Capítulo XIV: Reconciliación y Confrontación

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Tras la llegada del arcángel mensajero al lugar, todo el ambiente quedó en un silencio mortal, que demostraba cuánta tensión había en el aire. De momento nadie volvió a dirigir una palabra, desde que San Gabriel amenazó a los dioses nórdicos, si intentaban lastimar a Brigit, Morrigan y Wadjet. Sin embargo uno ya decidió romper el silencio.

—San... Ga... briel —dijo Odín con lentitud y frialdad, denotando una creciente furia.

—Hola... Odín... —dijo San Gabriel con un semblante serio, y denotando una intensa hostilidad en su mirada.

—Sabes algo... estrellita parlanchina.... desde el inicio de los tiempos, un ser superior a mirado desde arriba, mientras que el ser inferior lo ha hecho desde abajo. Por lo tanto, un amo, un rey, una deidad y un padre, siempre ha mirado desde arriba a los esclavos, plebeyos, mortales e hijos. Y como tal, yo que soy un amo, un rey, un dios y un padre, siempre he mirado a todos desde arriba, y todos me han mirado siempre desde abajo. Aunque también acepto que me miren de frente, solo si lo permito. Pero lo que jamás permitiré, ni toleraré, es que alguien me mire desde arriba, como ahora lo estás haciendo tú.

»Como sabrás, el único ser que lo ha hecho, es el gran dios Shiva. Y como bien sabes él, junto con Vishnu y Brahma, es uno de los dioses más poderosos de todo el cosmos; comparable incluso a un Primordial. Por lo que faltarle el respeto, o tan siquiera hacerle enojar un poco, es igual a desaparecer, sin oportunidad de reencarnar. Y por supuesto yo no puedo darme el lujo de desaparecer ahora. Pero aun así, jamás he mirado a otro desde abajo, como ahora lo estoy haciendo. Y esto no me gusta... no me gusta para nada.

Con esa declaración, el arcángel mensajero solo se mantuvo mirándolo en silencio durante algunos segundos, hasta que, tras una pequeña risa, decidió responder.

—Con que seres superiores e inferiores ¿eh? —decía San Gabriel cerrando los ojos, ahora con tono animado y jovial—. Yo jamás he considerado a alguien inferior a mí. Mis padres tampoco consideraron a alguien, ni mucho menos a mis hermanos y a mí, como inferiores. De hecho, como diría Morrigan, esas palabras ni siquiera están en mi diccionario... Pero...

En cuanto él dice eso último abrió los párpados, denotando otra vez esa increíble hostilidad en sus feroces ojos de iris naranja y pupila blanca resplandeciente, como jamás se ha visto hasta ahora, y que hasta un demonio temblaría de miedo.

—Estoy acostumbrado a que las escorias me miren desde abajo —decía San Gabriel, ahora con lastima y severidad—. Sé cuánto dolor y sufrimiento les has causado a los mortales no-humanos de este Territorio, como los gigantes, siempre para beneficiarte a ti mismo y consentir solo a los humanos, igual que una escoria racista como lo es mi sobrino-nieto malcriado, Zeus. Tal como me dijeron Rudra y Tyr: desde que te obsesionaste con el conocimiento, ahora tu única verdad es la superioridad. Y por más que robes, mates, tergiverses y controles, jamás alcanzarás la verdad. Porque ahora de amo, rey, padre y dios, solo tienes el título, Odín.

Todos pierden el aliento al quedar en total shock, por lo que dijo el arcángel mensajero estando frente al mismísimo Rey de los Dioses Nórdicos Æsir. Sobretodo Brigit, Morrigan y Wadjet, quienes en todo el tiempo que llevaban viviendo junto a él, aunque sabían lo insultante que puede ser su sinceridad pura, jamás pensaron que él insultaría a alguien de ese modo.

No obstante, sin lugar a dudas, el más afectado fue el mismo Odín; ya que estaba en un estado de parálisis, el cual duró cinco segundos, en los que las palabras del arcángel se repetían en su cabeza. Y pasado esos segundos, perdió por completo la poca razón y paciencia que le quedaba. Acto seguido su único ojo se tornó azul y brillante por completo, y con una velocidad que rozaba la barrera del sonido, movió su lanza con toda la intención de apuñalar el rostro de San Gabriel.

Immortalem: Inicio del Nuevo MitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora