👩🏻‍🦰01🤴🏻

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Habían pasado tres años desde la llegada de Malek a mi época y se había acostumbrado muy bien a su nuevo entorno. Él había sacado su acta de nacimiento y seguro social gracias a la ayuda de la señora Treswalt, naturalmente los documentos no decían que había nacido en el año cuatrocientos ochenta y siete. El poco tiempo que me faltaba para terminar la escuela, Malek se había encargado de que nadie me molestara o lastimara, llevándome a la escuela y mirando de manera amenazante e incluso, amenazando verbalmente. La técnica había funcionado porque los últimos tres meses los había pasado tranquilamente. Después de graduarme y de que él terminara su educación elemental y secundaria, ambos comenzamos a trabajar y con ese dinero habíamos logrado rentar una pequeña pero acogedora casa. La vida doméstica le sentaba muy bien, quien lo hubiese visto lavando los platos jamás lo hubiese asociado con un rey.

-¿Qué haces?- Le pregunté, poniendo mi barbilla en su hombro.

-Estoy buscando un árbol de navidad.- Murmuró. Con una mano seguía tecleando en su teléfono y con la otra acariciaba mi mejilla.

-¿Quieres decorar?- Intenté parecer indiferente.

-Sí. Sé que te hace ilusión y debo admitir que el año pasado me gustó el ambiente navideño que había en la casa de tu familia.- Alejé mi barbilla de su hombro y di la vuelta al sofá para acostarme a su lado, colocando la cabeza en su muslo.

-Eso es un detalle muy bonito por tu parte.- Malek alejó la vista de la pantalla y se fijó en mí.

-¿Qué puedo decir? Me muevo por tu felicidad.- Dijo mientras acortaba la distancia y depositaba un casto beso en mis labios.

-Eres muy tierno.- Murmuré.

Aún me parecía una locura lo que había sucedido hacía tres años, viajar en el tiempo, conocer la época medieval en carne y hueso y enamorarme de un chico mandón. Del Malek gruñón no quedaba mucho a menos que realmente se estresara pero por lo general era alguien agradable, amoroso y tranquilo, muy relajado. Sin duda alguna era una faceta que en su época no había visto con regularidad pues sus deberes por el cargo que tenía se lo impedían.

Sin planificarlo, un lindo recuerdo golpeó con suavidad mi mente, llevándome de vuelta al primer cumpleaños de Malek en mi época. Había estado preguntándole durante bastante tiempo cuándo cumplía años hasta que se cansó de mi intromisión y me lo dijo.

-¡Elizabeth!- Exclamó exasperado.- Siete del nueve, ¿de acuerdo? ¡Siete del nueve!

-Siete del nueve... Septiembre.- Calculé en mi mente la fecha en la que estábamos.- Falta un mes.

-Así es.- Respondió con desconfianza.- ¿Para qué querías saberlo?

-¿Acaso no puedo saber la fecha de nacimiento de mi pareja?- Pregunté con sarcasmo.

-¿Por qué me mientes?- Murmuró acercándose demasiado a mi rostro.- Te había dicho que tus ojos me dicen todo.

-No te miento.- Intenté dispersar el calor de mi rostro y la atención que él había puesto en mis ojos.

Malek no intentó saber más porque no lograría sonsacarme información pero siempre que hablamos sobre su cumpleaños me miraba de manera extraña, desconfiando de mis actos. Era más que evidente que no sabía las tradiciones festivas que habían en nuestro presente y por más que quisiera adivinar qué era lo que yo estaba pensando, no lo iba a lograr.

Esperé pacientemente que el siete de septiembre llegara y cuando lo hizo salí disparada hacia la pastelería más cercana. Él seguía durmiendo cuando salí y volví por lo que no se arruinaron mis intenciones. Me senté con cautela en la cama y encendí la pequeña vela de color violeta que adornaba el pastel. Moví con suavidad su cuerpo hasta que abrió perezosamente sus ojos, mirándome extrañado mientras aún luchaba con el sueño.

-Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz. Cumpleaños, cumpleaños, cumpleaños feliz. Que los cumplas, que los cumplas, que los cumplas feliz. ¡Cumpleaños a ti!- Canté a un confundido y adormecido Malek.- Sopla, rápido, pide un deseo.

Con la poca rapidez que pudo reunir en esos instantes, se sentó en la cama y sopló. Aún tenía pintada en el rostro la confusión, incluso después de pedir silenciosamente su deseo.

-¿Qué es esto?- Preguntó con pereza.- ¿Qué hora es?

-Temprano.- Murmuré burlona.- Esto, es una tradición en la mayoría de nosotros. Se compra un pastel y cantamos feliz cumpleaños cuando alguien cumple y hoy es tu cumpleaños.

-¿Por eso estuviste preguntando?- Asentí repetidas veces.- ¿Qué es eso?

-Esto es un pastel. Se come, es dulce y pueden hacerse de distintos sabores y colores.- Lo extendí hacia él que seguía examinando el objeto extraño que estaba frente a sus narices.

-¿Pastel?- Asentí.- Dulces, distintos sabores, cumpleaños... Lo memorizaré. ¿A qué sabe este?

-Vainilla porque no sabía que otro sabor te gustaría.- Murmuré apenada.- No puedes probarlo sin antes lavarte los dientes.

-¿Por qué? Es mi pastel.- Se quejó, ofendido de mi negativa.

-Cochino, ve y lávate los dientes.- Él se fue a hacerlo aunque iba murmurando sus quejas.

Una vez que regresó con la boca y cara lavada, fuimos a la pequeña cocina para partirle una porción de prueba. Estaba nerviosa, no sabía si iba a ser de su agrado o si habría comenzado a celebrar su cumpleaños con el pie izquierdo.

-¿Y bien?- Pregunté, observando sus facciones.

-Esta cosa...- Miró su plato extrañado.- Es muy dulce y bueno.

-¿Te gustó?- Casi grité de la emoción.

-Sí.- Asintió repetidas veces mientras seguía comiendo de su porción.

-Ah, es un alivio.- Suspiré aliviada porque su pastel le hubiese agradado.

Verlo comer era semejante a observar a un niño. Tenía curiosidad y seguía asombrado por el gusto dulce y suave que tenía su comida.

-¡Oye!- Exclamé al ver que su plan era comerlo todo como desayuno.

-Es mi pastel.- Se volvió a quejar.

-Solo porque es tu cumpleaños.- Murmuré, cediendo.

-Esto está muy bueno.- Murmuró sonriente.

Sonreí sin poder contenerme, se sentía agradable mostrarle cualquier cosa que parecía ser común y esperar una reacción aleatoria de su parte. Adoraba ver cómo su serio rostro desaparecía y se volvía una mueca de asombro o disgusto.

-¿Beth?- Preguntó, alejándome de los recuerdos.

-¿Sí?- Malek me miraba extrañado.

-¿A qué le sonríes?- Murmuró. Me había quedado mirando el techo mientras sonreía.

-Oh, nada. Solo pienso en mi otro novio, ese que vive a dos calles.- Respondí con sarcasmo.

-¡Ja! Que simpática eres.- No le había gustado en absoluto mi broma.

-Gruñón.- Murmuré, abrazándome a su cuello.

Jamás me había sentido tan segura como lo hacía con Malek. Era impresionante el efecto embriagador que tenía en mí. Podía estar completamente tranquila y sin embargo, él llegaba y me hacía sentir ligera y serena, era mi calmante. Era consciente de que él no sabía lo que ocasionaba en mí y quería mantenerlo así, como otro de sus encantos que solo yo conocía.

-¿Qué ocurre?- Se escuchaba preocupado pero aun así me abrazó a él.

-Te amo mucho.- Dejé un casto beso en su hombro, cuello y quijada.

-Yo también te amo.- Susurró cerca de mi oreja. Acomodé mi rostro entre su hombro y cuello, olisqueando su aroma.

Retorno Medieval© EE #2 [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora