-Fracci, esto es suyo.- Le extendí el colgante que me había dado pero se negó a tomarlo.
-Tómelo como un regalo.- Alzó la voz sobre el ruido del viento y las ramas rompiéndose que había a nuestro alrededor.
-Se lo agradezco, por todo en general.- Definitivamente ese hombre había llegado a mi vida para ser mi ángel guardián.
-¿A dónde?- Preguntó Olán, haciéndose notar.
-No lo sé, prifactano.- Respondió el conde de Sdon con superioridad.- Cabalguemos por un tiempo más y luego nos detendremos para que los animales descansen.
-Tenga cuidado en cómo se refiere a mi persona, conde.- Advirtió Olán.
-Manténgase al margen y mantendremos la formalidad, pase sus límites y perderá sus manos.- Amenazó Fracci.
-Caballeros, no es momentos de discutir.- Interrumpí.- Debemos mantenernos unidos si queremos estar a salvo.
-Como ordene, mi reina.- Accedió el conde no muy feliz.
Estuvimos cabalgando hasta que llegamos a una zona boscosa que recién comenzaba a secarse, lo que hacía más fácil encontrar comida y difícil ser localizados por el grosor de las ramas y la interrupción visual de las hojas. Era la primera vez desde mi llegada que volvía a ver rastro de lo que en algún momento habían sido los bosques de la época medieval.
-¿Por qué están enemistados los reinos?- Formulé una vez que tuve mis pies nuevamente en el suelo.
-Las brujas tienen aterrados a todos y por eso se están enfrentando. Se acusan mutuamente de iniciar las prácticas de la hechicería y de afectar los cultivos y alrededores de sus tierras.- Así que era eso, pensé.
-¿Ha visto una bruja?- Pregunté por curiosidad.
-No personalmente pero observe nuestro alrededor. ¿Cree que es hecho por una persona?- Tenía un punto a su favor, era demasiado para una sola persona.
-Créame conde, debe haber una explicación más allá.- Aseguré.
-Eso espero.- Murmuró.
Aunque había pensado en decirle que en mi época habían brujas mucho más peligrosas que en la suya, no lo hice. No quería despertar su locura y asustarlo con un futuro lleno de perdición y maldad porque esa no era la realidad ni mis intenciones.
Entre ambos lograron encender una fogata que fueron alimentando con las ramas secas que les pasaba. Ninguno se hablaba para nada pero prefería eso a que estuvieran lanzándose veneno mutuamente.
-Reina, debería sentarse cerca del fuego para que no enferme.- Habló Reli, quien me observaba desde uno de los árboles del otro extremo.
-Estoy bien, ustedes deberían acercarse y descansar.- Propuse.
-Iré a revisar los alrededores.- Informó el conde.- Grite si llega a suceder algo.
Su comentario no le había gustado en absoluto a Hichet pero decidió no hacer ningún comentario. Olán había estado tenso desde nuestro encuentro con Fracci y en parte podía entenderlo, el conde charlatán no dejaba de molestarlo e insinuar cosas sobre su persona.
-No entiendo cómo lo soporta.- Se quejó en voz baja.
-Es un buen hombre que me ha ayudado en más de una ocasión.- Le expliqué.- Entiendo que no te agrade pero créeme, su desconfianza hacia ti es la misma que tienes hacia él.
-Si confía en él entonces trataré de evitar los problemas.- Afirmó, por fin cediendo.
Un cómodo silencio se formó entre ambos y por primera vez en lo que llevaba en esas tierras, alcé mi rostro al cielo para admirar la alucinante cantidad de estrellas que estaban sobre nosotros. Era todo un espectáculo, uno que jamás me cansaría de observar.
-Señorita.- Llamó Olán a mi lado.
-Soy casada.- Enfaticé, logrando que sonriera.
-Eso no es algo que vea como un problema.- Murmuró.
-Debería hacerlo.- Quería mantener la estricta línea imaginaria que tenía con él. No estaba dispuesta a sufrir malos entendidos.
-Quiero besarla...- Susurró, girando mi rostro hacia el suyo.
-Olán.- Me levanté del suelo y me alejé de él.- Creí haber dejado las cosas dichas.
-Entienda que no veo a su esposo como un problema, Elizabeth.- La luz de la fogata me hacía ver su ceño fruncido.- Me interesa como mujer.
-No te he dado motivos.- Aseguré.
-No, no lo ha hecho pero tampoco se necesitan.- Volvió a acercarse, invadiendo mi espacio personal.
-Aléjate.- Lo empujé por los hombros pero ni se inmutó.
-Acepte ser mi mujer y le aseguro que nadie podrá tocarla.- Murmuró.- Haré aquello que su esposo no ha podido, la protegeré y mataré a todo aquel que ose a herirla.
-No.- Mi voz salió más áspera de lo planeado.- No me interesa.
Volvió a intentar besarme y esa vez casi lo lograba, sus labios habían rozado los míos pero mi movimiento de rostro lo había impedido. Sin pensarlo dejé caer mi mano sobre su mejilla con tanta fuerza que se pudo escuchar eco del impacto.
-Jamás vuelva a tocarme.- Susurré con el llanto acechándome.
Él se había alejado por la impresión y sostenía su mejilla. En ese momento apareció Fracci, apresurado y sudoroso para ver qué había pasado. Debía haber llegado un poco antes, pensé pero luego rectifiqué mis pensamientos, él no tenía la obligación de cuidarme.
-¿Qué...?- Preguntó estupefacto.
-Nada.- Murmuré, alejando la vista de ambos hombres y sentándome nuevamente.
-Tú...- Murmuró.- ¿Qué le hiciste?
-No es su asunto.- Bramó Olán.
Volvió a recorrer los pasos que se había alejado y se volvió a sentar a mi lado.
-Aléjese de ella.- Gritó Fracci.
-Lo lamento, mi intención no era propasarme.- Susurró Olán.
-Que se aleje.- Volvió a gritar el conde. Lo tomó bruscamente del cuello de la camisa y pegó su espalda a la corteza de un árbol.- Si le hizo algo o intenta hacerlo, lo mataré. No me provoque, prifactano, no permitiré que la reina sea herida nuevamente.
Ambos parecían que esperaban el golpe del otro para comenzar a atacarse y sin embargo, no intervine. Estaba más interesada en quitar la sensación de traición que tenía en mi cuerpo. No lo había besado y tampoco coqueteado pero el simple hecho de que hubiese rozado mis labios con los suyos me causaba asco, asco de mí y por mí.
No sabía si era por el constante estrés en el que nos veíamos envueltos cada que pensábamos que estábamos a salvo o por estar lejos de mi hogar, casi todos mis conocidos y de mi esposo, pero comencé a llorar sin poder contenerme. Creía que había llorado todo lo necesario la vez anterior pero al parecer no era así. Me ahogaba con mis propias lágrimas y me abrazaba a mí misma para intentar aliviar el agobio que sentía.
-¿Qué sucede? ¿Se encuentra mal?- Preguntó el conde asustado.
No podía hablar por obvias razones pero negué con la cabeza aunque naturalmente, esa respuesta no parecía ser la correcta. Podía escuchar cómo le reclamaba a Olán y las respuestas del chico, ambos se insultaban y eso solo aumentaba mi llanto. Parecía una niña asustada y era una mujer que se recriminaba muchas cosas, entre ellas estaba ese estúpido roce.
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Retorno Medieval© EE #2 [EN EDICIÓN]
Fantasy💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe su copia o adaptación.💫 •Segundo libro de la saga EE.• •Necesitas leer Destino Medieval para entender lo que sucede y para conocer a los personajes.• Habían pasado años en la époc...