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-¿Qué estás haciendo?- Pregunté al ver a Malek ingresar al dormitorio.

-Voy a dormir aquí.-Habló como si fuese lo más evidente.

-En tu época...- Iba a molestarlo pero no me lo permitió.

-En mi época no puedo dormir con mi esposa pero en tu época he pasado casi tres maravillosos años durmiendo a tu lado.- Se acostó en la cama como si fuese suya y golpeó dos veces a su lado para que lo imitase.- Como puedes ver, pienso seguir con las costumbres más convenientes.

-Todo un chico malo.- Susurré.

-Por supuesto.- Murmuró una vez que estuve a su lado.

Malek pasó con delicadeza su brazo por mi costilla y lo dejó allí para no lastimarme. Al su mano quedar en mi muslo, comenzó a hacer pequeños círculos en él de manera distraída.

-Amo tu aroma.- Susurró mientras dejaba un beso húmedo detrás de mi oreja.

-Eso es muy dulce.- Murmuré.

-Como tú, mi amada.- Se estaba quedando dormido, había comenzado a hablar con pesadez.

-Te amo.- Susurré para dejarme caer en un profundo y dulce sueño al lado de mi hombre.

No recordaba haber dormido tan bien desde mi llegada a la Europa medieval. Podía sentir el calor de su cuerpo a mi lado y su aroma acariciaba mi nariz en un cálido saludo. A pesar de mi herida, decidí moverme un poco más hacia él en búsqueda de su calor y fui recibida por su brazo que rodeó con delicadeza mi cintura.

-Arabella, ven pequeña.- Llamé mientras recorría el pasillo de la cálida casa.- Hora de jugar.

Escuchaba sus ladridos pero no podía verla y aunque daba vueltas por toda la casa no la encontraba. En ocasiones sus ladridos se escuchaban cerca y otras lejos, demasiado para estar dentro de la propiedad. La oscuridad en la estancia era tanta que no podía ver con claridad por lo que solo me dejaba guiar por la audición y no tanto por la vista. Vi un pequeño celaje por el rabillo del ojo y sus pequeñas patitas comenzaron a hacer ruido.

-Te encontré pequeña.- Susurré con una sonrisa en los labios.

Me coloqué de rodillas en el suelo y comencé a tantear la zona con la mano. Podría jurar que ella había corrido hacia detrás del sofá individual que teníamos en la sala pero por más que tocaba no la podía encontrar, se había esfumado.

-¿Arabella?- Pregunté confundida. Una perrita no podía aparecer y desaparecer de la nada.

Justo cuando quité mi mano de allí e hice el ademán de levantarme se volvió a escuchar sus patitas en aquel diminuto rincón que había verificado segundos antes. Extrañada, volví a mi posición inicial y recorrí con mis manos ese lugar que seguía estando vacío. Alcé un poco mis dedos en un acto reflejo y sentí mi muñeca ser tomada con brusquedad por algo que no estaba ahí antes. Comencé a jalar mi mano lejos de ese espacio pero aquello no quería soltarme, esa mano no quería liberar la mía.

-¡Suéltame!- Grité con desesperación cuando mis ojos vieron cómo una figura salía anormalmente del suelo.

-Tú formarás parte...- Habló aquella cosa con voz gruesa y áspera.

-¡Aléjate de mí!- Volví a gritar cuando avanzó rápidamente hacia donde me encontraba.

Mi herida se abrió dolorosamente y la ansiedad recorría mi cuerpo. No sabía qué era aquello o qué quería pero no iba a quedarme para averiguarlo. Como pude me liberé de su agarre y salí corriendo, la herida me daba punzadas que ocasionaban un delirante dolor paralizante y aquel ser avanzaba a toda velocidad.

-¿Calentamiento global?- Preguntó con burla.- Yo soy más poderosa que tu Dios.

-¡Las brujas no existen!- Grité presa del pánico cuando se alzó frente a mis ojos.

-Entonces mira mi poder.- Murmuró.

-¡No!- Mi voz se quebró dolorosamente.

Mi cuerpo comenzó a moverse con cierta brusquedad y no podía controlarlo. Los ojos de aquella supuesta bruja se abrían ante mí y aunque quise cerrarlos no pude. De no haber sido por las sacudidas no habría despertado y hubiese visto lo que en aquel ser se encontraba. Antes de alejarme por completo pude escuchar sus últimas palabras.

-Ella será mía.- Gritó para luego comenzar a reír.

-¡Elizabeth!- Gritó Malek, quien se encontraba moviéndome.

-Brujas, brujas...- Repetí sobresaltada.

-¿Qué?- Se veía alarmado.

-¡Brujas!- Exclamé fuera de mí.- Son brujas... una o no lo sé.

-Fue un sueño Beth.- Intentó tranquilizarme.- Acuéstate, tu herida volvió a abrirse.

-No, no lo fue. Esa cosa se metió en mi sueño.- No podía controlar mis nervios.

-Escúchame, dijiste que era calentamiento global.- Volvió a intentar hacerme entrar en razón pero no estaba dispuesta.

-Esto es diferente. ¿Calentamiento cuando no hay fábricas o electricidad?- Pregunté para que entendiese mi punto.- Puede que tenga parte pero no lo es todo. Un par de fogatas no pueden dañar a gran velocidad toda Europa.

-Entonces, ¿sí hay brujas?- Preguntó con el ceño fruncido.

-No lo sé, creo. Era horrible y se movía anormalmente e incluso afirmó ser más poderosa que mi Dios.- Él se levantó de la cama para buscar vendaje para curarme y me ayudó a quitar mi vestido.

-Tal vez solo estás asustada.- Murmuró mientras comenzaba a quitar las vendas llenas de sangre.

-Malek, no veo películas de terror o escucho relatos de miedo. No creo en duendes o fantasmas pero te estoy diciendo que una maldita cosa aterradora acecha los bosques.- Aguanté la respiración cuando pasó el pedazo de tela por la herida.

-Enviaré soldados para que revisen.- Murmuró con el ceño fruncido.- ¿Cómo te hizo una herida que cruzara tu estómago? Quiero decir, pudo haberte clavado la espada...

-No lo sé, tal vez porque estábamos corriendo y no pudo hacerlo.- Respondí. Él tenía razón, me podía haber matado si clavaba su espada en mí, tal y como Brontol lo había hecho.

-Tal vez no quería matarte.- Murmuró distraídamente.

-¿A qué te refieres?- Sus palabras me habían confundido aún más.

-Cuando amas a alguien no quieres herirla y si tienes que hacerlo, no buscas matarla.- Su expresión facial daba a entender que sus pensamientos no eran de su agrado.

-No me amaba.- Aseguré.

-Eso no lo sabes.- Murmuró.- En fin, mis soldados buscarán en los bosques.

-No sabemos si está en Britmongh.- Susurré.

-Si existe la encontraremos. Aunque tengamos que meternos en problemas diplomáticos con los demás.- Aseguró una vez que mi herida estuvo curada y cubierta.

-Gracias.- Murmuré.

-No hay de qué.- Susurró, besando el pequeño espacio que había entre mis senos.

-Atrevido.- Susurré sintiendo el calor correr por mi rostro.

Malek solo me observó y regaló una sonrisa traviesa para luego dejarme descansar. Él tenía que encargarse de las situaciones del castillo y ocuparse de que el pueblo supiera de mi presencia sin que intentasen deshacerse de mí. Una vez que estuve sola mi mente comenzó a darle vueltas al sueño y en lo que en él había. Aquella cosa y sus palabras... "Ella será mía". ¿A qué se refería con sus últimas palabras?

Retorno Medieval© EE #2 [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora