Capítulo XXXIII: Nueva Trinidad Familiar

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—No entiendo porque te molestas tanto —dijo Alyssa hablando en voz baja, sonriendo, juntando las manos en la espalda y mirando de reojo a su primo ángel—. Solo estuve continuando lo que deje a medias cuando nos bañamos juntos en el Lago de las Hespérides.

—Lo que hiciste ese día fue saltar sobre mí, tumbarme al suelo e intentaste aparearte conmigo a la fuerza —decía Israel con el mismo tono bajo, denotando además seriedad, incomodidad y molestia.

El ángel pelirrojo comenzó a levantarse de la cama, teniendo al mismo tiempo un absoluto cuidado para no despertar a su prima diablesa, cuyo sueño era tan pesado o tal vez era tan satisfactorio, que ni siquiera la conversación entre Israel y Alyssa la despertó. Y luego de tener éxito en conseguir levantarse de la cama sin despertar a Naamah (aunque ella se movió bastante), con un simple pensamiento Israel se ocultó la parte baja del cuerpo físico mediante flamas doradas. Después camino para acercarse a Alyssa, pero manteniendo cierta distancia de ella.

—Literalmente intentaste violarme —prosiguió Israel con su queja.

—Si la hembra lo goza entonces no cuenta como "violación" —argumento Alyssa de forma inocente y girándose para ver de frente a su primo ángel—. Y yo lo iba a gozar como no puedes imaginar.

—No sé de dónde sacaste esa opinión enferma y mejor no quiero saberlo. Pero lo que piensas no es correcto. No está bien aparearse sin consentimiento mutuo. Tampoco es correcto lo que me hiciste mientras dormía, en especial porque somos primos.

—En inmortales no hay nada de malo las uniones entre primos y hermanos. Pero en nuestro caso sería muy debatible, porque en términos biológicos tú padre y el mío no son hermanos, por ende nosotros no tenemos ningún tipo de lazo sanguíneo. En teoría no somos primos.

—Alyssa por favor entiende que jamás podré amarte más que como una hermana.

—Y yo te pido que entiendas que la existencia misma y el destino trata de unirnos —decía Alyssa acercándose de forma repentina hasta Israel, para luego sujetarle las dos manos—. Naciste con el poder del abuelo YHWH y yo nací con el poder de la abuela Khaos. Eres la encarnación de todo lo existente y yo la encarnación del vacío infinito. Nos une un vínculo más fuerte que cualquier lazo.

—Estas malinterpretando las cosas. Lo que sientes en realidad es la resonancia entre nuestros atributos. Tal como dijiste somos como el Yin y el Yang. Es natural que nos sintamos conectados de algún modo. Pero no es amor romántico ni nada parecido.

—¿Por qué no lo averiguamos entonces? —pregunto Alyssa acercando su rostro al de Israel, lo cual no fue nada difícil, ya que ella era un centímetro más alta que él—. ¿No te gustaría comprobarlo uniendo nuestros cuerpos físicos en un maravilloso acto de amor? Si lo que dices es cierto entonces ocurriría algo extraordinario, pero en caso de ser lo que digo yo, no sucedería nada, excepto el detalle de que tendríamos un hermoso hijo. Además fui yo quien te dio el primer beso; no estaría mal que también tuvieras tu primera experiencia carnal conmigo. Y como bonus yo también sigo siendo virgen.

Cada respuesta de Alyssa hacía sentir a Israel más incomodidad, hasta llegar al punto en que le dificultaba seguir tratando de razonar con ella, quien sin duda tenía una idea muy extremista de la relación entre ambos; estaba convencida al cien por ciento de que ambos debían ser pareja por aquel vínculo especial que los conectaba. Y además debido a que Israel fue la primera persona en brindarle amor incondicional a Alyssa, ella desarrolló un enfermizo apego hacia él; lo convirtió en su soporte emocional y único modo de conseguir la felicidad que jamás tuvo.

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