-no...no me dejes yo...yo te necesito, no puedo vivir sin ti, no me dejes- dijo entre llanto inconsolable, era el peor momento de su vida, estaba perdiendo a su esposa, a la mujer que más amaba en el mundo.
Ya no quedaba mucho de esa mujer, su elizabeth, a la que conoció, esa mujer fuerte, decidida, que no dejaba pisotear por nadie y ya poco quedaba de ese brillo sin igual en sus ojos. El nunca creyo eso del amor a primera vista, lo creía un cuento para que los pudieran vender libros, hasta que la conoció.
Su historia fue como el tipico cliche de los dos chicos que se conocen el la universidad y después no hay poder que los separe. Se conocieron cuando él estaba en tercer año en la carrera de arquitectura y ella en su segundo año de finanzas. se casaron meses después de ella terminar su carrera, él ya había empezado su propia empresa de construcción donde no le estaba yendo nada mal. Dos años después estaban recibiendo a su primer hijo, el cual fue una bella niña, idéntica a su madre.
Sus vidas parecían perfectas, la empresa constructora de el cada vez le iba mejor, su hija crecía fuerte y hermosa, todo era perfecto, hasta que un año después la desgracia tocó sus vidas.
Celebraban el primer años de su hija, hicieron una pequeña fiesta con la familia y amigos cercanos. Elizabeth se empezó a quejar de un dolor de cabeza, ya llevaba varios días quejándose por ello, pero solo decia que era estres por todo el trabajo y la preparación de la fiesta, el aunque no muy convencido, confio en ella. Aun con su dolor Elizabeth continuó con la fiesta de su hija, pero al momento de partir el pastel no aguanto más y se desmayó.
Fue llevada al hospital de inmediato y le hicieron los exámenes correspondientes, los resultados arrojaron que ella tenía un tumor cancerígeno en el cerebro, el cual no podían operar. Buscaron más opiniones, más tratamientos buscando la manera de salvarla, él se negaba a perderla, y aun en ese momento con ella dando sus últimos alientos de vida se negaba a hacerlo.
-debes vivir, por nuestras hija- susurro con apenas fuerza- ella te va a necesitar Leo- susurro.
-por f..favor mi amor no me dejes- dijo sin poder controlar su llanto.
-te amo, te amare siempre-
-y yo a ti, como jamas volvere a amar a nadie- le aseguro.
-no, debes amar de nuevo- dijo muy agitada- prometeme, prometeme que volveras amar- le pidió perdiendo el aliento, él se sintió desesperado al ver como la vida de ella se extenguia frente a sus ojos- prométeme lo- le rogó.
-lo prometo- dijo.
-te amo Leonardo- dijo con su último aliento.
Leonardo despertó agitado, había pasado más de 10 años desde su muerte y aun lo sentía como si hubiera pasado hace unas pocas horas. Miro la hora del reloj, 5:45 A.M. Ese día había dormido más que los anteriores de hecho, se levantó de la cama, no ganaba nada ahí, de todas maneras no volvería a dormir, se lavó la cara y cambió su pantalón de dormir por uno de ejercicio y fue al gym que tenía en la casa.
Su duelo duró varios meses y de cierto modo aun se sentía en duelo. En los primeros meses se cerró, solo quería estar con su hija, Anika, era lo único que al parecer lo mantenía cuerdo, apenas comía, dormía por al menos una hora al día, no quería trabajar y que eso le quitara tiempo con su hija,
Tres meses de la misma situación y sus familiares y amigos intervinieron, el no podía seguir así, con mucho esfuerzo lo hicieron ir a terapia, se culpaba por la muerte de su esposa, debió estar más al pendiente de ella de haber sabido antes, tal vez hubieran tenido más oportunidades de salvarla.
Ahora sus prioridades eran su hija y su empresa, pero principalmente su hija, nada era más importante que ella.
Casi una hora después terminó su rutina de ejercicios y fue a la habitación de su hija, debía levantarse e ir a la escuela. La habitación de su hija era enorme, casi tanto como la de él, la habitación fue diseñada exclusivamente por él, como si fuera el de una princesa, se sentó en la orilla de la cama, Anika se abrazaba a su peluche.
-pequeña- la removió suavemente- es hora de levantarse- le dijo removiendo la con un poco más de fuerza, pero ella no parecía despertar, pero él sabía que estaba fingiendo- bueno le dire a Mercedes que no haga panqueques con arándanos- dijo, eran los favoritos de su princesa, la cual despertó como resorte.
-desperte, desperte- dijo y todo su cabello le cubrió la cara.
-buenos días princesa- le saludo quitando le el cabello de la cara y besar su frente con cariño.
Su hija era muy parecida a su Elizabeth, mismo cabello rubio rizado, la misma dulzura y carácter feroz, lo único que había sacado de él fueron sus ojos verdes.
-buenos días papi- saludo con una sonrisa- habrá panqueques, verdad?- preguntó.
-si habra, pero debes levantarte o se te hara tarde- le recordó, no se fue hasta que la vio entrar al baño.
Una vez cerciorarse de que su hija no volverá a la cama volvió a su habitación para alistarse para su dia de trabajo, el no podía quedarse a desayunar con su hija hoy, tenía una junta con el vicepresidente del banco. Mientras se terminaba de vestir le dio un pequeño repaso a su vida.
33 años, viudo y uno de los hombres más codiciados de nueva york, las mujeres hacían lo que sea para estar a su lado en alguna gala y salir en sociales. Le había prometido a su esposa volver a enamorarse y no cerrarse al amor, pero con los años se dio cuenta que era mejor cerrarse a ello.
Las mujeres solo lo buscaban por su dinero y poder, en esos diez años el y su hija tuvieron muchas decepciones respecto a las mujeres que llegaban a su vida, por lo que solo le interesaba alguna para una noche o para salir a alguna gala donde era inevitable no ir solo, no confiaba en ninguna mujer, ellas solo buscaban su dinero. además su hija odiaba a todas las mujeres que lo veían cerca.
Bajo ya listo para irse, pero antes pasó por el comedor para despedirse de su hija, la cual comía feliz su desayuno.
-no vas a desayunar?- le preguntó anika triste.
-no, hoy no puedo cariño, tengo un desayuno con el vicepresidente del banco- le dijo y su hija hizo un puchero- no te pongas triste, que tal si almorzamos juntos?- le propuso y su hija sonrió feliz asintiendo, de reojo pudo ver a Mercedez que negaba divertida, su hija lo tenía en su meñique.
Mercedes está con ellos desde antes de Anika nacer, ella había visto cada una de las decepciones que ambos habían tenido con las mujeres que llegaban a sus vidas. Ellos dos eran su familia y no los quería ver sufrir más por alguna otra mujer que solo esté buscando el dinero de Leonardo.
Salió de la casa y subió a su auto, ese día tenía ganas de conducir el mismo, aunque sus escoltas lo seguían de cerca, en el camino llamó a su secretaria por el altavoz.
-buenos días señor- saludó cordial, era una mujer muy eficiente e inteligente y lo mejor de todo era que no había intentado nada para seducirlo.
-buenos días Agatha, tengo algo importante a la hora del almuerzo hoy?- preguntó, no recordaba nada, pero debía verificar.
-no señor- contestó.
-bien, saldré a almorzar con mi hija, no quiero llamadas- indico, cuando estaba con su hija no quería saber nada de trabajo, a menos que no sea estrictamente necesaria su intervención.
-si señor, los planos arreglados para el nuevo edificio ya están aquí- le aviso.
-enviamelos- le indico su celular timbro segundos después por el nuevo mensaje, lo abrió mientras alternaba su mirada entre la calle y su celuar- bien nos vemos en la oficina- dijo colgando la llamada- MALDICIÓN- gritó frenando de golpe ya que una persona se le atravesó.
Había atropellado a alguien.
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No Eres Un Capricho
RomanceLeonardo Drack, un gran empresario mercantil viudo de 32 años, junto con su hija, está cansado de las mujeres que llegan a su vida buscando su dinero, por lo que las ve a todas como unas caza fortunas. Emily Apple, una joven de 24 años trabajadora...