Capítulo XXVII: Veredicto Final

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La batalla entre los guerreros fantasmas celtas contra las valquirias estaba por llegar al final; aun cuando las despiadadas guerreras aladas eran más fuertes que los fantasmas, no tenían energía ilimitada como esos espectros, por lo que iban a terminar colapsando del agotamiento tarde o temprano. Pero no era lo mismo para las cuatro diosas y las dos valquirias principales; ellas podrían seguir peleando por un día más, aunque eso no iba a poder suceder porque había llegado el momento de terminar la batalla.

En una de las montañas cercanas había ocurrido una avalancha masiva, producto de la feroz explosión causada por el ataque de Morrigan al impactar contra Brynhildr. No hubo señal de ésta última en unos cuantos segundos. Pero cuando la reina fantasma ya pensaba que terminó el combate, de la misma avalancha emergió una ráfaga de energía oscura, que voló directo hasta Morrigan, provocando una onda de choque tan poderosa que hizo temblar todo el continente europeo.

Aquella ráfaga oscura no era otra que la misma Brynhildr, cubierta de un siniestro manto de oscuridad, que reflejaba la furia y hostilidad asesina dentro de ella; su armadura tenía severas grietas y tenía terribles moretones que recién terminaban de sanar. Además gruñía igual que una desquiciada mientras miraba a su sonriente hermana menor; ambas habían chocado sus respectivas armas y ahora forcejeaban con las mismas, intentando tumbar a la otra.

—Es bueno que te hayas vuelto a levantar —decía Morrigan con diversión cínica—. Empieza a gustarme esto de darte una paliza. ¡Je, je, je!

Con esa pequeña burla, la rabia asesina de Brynhildr escaló un nuevo nivel, haciendo que su fuerza aumentara y consiguiera empujar a la reina fantasma lejos. Sin embargo esa furia ciega la volvió vulnerable a contraataques, y Morrigan no lo desaprovecho; le permitió acercarse para conectar con éxito un brutal rodillazo en su estómago. Aquel golpe le hizo vomitar sangre a Brynhildr, además de dejarla aturdida el tiempo suficiente, para recibir un puñetazo en el rostro que la hizo chocar contra la tierra.

Teniendo ahora un momento de paz, Morrigan escucho estruendos cerca, y al voltear a mirar a su izquierda vio a lo lejos la feroz pelea entre Wadjet y la Valquiria Principal Prour; cada segundo ambas chocaban sus armas y conectaban con éxito puñetazos entre ellas, que apenas lograban hacer un rasguño, gracias a más que todo a sus monstruosas fortalezas físicas.

Y en lado contrario se veía la batalla entre Brigit y Freyja; mientras la primera evadía los ataques de la última mediante movimientos veloces y gráciles, semejantes a los de una bailarina profesional, intentaban atacarla con su bastón envuelto en llamas, pero la reina Vanir bloqueaba con éxito cada ataque llameante e intentaba contraatacar con su espada. Las dos parecían estar en un punto muerto, en que ninguna lograba hacerse daño mortal.

—¡Oigan compañeras ¿Qué les parece si terminamos con esto de una vez para volver con nuestro angelito?! —les gritó Morrigan a Brigit y Wadjet.

—¡Me parece más que bien! ¡Ya me cansé de esta perra alada tan castrosa! —contestó Wadjet mientras bloqueaba con su báculo un hachazo descendente de su rival.

—¡Estoy de acuerdo! ¡Acabemos ya con esto! —contestó Brigit decidida y confiada, mientras esquivaba los salvajes tajos de la diosa Vanir.

Con esa declaración Brigit y Wadjet evadieron un ataque de sus respectivos oponentes y tomaron distancia, con el fin de prepararse para un ataque conjunto y definitivo. Al mismo tiempo Morrigan llamó a sus guerreros fantasmas con un fuerte silbido, y estos obedecieron al instante dejando de luchar con las Valquirias, para luego desaparecer en el aire y reaparecer formando un muro de escudos frente a su reina.

Immortalem: Inicio del Nuevo MitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora