Capítulo XXIII: Brigit, Morrigan y Wadjet

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[Territorio Nórdico: una hora antes]

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[Territorio Nórdico: una hora antes]

—Es-es-es-es o-o-o-fi-ficial... ¡¡¡Odio esta maldita tierra!!!

Numerosas aves emprendieron el vuelo desde los árboles de una montaña boscosa, cubierta de nieve, al escucharse el eco de un grito furioso que resonó en casi toda la región, el cual provino de cierta doncella egipcia exigente e infantil, que no estaba para nada acostumbrada a los climas fríos como el del Territorio Nórdico.

—¿Podrías no quejarte por solo cinco minutos? Arruinas el hermoso canto de los cuervos.

Se quejó cierta reina fantasma irlandesa —bastante malhumorada— del reciente chillido, provocado por su compañera egipcia, mientras caminaban juntas por los bosques invernales de las tierras germánicas, con los ojos cerrados y una mano en la cadera, tratando de escuchar el graznido de los cuervos que sobrevolaban esa parte de la región. Detrás de ella estaba la diosa céltica pelirroja siguiéndole el paso, mientras se tapaba las orejas, a causa del ensordecedor grito de la diosa egipcia, que venía caminando detrás de ambas.

—¡No-no-no-no puedo-do-do-do e-e-e-vita-ta-ta-tarlo! ¡Si-si-siento que me es-es-estoy co-co-congela-la-lando! —decía Wadjet disgustada, mientras tiritaba los dientes, se frotaba los brazos y temblaba de pies a cabeza debido al intenso frío (hasta podía ver su aliento). 

Luego de que San Gabriel se fuera a su "búsqueda de paz interior", como era de esperarse su ausencia brillo lo bastante, como para ser notado por sus tres compañeras divinas. Pasado un tiempo largo en el Paraíso —un día—, las tres diosas perdieron la paciencia, y queriendo saber dónde estaba el Ángel de la Divinidad o que le ocurrió, visitaron la casa de los únicos dos seres que podrían saberlo por ser su trabajo: San Miguel y Athenea.

La pareja guerrera no quiso ser partícipes de problemas personales ajenos, ni menos querían que se iniciara un desastre allí mismo. Por lo que fueron directo al punto, y les contaron todo lo que sabían, respecto a lo dicho por San Gabriel antes de irse y donde pudo haber ido.

El trío de diosas analizó la información, y Morrigan concluyó que cualquier isla deshabitada en medio del Mundo Mortal era un sitio muy poco probable para esconderse; el Mundo Yokai tampoco era un buen sitio, ya que las criaturas japonesas de allí, como los Tengu, al tener excesivos aires de superioridad, son muy mezquinos y abusivos con los que consideran "seres inferiores", como los extranjeros mortales e inmortales, sobretodo los de origen indio. Y debido a que la forma física de San Gabriel tenía cierto parecido con los habitantes de la India, llamaría demasiado la atención allí.

Brigit agregó que el Reino de los Devas tampoco podía ser una opción posible, ya que en ese reino él era demasiado conocido, y su maestro Rudra o algún dios Deva rencoroso de haber perdido contra él en un combate podría delatarlo. En cuanto a otro planeta o galaxia, Wadjet lo dejo como última alternativa, pues le parecía demasiado esfuerzo y agobio el tener que registrar cada planeta para buscarlo. 

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