22. La caída del dragón

39 13 4
                                    


Habían pasado tan sólo unos días desde el desastre con los valinianos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Habían pasado tan sólo unos días desde el desastre con los valinianos. Gracias a la rápida intervención de Kady, toda información que alcanzó a escapar a través de internet sobre aquel evento, fue considerada falsa o irrelevante. Nadie creía en los muertos vivientes, punto a nuestro favor.

La memoria de todo Madrid tuvo que ser modificada en masa a través de las cuerdas de la Realidad, un trabajo que sólo pudo haber realizado mi padre, amplificando su poder con ayuda del Cristal Supremo. La reconstrucción de la ciudad correría por cuenta de nuestra administración, auspiciada por el fondo kiniano para desastres energéticos. En muy poco tiempo todo volvería a la normalidad.

Como todo había terminado, volvía a tener tiempo libre, el cual pasaba metida en mi apartamento, sin el más mínimo deseo de salir a ver la luz del sol. Selene, Apestosito, y comunicación con mis padres, tenía todo lo que necesitaba ahí dentro. La paz reinaba otra vez, al igual que mi soltería.

—Qué mal, me hacía ilusión salir algún día en una cita doble contigo y Mat —dijo Selene, arrojando una palomita de maíz a su boca.

Estábamos sentadas en el sofá amplio, viendo la holovisión como siempre. No mirábamos nada en especial, tan sólo estábamos allí, sentadas, comiendo chucherías, acariciando a Apestosito que dormía en el espacio entre nosotras dos, y rociándolo de tanto en tanto con aromatizante con alcohol. El proceso de descomposición del cadáver se estaba volviendo incontrolable, pero Kirk aún no daba noticias sobre el biocontenedor prometido.

—Si no te molesta que haga un mal tercio, puedo salir contigo cuando tengas pareja. ¿Quién diría que tu meta era ser una rompecorazones?

No me importaba que hablara del tema, llevábamos discutiéndolo desde que volví y le conté lo ocurrido. Esa noche, con mi triste historia, le arrebaté gran parte de su felicidad por haber recibido su primer injerto de piel sintética. Primero lloramos juntas, después hice a un lado mis problemas para felicitarla por tan tremendo logro, y ahora podíamos darnos el lujo de hablar sin tapujos sobre mi relación fallida, o sobre su futuro como conquistadora.

—Sabes que bromeo, no me interesa en lo absoluto —habló, tocándose las mejillas con los dedos—. Sé que lo has dicho mil veces, pero todavía me cuesta creer que volveré a tener una piel normal. Me gusta la idea, pero, todavía no sé, es decir, no sé si lo necesito.

Me encogí de hombros.

—No te cierres a las posibilidades. Si no te gusta, siempre podemos volver a destrozarla, ¿no crees?

Ambas reímos. Vaya sentido del humor que a veces teníamos, sólo aplicable entre las dos.

—Me alegra que puedas reír así después de... ya sabes.

De pronto, mi risa se esfumó y volví a la tranquilidad habitual. Comí un puñado de palomitas.

Cinco años de relación se habían ido por el drenaje, tan sólo porque no pude mantener mi boca cerrada. Extrañaba a Mateo, a veces no podía dejar de pensar en los momentos buenos que pasamos, pero luego recordaba los malos, su actitud orgullosa y la terquedad que le impedía aprender de mí. Yo tenía experiencia con lo que pasaba, entonces, ¿por qué no me escuchaba? No quería recibir mis consejos, no creía en mis palabras o en mis acciones, para él, lo que yo hiciera era inútil siempre que no estuviese relacionado con los vampiros. Yo había estado en esa posición antes, esa en la que sólo quieres venganza, sólo quieres asesinar, pero al final comprendí que la muerte no es lo que sacia esa sed, sino todo un proceso que incluye los medios, la resolución, y el perdón.

Esclava de la Realidad 3: El Trono del PrimeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora