CAPÍTULO 26

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Sergio se acercó y notó que el niño se tensó al escucharlo acercarse. Ni siquiera levantó la mirada del suelo.

Se sentó en el otro extremo del banco y se quedó un segundo en silencio. El niño se encogió casi protegiéndose de una amenaza invisible y se arrinconó todo lo que pudo contra el brazo del banco.

- Hola. Soy Sergio- se presentó sin recibir ninguna reacción por parte del niño. Ni siquiera una mirada- Yo crecí aquí. Llegué un día como tú. No voy a hacerte daño, pero si no quieres que esté aquí. Puedo irme.

El niño levantó la cabeza y le miró con unos profundos ojos castaños cargados de dolor. Negó con la cabeza sin articular palabra.

- ¿Te importa si me quedo? – el niño se encogió de hombros y Sergio entendió que era su manera de asentir- he venido a preguntaros lo que queréis pedir a los Reyes Magos.

- Los Reyes Magos no existen, eso es un cuento para niños- dijo el niño con amargura. Más de la que Sergio había escuchado nunca en la voz de un niño tan pequeño. Carlos no debía tener más de diez años.

- Bueno, yo también pensaba lo mismo a tu edad. No digas nada al resto, ellos sí que piensan que existen.

- No hablo mucho, piensan que soy mudo- dijo el niño recordando a Sergio que Carlos podía ser él mismo hacía unos años.

- Bueno, existan o no, me gustaría saber qué te gustaría que te regalasen- insistió Sergio.

- Lo que yo quiero no me lo pueden traer los "Reyes Magos" – Carlos casi escupió esas palabras.

- Te entiendo- el niño lo miró a los ojos fijamente.

- No podrías, nadie puede- Sergio estaba a punto de abrazar a Carlos y echarse a llorar con él. Contuvo la respiración y mantuvo el tipo.

- Mira- Sergio se quitó la chaqueta y se levantó la manga del jersey mostrando los tatuajes. Carlos le miró con cuidado. Sergio señaló las cicatrices ocultas bajo la tinta- ¿Puedes notarlas? – el niño asintió- Me lo hizo mi padre, hace muchos años, antes de que me trajesen aquí- Carlos se quedó muy serio y se levantó el flequillo dejando ver una marca en la frente. Era relativamente reciente y todavía se notaba el tono rosado de la cicatriz- ¿Fue el novio de tu madre? – el niño asintió y alargó la mano hasta tocar las cicatrices de Sergio.

- ¿Se han curado? – preguntó mirándolo a los ojos. Esa mirada tan profunda, tan amarga, lo desarmaba por completo. Se sentía otra vez como un niño asustado.

- Más o menos. Por fuera sí, las tapé. Todavía duelen por dentro, aquí- Sergio se señaló el pecho- por las noches, pero cada vez menos.

- A mí me duelen mucho, incluso dormido- Sergio hizo un gesto con la mano para acercarse a tocar la frente del niño. Con mucho cuidado y solo lo tocó al ver que Carlos agachaba la cabeza y le permitía hacerlo.

Repasó la cicatriz con el dedo y sintió que Carlos se relajaba. Lo acercó a él y lo estrechó entre sus brazos.

- Lo siento mucho. Siento que te haya pasado algo así- susurró al niño.

Carlos no se apartó de ese abrazo, sino que se hundió en él y comenzó a llorar desconsolado. Dejando salir toda la rabia, la frustración y el miedo en esas lágrimas.

Se quedó con él hasta que sintió que el niño empezó a relajarse.

- ¿Quieres que volvamos dentro con los demás? Aquí hace un poco de frío – sugirió Sergio.

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