1. La vida en España

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Madrid, España

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Madrid, España. Marzo de 2024.

Descendía por uno de los futuristas ascensores subterráneos en Torre de Cristal, una de las cinco pertenecientes a CTBA, núcleo de administración kiniano de toda Europa. Habían pasado casi cinco años desde que llegué a Madrid. Las cosas habían cambiado, algunas para bien, otras para mal. Muchos creían que ya nada volvería a ser igual, pero desde que había conocido el mundo kiniano, nada me parecía imposible.

«Ding», las puertas vítreas del ascensor se abrieron y un par de compañeros de trabajo, vistiendo de traje, entraron en silencio. Se sorprendieron un poco al verme, pero no dijeron nada. El recorrido continuó con normalidad.

El mundo atravesaba una etapa difícil, un desconcierto generalizado provocado por la guerra fría que tenía lugar en el mundo energético. La reaparición de El Supremo era un secreto a voces, un rumor que se había corrido entre los vampiros, provocando que muchos fanáticos se sublevaran contra el sistema. Mi padre, Keitor, en conjunto con los otros sabios ancianos, hacía todo lo posible para mantener el equilibrio y la estabilidad entre humanos y kinianos, sin embargo, era imposible mitigar todos los estragos dejados por el enfrentamiento silencioso.

La epidemia en el 2020 fue seguida por atentados de orígenes desconocidos, desapariciones, desastres naturales, crisis económicas y más. Una oleada de males azotaba a la humanidad desde las sombras. A pesar de eso, con algunas catástrofes superadas, otras en transición, y algunas más destinadas al porvenir, la vida seguía su curso.

Para algunos podría ser fácil pensar que el fenómeno era algo nuevo, pero la verdad es que no sería ni la primera ni la última vez que el planeta se agitaba por una contienda secreta. En el pasado también se habían llevado a cabo enfrentamientos entre las razas energéticas, dejando atrás consecuencias irreparables. El desastre de Chernóbil en 1988, por ejemplo, era uno de los más recientes, tan sólo precedido por la Gran Guerra Kiniana de 1934, que terminó desencadenando la Segunda Guerra Mundial.

La historia del mundo energético, de mi mundo, era interminable, y me sentía afortunada de estar formando parte de un nuevo pasaje que seguro quedaría grabado en los libros para la posteridad. Ya no era la misma de antes, ya no era esa niña aterrada que tenía pesadillas o que no podía conciliar el sueño. Había estado en el infierno, pero conseguí escapar. Ahora era una mujer que apreciaba su vida, la disfrutaba, y sacaba provecho de ella para, dentro de lo posible, poner mi granito de arena para hacer del mundo un lugar menos podrido. Se lo debía a todos aquellos que no tuvieron la misma fortuna que yo. Y eso es justo lo que estaba haciendo, aprovechando mi vida y explotando mis capacidades al formar parte de la Guardia Kiniana de Madrid.

«Ding».

El sonido del ascensor parando en el subnivel 14, mi destino, precedió al provocado por las puertas abriéndose. Di un paso afuera, no sin antes dirigir una sonrisa cortés a quienes se quedaban dentro. El par de kinianos trajeados devolvieron el gesto y sus rostros desaparecieron tras el cierre de las puertas.

Esclava de la Realidad 3: El Trono del PrimeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora