par de ocasiones. Sentía que iba a desmayarme en cualquier momento y es que no era para menos porque llevaba corriendo durante bastante tiempo sin importar que la herida sangrante me estuviera debilitando.

Ellos estaban detrás de mí, él iba a atraparme.

Las ramas de los arboles me golpeaban los brazos y la cara pero ni siquiera eso logró detenerme hasta que caí rendida. No podía más, a mi cuerpo no le quedaban más fuerzas para continuar luchando. 

Lo último que podía recordar era su voz llamándome o más bien gritando mi nombre, pero después no había nada.

¿Había muerto? ¿Acaso me había atrevido a dejar solo al amor de mi vida? ¿Por qué? ¿Por qué después de tanto había resultado ser tan débil como para morir sin volver a verlo?

Mi amor… Mi Malek…

— Elizabeth… — Alguien susurró mi nombre.

No podía ver a nadie, de hecho no podía ver nada. 

Tan pronto pude abrir los ojos un caos de imágenes llegaron a mi cabeza: Malek decepcionado, molesto y fuera de sí por el beso con Xander. Malek feliz con su primer pastel de cumpleaños, por Arabella versión perruna, lagrimeando cuando nos fundimos en un fuerte abrazo cuando llegó a mi época… Luego llegaron otros como aquella bruja, susurros, muertes, sangre y una bebé con el cabello pelirrojo y con aquellos ojos azul claro que tanto adoraba. Él la sostenía en brazos sin importar lo agotado que se veía, sin importar que…

— Elizabeth…— Volví a ser llamada y reaccioné.

Estábamos frente a Olán, el Conde Charlatán y la Sra. Treswalt, todos reunidos como si nos fuéramos a despedir.

¿Qué? ¿Cómo era posible?

— Es hora de irnos Beth. — La dulce voz de Malek me hizo girar la cabeza hacia él, quien me observaba con una pequeña sonrisa en sus labios.
Lo amaba tanto…

— Sí. — Me sentía desorientada pero él no y si Lek no estaba nervioso o perdido, entonces yo no tenía nada de qué preocuparme.

Una mano masculina acaricio mi vientre con delicadeza, como si temiera causar algún tipo de daño en aquel lugar.

— ¿Por qué? — Preguntó con el ceño fruncido.

Sus ojos me observaban, reflejando temor y confusión en ellos.

¿Qué estaba sucediendo?

Malek comenzó a leer las palabras para volver pero no funcionaban, él continuaba ahí frente a mí.

— ¿Lek? — Susurré.

— Creo…— Sus ojos comenzaron a cristalizarse. — Creo que no puedo volver a tu época Beth…

No, no, no, no.

— No, debe haber otra forma. — La desesperación comenzaba a apoderarse de mi cuerpo porque no podía volver sin él.

— Beth…— Su voz ahogada terminó por romperme.

Mi cuerpo cayó al suelo y comencé a llorar. No podía, no podía dejarlo en la época medieval.

— Debes irte Beth. — Negué repetidas veces mientras me aferraba a sus piernas.

— No, no me iré sin ti. — El llanto apenas me permitía hablar pero lo peor era verlo a él hecho pedazos.

Malek tenía una de sus manos sobre mi cabeza mientras que la otra yacía en su rostro, intentando borrar cada rastro que dejaban sus lágrimas.

— Malek por favor. — Su cuerpo bajó hasta el mío y sus brazos me acercaron a su pecho.

— Dile a nuestra pequeña cuanto la amé desde el primer instante. Siempre cuéntale que su padre estará ahí incluso si ella no es capaz de verme. — Sus labios atraparon los míos con dolor y angustia, dejando en mi boca en sabor amargo de una despedida que no debió suceder.

Un leve mareo me hizo cerrar los ojos y luego mis rodillas cayeron sobre la superficie solida de lo que en algun momento había sido nuestro hogar y en ese entonces era solo era parte de su recuerdo.

— ¡Malek! — Grité con todas mis fuerzas hasta que mi garganta dolió.

¿Me había quedado dormida? ¿Cuándo?

— ¡Mami! — Llamó una voz infantil que calentó mi pecho.

Mi pequeña pelirroja de ojos azules estaba frente a mí, mostrándome aquella sonrisa que a Malek le hubiera derretido el corazón.

Thabita, así le había puesto a nuestra hija en honor a la difunta madre de mi Lek… Ella sabía cuánto su padre la hubiera amado porque me encargaba de hacérselo saber en cada momento.

Éramos ella y yo, solas, sin él…

Cuando mi pequeña niña no estaba cerca no podía evitar llorar mientras su recuerdo azotaba mi corazón. Lo extrañaba, tanto que dolía.

— Beth…— Aquella era su voz pero no era él.

Dolía escucharlo y no verlo.

— Beth…— Volvió a repetir.

No, no era posible que quien me llamara fuera mi esposo.

— ¡Beth! — Mis ojos se abrieron con exageración, quedando a oscuras durante algunos segundos.

Estaba sudada, mi respiración era irregular y las sábanas se pegaban a mi cuerpo, sofocándome. Todo eso no importaba porque aquellos ojos azul claro estaba frente a mí, observándome con preocupación.

— ¿Estas bien? Tuviste una pesadilla. — Susurró. — ¿Beth? — No respondí, envolví mis brazos alrededor de su cuello y me aferré a él sin intención de separarme.

— Estás aquí…— Susurré.

— Lo estoy, siempre ha sido así. — Al parecer había entendido de qué se trataba mi pesadilla porque cuando volvió a acostarse a mi lado me colocó encima de él, abrazándome por la espalda y ocultando mi rostro en su cuello. — Estoy justo aquí y eso no va a cambiar jamás.

Estuve llorando durante mucho tiempo y jamás dejó de susurrarme que ahí se encontraba para mí. Sus caricias sobre mi espalda me reconfortaban pero nada se acercaba a la tranquilidad que azotaba mi cuerpo cada vez que sus susurros llegaban a mis oídos.

— Te amo. — Susurré con voz ahogada.

— Yo también te amo mi dulce pelirroja. — Mis parpados fueron cayendo hasta que logró hacerme dormir gracias a sus caricias.

Durante algunas semanas estuve pegada a él hasta que me sentí segura de que no iba a desaparecer de mi lado. No logré dejarlo caminar con libertar hasta que entendí que Malek de Edevane no iba a dejarnos solas por nada del mundo. Me había costado pero él se había encargado de hacérmelo saber cada segundo, ya fueran con sus palabras, gestos o tan solo cargando a nuestra hija mientras me acercaba a su pecho con su brazo libre.

Sí, no iba a dejarnos. Solo había sido una pesadilla, una maldita pesadilla que no iba a volverse realidad.

¿Qué les pareció el extra recién sacado del horno?

Por si llegaron a confundirse o a no entender muy bien, todo pasa rápido como en un sueño (en este caso pesadilla). Los cambios de escena abruptos vendrían a hacer esos momentos en los que pasas de un lugar a otro, con otras personas y haciendo cualquier otra cosa.

Retorno Medieval© EE #2 [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora