41. Siguiendo la verdad

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Hablé con Kiva antes de ir a la sala de interrogatorios, tal y como me lo pidió

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Hablé con Kiva antes de ir a la sala de interrogatorios, tal y como me lo pidió. Ahí, me contó sobre lo que ocurrió antes, sobre aquella misión que lo marcó. Me dijo todo sobre la UEE, sobre haber sido miembro, antiguo amigo de Kan. Me habló sobre lo duro que fue formar parte de eso, y que se arrepentía de muchas cosas de su pasado. Mencionó entregar a un amigo a la justicia, con tal de hacer lo correcto, y las consecuencias que eso trajo para él. Por eso había tratado de alejarse, de mantenerse fuera de los conflictos.

Fue una conversación corta, porque Kiva, omitió una parte esencial en su historia, algo sobre un proyecto secreto que, según él, tenía que descubrir por mí misma. Por eso me pidió que hablara con Mateo. Habían pasado toda la noche interrogándolo, y ahora sabían que poseía información clave que podría llevarnos a la etapa final. Eso me hacía pensar que, aquello que Kiva me ocultaba, lo hacía sólo para que yo formara mi propia opinión al respecto. Ya hablaríamos después sobre eso.

Estaba de pie, en la sala de interrogatorio. Sentado, en el centro, se encontraba Mateo, esposado. Nunca creí encontrarme en esa situación, y mucho menos que la estaría disfrutando. No, no tenía remordimiento. Todavía no podía creer que hubiera abusado de mi confianza de esa manera. Sabía que odiaba las mordidas, y sabía que, aunque sus intenciones fueran buenas en el comedor, tenía malos recuerdos de él clavándome un cuchillo en el corazón. De alguna forma, lo que había hecho se sentía muy parecido. Era increíble que, hasta hace poco, estuviese saliendo con ese intento de hombre.

—¿No vas a decir nada? —preguntó.

—Lo estoy pensando, ¿de acuerdo?

Qué osado era. Mira que presionarme de ese modo. Realmente estaba conteniéndome para no hacer estupideces. Se lo había prometido a Selene, que iba a controlarme. En ese momento, necesitaba estar tranquila, pensar claro para obtener algo de información de él. Lo que Mateo sabía, no lo soltaría tan fácil. Podría ser un tonto, pero sus convicciones eran muy fuertes.

—¿Por qué lo hiciste?

Decidí comenzar con una pregunta fuera de tema, ablandando el camino hacia una situación personal. De esa forma, tal vez podría apelar a la humanidad que le quedara, si es que aún había algo de eso en él.

—¿Por qué hice qué?

—Ya sabes de lo que hablo, Mateo, ¿por qué te atreviste a hacerme eso? ¡Yo confiaba en ti!

Desvió la mirada, avergonzado.

—No creo que sea momento para eso, ¿podríamos mantener esta conversación, profesional? Créeme, no fue nada personal, no lo hubiese hecho nunca si no hubieses estado en ese lugar, y en ese momento.

Me acerqué a él, me agaché para ponerme a nivel de su rostro y lo miré a los ojos.

—Pero sabías que iba a estar ahí, lo sabías, lo tenías contemplado, y usaste esa confianza para burlarte de mí otra vez.

Esclava de la Realidad 3: El Trono del PrimeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora