Relato I: La Tormenta que Aterrorizó el Olimpo

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[Monte Olimpo: Salón del Trono]

El mítico hogar de los dioses griegos, ubicado en el reino intermedio entre el cielo y la tierra, donde una vez gobernaba el titán Cronos, para evitar molestar a sus abuelos YHWH y Khaos. Y ahora es gobernado por la nueva generación de inmortales griegos, apodados "los Olímpicos". Pero al igual que los anteriores gobernantes, estos vivían allí para no causarles problemas a la otra rama de la familia, integrada por seres cósmicos de poder mayor que el de los mismos titanes: el Panteón Israelita.

Desde los inicios del gobierno de los olímpicos, la mayoría de dioses griegos se reunían en el templo donde se hallaba los tronos para discutir todo tipo de temas, que iban desde política hasta los problemas causados por los mortales del Territorio Griego; justo en ese día, Atenea convocó una reunión para discutir un tema relacionado con los mortales.

—¿Para que has solicitado esta reunión Atenea?

Dijo, con una voz tranquila que reflejaba compasión pura, una mujer que estaba al lado de Helios; aparentaba la misma edad que él y era de piel pálida, largo cabello plateado y unos ojos de iris violeta, que transmitían tranquilidad y amabilidad. Vestía una toga de color púrpura, y portaba en su cuello un collar con el símbolo plateado de una luna menguante, y traía adornos como brazaletes y aretes hechos de plata pura.

Ella era la Diosa Griega de la Luna y hermana de Helios, Selene.

—Me enteré sobre la decisión tomada en la reunión anterior —contestó Atenea, tratando de controlar su furia para hablar con educación—. No puedo creer que hayan decidido esto, sin siquiera consultar mi opinión.

—Supusimos que no te molestaría. Después de todo, esto también te beneficia a ti.

Dijo, con un desbordante orgullo y estando cruzado de brazos, un hombre que aparentaba rondar por los 40 años. Tenía la piel de un tono mucho más claro de la que tiene un griego normalmente; casi pálida, como si pasara gran parte del tiempo sin recibir luz solar. Poseía una marcada musculatura y robustez. Ojos azules, cabello rizado color gris y largo hasta los hombros, además una barba casi igual de larga. Y como vestimenta traía una toga, adornada con escamas verdosas que iban de un tono oscuro hasta uno más claro y amarillento, junto con brazales y una corona puntiaguda.

 Y como vestimenta traía una toga, adornada con escamas verdosas que iban de un tono oscuro hasta uno más claro y amarillento, junto con brazales y una corona puntiaguda

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Era el Dios Griego del Océano, Poseidón. 

—Es cierto. Estuviste de acuerdo en casarte con un miembro de nuestros parientes lejanos, el arcángel San Miguel, para solidificar la unión entre nuestras dos ramas familiares. Por lo tanto, tampoco debería molestarte este plan.

DIjo, con un tono tranquilo a la vez de pretencioso y seductor, un hombre griego bastante joven, de complexión delgada y no muy fuerte; su cabello era corto, rizado y dorado como el oro mismo. Sus ojos brillaban de color azul en su totalidad, y la toga que traía dejaba ver su pecho y abdomen, además de que estaba adornado con pulseras, cinturón y aretes de oro con joyas, y traía amarrada alrededor de sus hombros una larga tela roja a modo de capa.

Immortalem: Inicio del Nuevo MitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora