Relato V: La Kumiho Cazadora de Dioses

48 3 4
                                    

[700 D.C. Territorio Japonés: Mundo Yokai]

El mítico mundo donde habitan los fantasmas, bestias y criaturas espirituales del Territorio Japonés; como tal no tenía muchas diferencias respecto al antiguo Japón, ni tampoco al Mundo Mortal en sí. De hecho la única diferencia notable era que el Mundo Yokai poseía dos lunas, y era el cuarto planeta de un sistema solar de seis planetas. Además en los pueblos y reinos de aquel mundo había islas que flotaban cerca de las nubes.

En algunos puntos del Mundo Yokai había notables islas que flotaban cerca de las nubes, siendo los principales reinos donde flotaba al menos una isla. Y en un reino en particular, ubicado en medio de un extenso bosque y donde solo vivían bakenekos (gatos de dos colas) y kitsunes (zorros de nueve colas), se había desatado una feroz batalla cuando cayó la noche. 

Había estatuas y monumentos dedicados a los dioses japoneses, como la gran Amaterasu, que estaban siendo amarrados para ser derribados. Sin embargo los encargados de tal tarea, yacían descuartizados en el suelo. También algunas casas, colinas y grandes edificaciones se hallaban destruidas, y las calles estaban cubiertas de pedazos de humanos samuráis, que portaban el símbolo de un rayo azul en sus armaduras. 

El rastro de destrucción iba hacia un gigantesco templo budista con un patio; en el patio se estaban reuniendo innumerables filas de guerreros samuráis, todos con los ojos en blanco como si carecieran de vida o mente propia. Y en el interior de aquel templo protegido por los samuráis, se encontraba un humano japonés adulto, que vestía como un shogun de la Antigua Japón; su armadura era dorada con partes plateadas, y portaba un collar con el mismo símbolo del rayo. 

El hombre se encontraba arrodillado, rezando con calma frente a dos colosales estatuas; una de Buda y otra de Zeus. Ni siquiera cuando escuchó el colapso de las enormes puertas del patio, y luego se oyó el sonido de la carne siendo desgarrada, le hizo perder la compostura; los guerreros samurais de afuera estaban siendo despedazados, pulverizados y partidos por la mitad, al recibir patadas, golpes y zarpazos provenientes de una bestia inmortal, más salvaje y cruel que las bestias comunes del Territorio Japonés. 

Aquellos humanos samuráis, aunque tuvieran magia eléctrica en sus katanas, la cual era capaz de herir de gravedad a un inmortal, no tuvieron oportunidad contra la bestia que había venido allí con el objetivo de exterminarlos. Entonces vino el silencio al pasar diez segundos desde que se escuchó la masacre; era un silencio tan aterrador, que solo podía escucharse las oraciones de aquel shogun. Sin embargo éste detuvo sus rezos cuando las puertas del templo fueron abiertas de forma agresiva, por una patada proveniente de la bestia responsable de la masacre. 

Era una mujer de origen chino que parecía rondar por los 20 años; de constitución atlética, con pechos lo bastante desarrollados como para ser enormes, y unas piernas bastante tonificadas al grado de tener grandes nalgas. Tenía el cabello color morado negruzco y corto hasta debajo de la barbilla, pero lo mantenía sujetado en dos coletas que le daban un aspecto infantil, además de que tenía tres flequillos en la frente que le llegaban hasta las cejas. Su piel era tan pálida que parecía casi blanca, y el iris de sus ojos era de un brillante color rojo. 

Sus labios eran de un ligero color rosa claro natural, tenía un sombreado negro en los párpados y alrededor de los ojos, sus uñas eran negras y filosas cual garras, las cuales estaban bañadas de sangre. Y como ropa llevaba un pantalón holgado negro con rayas de tigre color rosa, vendas negras en manos y pies, y una ajustada camisa corta sin manga de color rosa con un pequeño escote, bordes negros y el símbolo del Yin y Yang en la espalda. 

Immortalem: Inicio del Nuevo MitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora