Relato II: Rudra vs Zeus

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Cuando todos creían que nadie iría tan lejos como atacar el hogar de los dioses griegos, sobretodo si se trataba de un único individuo, llega ese día en que no solo sucede lo impensable; todo el ejército es derrotado, los dioses griegos son vencidos como si no fueran nada y ahora el Rey del Olimpo estaba siendo usado para barrer el suelo olímpico. 

Y todo por obra de una sola persona; el hombre, el mito, la leyenda, el Dios de las Bestias.

Los civiles olímpicos huían desesperados a los pisos más bajos del Monte Olimpo, donde creían que estarían más seguros de lo que era la batalla más grande, que se ha librado en la historia de su Panteón. Toda la montaña que conformaba el hogar de los dioses griegos era testigo, mientras temblaba, de la brutal pelea que libraba el Supremo Dios griego, contra el Padre Universal. 

Las casas y colinas eran atravesadas unas a otras por un rayo azul, que era seguido por un rayo dorado, cuyos choques hacían retumbar el aire cuál mil trompetas y agrietaban el suelo, a pesar de que el mismo estaba diseñado para soportar hasta terremotos de categorías incalculables. Siguieron así hasta ascender al cielo, y en un último choque que provocó un masivo estruendo, el rayo azul fue obligado a estrellarse contra una casa, causando que la misma cayera.

Al poco los escombros de la casa salieron volando, después de liberarse una feroz fuerza eléctrica azul, haciendo ver que en las ruinas estaba el Rey del Olimpo, Zeus, escupiendo sangre y con moretones, cortes y magulladuras en todo su cuerpo, que apenas comenzaban a sanar. Además su toga también tenía rasguños y roturas.

—No puedo creer que un mísero animal me esté dando una golpiza —dijo Zeus, limpiándose la sangre de la boca con un brazo, y contemplando el vital líquido rojo resplandeciente de su propio cuerpo, que no había visto desde que casi lo mata el titán Tifaón.

—No te sientas tan mal dios sobrevalorado.

Con lentitud Zeus frunció el ceño, y fue dándose la vuelta para ver al poderoso dios Rudra, descendiendo con lentitud, cruzado de brazos y sonriendo con diversión, mientras tenía un semblante serio y cruel. 

—Las bestias somos los depredadores naturales de la raza humana. Por lo tanto, estamos adaptados para las batallas y poseemos una capacidad evolutiva mejor que ellos, de modo que siempre que la raza humana avance, las bestias evolucionarán y se fortalecerán para poder controlar el nivel de población humana —explicó Rudra terminando por aterrizar en una roca, quedando mirando desde arriba a Zeus—. Entre más peleamos, perdamos y caigamos, más aprenderemos, nos adaptaremos y nos levantaremos más fuertes, para vencer a nuestras presas. Eso es lo que significa "evolucionar", y las bestias somos la prueba viviente de ello.

Con lentitud, Rudra empieza a mover su brazo derecho, y se señala así mismo con el pulgar.

—Y yo que soy una bestia inmortal, eso me convierte en un depredador natural de inmortales —decía Rudra sonriendo divertido, y luego señala a Zeus—. Eso quiere decir que ustedes los dioses y demonios, son mis presas naturales.

—Sí... He olvidado esos detalles, de las criaturas favoritas de mi abuela Gaia —decía Zeus, con un semblante oscuro y maligno—.  No por nada ustedes son la "obra maestra de los dioses", los protectores del balance natural y del mundo de los mortales... ¡Cómo los odio a ustedes!

Al instante Zeus invoca otro rayo y se lo arroja a Rudra; un ataque que terminó siendo inútil, ya que fue devorado por el depredador de inmortales. Sin embargo aquello fue en realidad una distracción, porque luego de que Rudra se comiera el rayo de Zeus, éste apareció delante de él, listo para golpearlo con un derechazo, el cual Rudra atrapó con una mano.

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