Capítulo XXI: Pináculo de los Dioses

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Terminado finalmente la batalla, un grupo de cinco asgardianos se dirigieron al cráter donde se hallaba Odín aun inconsciente para ayudarlo. Mientras tanto San Gabriel estaba un poco lejos, viendo a los asgardianos auxiliando a su rey, sólo para asegurarse una vez más de que no mató a éste último por accidente. Contener su poder cuando llega a tal extremo jamás ha sido su mayor fuerte. No era broma el hecho de que él cuando peleaba tenía miedo de matar a sus oponentes por error.

Pero se relajó por completo al cerciorarse de que Odín seguía vivo: de todos modos, tal como dijo Thor, el destino de todos aquellos dioses nórdicos, los Æsir, quienes trajeron dolor y sufrimiento a los mortales no-humanos recibirán su merecido castigo en el Ragnarok. Y el único verdugo que debe castigar al Rey de Asgard, es el rey absoluto de Jötunheim y de todas las criaturas vivientes que viven allí: el gigante-lobo Fenrir.

Entonces San Gabriel procedió a darse la vuelta para buscar a cierto trío de diosas y regresar a casa. Sin embargo no tuvo necesidad de buscarlas: el feroz abrazo de oso característico de la diosa celta pelirroja le detuvo el paso. 

—Brigit, por favor no ahora, que podría ensuciarte de sangre —dijo San Gabriel, ya no tan sorprendido de los abrazos sorpresas de su compañera céltica pelirroja, mientras se mantenía firme para no caerse, y tenía cuidado de no ensuciarla con su propia sangre.

—¡Es lo menos que mereces por salir vivo de esta horrible pelea! —respondió Brigit tan tan feliz que parecía estar a punto de llorar otra vez. Tal era su intensa alegría que, antes de que el arcángel dijera algo más, ella lo silenció por medio de un muy cariñoso (romántico y dramático) beso, que solo duró cinco segundos.

—¡Brigit ahora no es momento para eso! —exclamó San Gabriel bastante incómodo y avergonzado de la acción amorosa de la diosa celta pelirroja, no muy indicada en aquella situación.

—Deja de quejarte estrella asexual con alas —dijo Wadjet sonriendo divertida y acercándose a ambos en compañía de Morrigan—. Por lo que se ve, el combate terminó, y el ganador debe de celebrarlo como es debido.

—En eso estoy de acuerdo —decía San Gabriel separándose un poco de una muy melosa Brigit—, y me gustaría celebrarlo, volando directo a mi casa para dormir un par de meses...

Antes de seguir quejándose una vez más fue silenciado; en esta ocasión por Wadjet, quien se le acercó en un instante, y procedió a dar un pequeño salto para llegar a su rostro, envolver ambos brazos alrededor de su cuello y juntar sus labios con los de ella en otro dramático beso que duro unos segundos. San Gabriel tuvo que aceptarlo como el de Brigit, porque todavía no había regenerado manos para evitarlo.

—¡¿Qué parte de que "no es el momento" no entendieron?! —exclamó San Gabriel luego de que Wadjet cortara el beso, molesto porque ésta tampoco le hizo caso.

—¡Je, je, je! No seas aburrido estrellita —decía Wadjet como si estuviera jugando. Luego le da otro pequeño beso al arcángel y le suelta, para darle espacio a la reina fantasma.

—No te quejes y alégrate —decía Morrigan acercándose al arcángel con un tono sarcástico, aunque su expresión reflejaba verdadera molestia—. Deberías agradecer que no te estemos moliendo a golpes, por el maldito susto que nos diste cuando esa estúpida lanza atravesó tu blando corazón.

—Y supongo que omitirás castigarme ahora, porque un cuerpo herido no te daría mucho placer —contestó San Gabriel con igual sarcasmo y teniendo una expresión penosa y cansada.

Immortalem: Inicio del Nuevo MitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora