Me levanté de golpe, con un repentino dolor de cabeza.
—¡Kiva! —grité, sin embargo, me encontré en un lugar diferente, una sala de tratamiento etéreo.
—¡Despertó! —exclamó alguien, a mi lado.
Giré la vista para ver a la dueña de la voz.
—Se... ¿Sely? ¿Mamá? —pregunté, al ver a las dos sentadas junto a mí.
—Nos tenías muy preocupadas —dijo mi madre—, tardaste dos días enteros en despertar.
—Dos... ¿Dos días?
Me llevé la mano a la cabeza, tratando de asimilar lo que ocurría. ¿Por qué seguía viva? ¿Cómo había llegado hasta Madrid? Y más importante aún, ¿en dónde estaba Kiva?
La puerta deslizable de la habitación se abrió, y alguien entró corriendo. La gabardina negra de mi padre se vislumbró ondeando, mientras llegaba a toda prisa a los pies de mi cama.
—Ziri, ¡qué alegría! ¡Has despertado!
Se retiró las gafas negras para limpiar sus ojos llorosos. Sin embargo, yo no estaba muy contenta con los resultados.
—Lo siento yo... he fallado.
Un silencio se formó en la habitación.
—Apreciables damas, ¿serían tan amables de darme unos momentos con ella?
—Por supuesto —respondió Selene—, mejórate pronto, Kat, Apestosito te necesita.
—Ya sabes dónde encontrarnos, hija, nos alegra mucho que estés bien. Ten más cuidado, por favor. No eres indestructible.
—S-Sí, de acuerdo —balbuceé.
«No eres indestructible», esas palabras resonaron en mi cabeza más que cualquiera de las demás.
—Ziri, discúlpame, por favor —habló mi padre, en tono sincero, una vez que Selene y mi madre salieron de la habitación—. Todo es culpa mía, no debí enviarte a una misión tan peligrosa como esa...
—¿Estás dudando de mi capacidad, padre? —pregunté, molesta.
Desvió la mirada, apenado.
—N-No es lo que quise decir, es sólo que... pensar que estuve tan cerca de perderte. No permitiré que vuelva a ocurrir.
Me incorporé, sobre la cama.
—Tendrías que encerrarme para que eso suceda. No es momento para cuidar de mí como si fuese una niña. Lo que pasó allá fue culpa mía, y de nadie más. No supe manejar la situación, me faltó experiencia. —Tomé aire—. Pero no volverá a pasar.
Mi padre hizo silencio por un momento.
—Has madurado mucho, pequeña —dijo, al cabo de unos momentos—. Tienes razón, no volveré a decir algo así. Dudar de mi sangre, es igual a dudar de mí. Lo menos que necesitamos en estos momentos, son dudas.
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Esclava de la Realidad 3: El Trono del Primero
ParanormalCinco años después de los eventos de Mundo Energético, Katziri se ha convertido en un miembro funcional de la Guardia Kiniana española. Entrenada por el mismísimo Maestro de la Realidad, Dios de la Justicia, deberá enfrentarse a nuevos retos que pod...