Somos poderosos. Somos hermosos.

57 3 0
                                    

Lentamente, Orazia recupera la conciencia. Se siente pegajosa. Intenta moverse, pero una tremenda punzada de dolor en la espalda se lo impide. Gime y gira la cabeza. Se da cuenta de que su melena está pegada a su cara y a su cuello.

Se queda con la boca abierta al ver los cuatro profundos cortes en su espalda. Su camiseta y su sujetador están hechos jirones. Está cubierta de sangre, su propia sangre.

Se pone a llorar como una niña. Se lleva la mano a la cara. Está hinchada y cubierta de sangre medio coagulada.

Entonces oye una voz familiar: "¿Orazia?"
Su vista está nublada por el dolor y las lágrimas, pero aún es capaz de reconocer el adorable rostro de Orazio.

Orazia llora un poco más y dice: "Orazio, lo siento mucho".

Orazio se lanza a sus brazos besándola sin cesar. "Orazia, Orazia" es todo lo que parece poder decir.


Los ojos de Orazia se aclaran un poco. Se seca las lágrimas y dice: "No te preocupes, voy a arreglar esto".


Con un tremendo esfuerzo, Orazia se sienta y se pone en pie. Orazio la mira y rompe a llorar. Orazia está a punto de derrumbarse, pero en lugar de eso coge a Orazio entre sus brazos con ternura.

Orazio: Ha sido Esther, ¿verdad?
Orazia: Sí, ha sido ella.
Orazio: ¿Por qué te ha hecho esto, cara mia?
Orazia: No te preocupes. Vamos a salir de aquí.

Orazia siente cómo el abrazo reconfortante de Orazio le permite recuperar las fuerzas y recomponerse. Él depende de ella. Las cosas han ido demasiado lejos y Orazia no quiere ni pensar en lo que la alcaldesa y Esther podrían hacerle a su novio.

Orazia echa un vistazo a la habitación donde están encerrados. Es de hormigón y hay una única puerta metálica.

Orazia: ¿Dónde estamos?
Orazio: Creo que estamos en el sótano de la casa de la alcaldesa. No tengo ni idea.

Orazia se arranca sin esfuerzo los maltrechos restos de su camiseta y su sujetador y los tira al suelo.

Fija su mirada en la puerta metálica. Hace unas horas, la sola idea de derribar esa puerta con sus manos le habría parecido una locura. Pero ahora, siente el poder de la hormona Isis fluyendo por su cuerpo y quiere probar los límites de su fuerza.

Orazia: ¿Me amas?
Orazio: ¡Oh, sí!
Orazia: ¿Quieres ser libre?
Orazio: ¡Sí!

Orazia asiente y carga contra la puerta con los hombros por delante.

Orazia atraviesa la puerta, haciéndola añicos. Ella está bastante sorprendida, pero la cara de Orazio es de absoluto asombro cuando asoma la cabeza por la puerta derrumbada.

Orazio: ¿Cómo lo has hecho?
Orazia: Somos los nuevos seres superiores. ¡Podemos hacer cualquier cosa!

Los dos se ríen maníacamente mientras salen corriendo del sótano y entran en la casa. Se encuentran en el vestíbulo. Ante ellos hay una escalera de mármol. A la izquierda, un salón, a la derecha, un comedor. Frente a ellos la puerta de salida.

Orazia no tiene ganas de pensar, así que de nuevo se lanza contra la puerta de salida, rompiéndola como si fuera de papel.

Orazio la observa sin salir de su asombro. Cubierta de sangre, con el pelo aplastado y el torso desnudo, parece una furiosa diosa nórdica.

Orazia: Somos poderosos. Somos hermosos. Libérate, Orazio. Huyamos juntos.

Orazio asiente. Orazia lo toma de la mano y ambos salen al patio.

Está oscureciendo. Una nube de pequeños drones comienza a reunirse, zumbando sobre ellos, mientras media docena de droides de seguridad comienzan a dirigirse hacia ellos a paso rápido. Pronto estarán rodeados. Orazia no tiene tiempo para pensar. Lo único que le importa ahora es salir de allí con Orazio.

Orazio (Vol. 1) Orazio y la hormona Isis.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora