👩🏻‍🦰06🤴🏻

2.6K 264 7
                                    

Era muy tarde en la noche cuando llegamos a nuestro destino. Era una choza que parecía estar a punto de caer sobre nuestros hombros y pequeña, realmente pequeña. Agradecía que tuviese una puerta y un par de ventanas o mi pánico se hubiese hecho presente. Había aprendido a controlarlo gracias a Malek, me había enseñado que si tenía una puerta o ventana, tenía posibilidades de salir y tomar aire. Malek pensar en él hacía que mi pecho doliese. Me reñía una y otra vez por no haber hecho caso la advertencia de Galia porque de nada servía estar en esta época si aun así no podía estar a su lado, no sabía si estaba bien o qué sucedía en su entorno.

-Nos quedaremos aquí por unos días.- Anunció Olán.- Necesitamos reunir recursos y descansar, si seguimos moviéndonos así cederemos ante los cambios de nuestro alrededor.

-Está bien.- Respondí sin prestarle demasiada atención a sus palabras.- ¿A qué distancia estamos de Britmongh?

-Cuatro ciudades pequeñas.- Respondió.- No hemos parado hasta alejarnos bastante del peligro.

-Cuatro...- Repetí. Estaba a cuatro ciudades de distancia de él.

-¿Tiene hambre?- preguntó y negué.- Debería comer.

-No tengo hambre, gracias.- Decidí acostarme e intentar dormir, había descansado muy pocas horas y comenzaban a pasar factura a mi cuerpo y salud.

Calculaba haber podido dormir un total de tres o cuatro horas, eso si mi reloj cerebral no se había echado a perder aún. Había comenzado a no tener noción del tiempo o los días que llevaba allí y era completamente normal, no había forma digital de saber qué hora o día era. Los animales del bosque comenzaron a salir, indicándome que había amanecido lo suficiente por lo que tomé la decisión de salir y buscar aunque fuese un poco de fruta. No iba a ser tarea fácil y lo sabía, la vegetación que nos rodeaba era el esqueleto de lo que en algún momento llegó a ser un frondoso, colorido y aterrador bosque.

-No hay nada por aquí.- Murmuré, dándome la vuelta y comenzando a caminar hacia el otro extremo.

Seguía viendo lo mismo, árboles secos y ramas partidas en el suelo. El panorama se repetía una y otra vez, era tan habitual encontrar lo mismo que comencé a creer que estaba dando vueltas en un mismo círculo.

-Maravilloso.- Susurré con sarcasmo.- Ve, busca comida y piérdete hasta morir.

Seguía caminando y veía el mismo panorama. Fueron tantos los intentos que tuve por volver que al final simplemente me rendí, me senté en un tronco y comencé a regañarme a mí misma y a patear ramas.

-Eres una idiota.- Me dije.- Te dicen que no vayas y vas, no debes salir y sales. Te pierdes y no sabes cómo rayos volver, si serás imbécil.- Me golpeé repetidamente la cabeza con la mano.

Sentía unas inmensas ganas de llorar pero no podía permitirlo, no en esos momentos. Tenía que encontrar una forma de volver a la diminuta choza antes que el sol del mediodía se ocultase detrás de las nubes, aquellas que informaban de una tormenta que se hallaba próxima a nosotros. Volví a ponerme en pie y comenzar a caminar hacia atrás, intentando retomar el camino recorrido.

-¡Elizabeth!- Alguien gritó mi nombre en el bosque.

-¿Olán?- Pregunté para mí misma.

-Señorita, ¿dónde está?- Comencé a caminar hacia donde la voz se escuchaba y a medida que avanzaba se podía escuchar más alto.

-¿Olán?- Grité.

-¿Dónde se metió?- Me respondió.

-Estoy por aquí.- Respondí a su pregunta.

Pude ver una silueta a través de los árboles y luego, esa sombra tomó color y cuerpo. Al fin nos habíamos encontrado.

-Que gusto verte.- Hablé una vez que estuve cerca de él.- Estaba preocupada. Pensé que moriría en el bosque.

-Jamás dejaría que falleciera aquí.- Afirmó sonriente.- ¿Por qué salió?

-Intentaba buscar algo para comer pero no hay nada, todo está seco y sin vida.- Murmuré.

-Regresemos, encontraremos cómo alimentarnos.- Sin mi autorización tomó mi mano y tiró de mí.

Intenté en varias ocasiones alejar mi mano de la suya pero no me lo permitía. Él ponía la banal excusa de que me podía volver a perder y no quería correr ese riesgo.

-No es correcto que tome la mano de una mujer sin su consentimiento y mucho menos si esta está casada.- Intenté razonar.

-Tomaré su mano hasta que se encuentre a salvo.- Murmuró y siguió sin inmutarse.

Cuando llegamos cumplió con su palabra y liberó mi mano de su agarre, permitiéndome respirar con tranquilidad. Si Malek llegaba a ver eso él simplemente lo mataría, pensé para mis adentros. Ya dentro de la choza nos pusimos cómodos y encendió una fogata lo suficientemente amplia como para calentar las manos de ambos.

-¿Se encuentra bien?- Preguntó con expresión preocupada.

-Sí, gracias.- Sonreí sutilmente y volví a centrar mi atención en calentar mis manos.

Olán no había dejado de observarme pero no tenía ánimos para tener una conversación y tampoco sabría de qué hablar con él. Por algún motivo que desconocía y también que me incomodaba, él preguntaba bastante sobre mi relación con Malek. Decía que era únicamente por curiosidad pues según había escuchado, el rey de Britmongh era alguien frío y calculador pero había caído ante los encantos de una forastera.

-No puedo comprenderlo.- Murmuró.

-¿El qué?- Pregunté distraída.

-Que se hubiese casado con ese hombre.- Respondió, llamando mi atención.

-No entiendo qué es lo incomprensible.- Me sinceré.

-No creo que su forma de ser vaya con la del rey de Britmongh.- No había dejado de tener el ceño fruncido.- No entiendo porqué se casaron.

-Por amor, ¿tal vez?- Pregunté algo alterada.- No entiendo porqué mi relación es de tu interés.

Él solo sonrió y negando con la cabeza se centró en arreglar el área en que dormía. Lo que había adaptado como su cama estaba hecho un caos, el espacio era reducido para su estatura y las pocas mantas que tenía en su poder estaban hecho bola en una esquina.

-Solo creo que es mejor mujer de lo que ese hombre merece.- Murmuró para sí pero pude escucharlo.

-No debería comentar sobre asuntos que no conoce y tampoco le permito que hable así de mi esposo.- Zanjé, sintiendo la acidez correr por mi garganta y estómago.

Sus comentarios solo habían logrado empeorar mi estado de humor. Olán no tenía porqué dar su opinión sobre la relación que tenía con Malek y tampoco podía hablar sobre cuán cruel o no era mi esposo porque no lo conocía. Olán Hichet se había tomado el atrevimiento de hablar sobre un tema intocable frente a mí, no sabía nada sobre nosotros o lo que habíamos pasado, él no tenía idea de la maravillosa persona que era aquel rey que era pintado como frío y despiadado.

Retorno Medieval© EE #2 [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora