30. La única salida

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El sonido de las turbinas del jet privado, detrás de mí, dificultaba escuchar las voces, aunque no lo suficiente como para evitar una comunicación clara

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El sonido de las turbinas del jet privado, detrás de mí, dificultaba escuchar las voces, aunque no lo suficiente como para evitar una comunicación clara. Mamá ya lo había abordado, pero yo aún no. Casi estaba lista, sólo intercambiaba palabras finales con mis dos compañeras.

—Siento no haber sido de gran ayuda —decía Kori—, no creí que fuera hacer una aventura tan calamitosa.

—Si te soy sincera, yo tampoco —respondí, elevando la voz.

—Oye, Kat, gracias, por todo. Hace mucho que no me divertía tanto. Prometo que la próxima vez que nos veamos estaré a la altura.

Miré a Kremura.

—Realmente estuviste a la altura, Kremura. —Puse la mano en su hombro—. Sigue practicando, estoy segura de que te convertirás en una increíble guardiana. Sólo, eh... trabaja en ese carácter, ¿de acuerdo? Por cierto, ¿me llamaste, Kat?

—¡Silencio, conejita!

Asentí, satisfecha.

—Así está mejor —aseveré.

La joven me lanzó una mirada acusadora, pero enseguida la cambió por una expresión bromista. Ambas reímos.

—Me apena un poco que te marches ya, pero no me arrepiento de nada. Ha sido una aventura que nunca olvidaré.

Sostuve a Kori por los brazos, la miré a los ojos.

—A mí también me dio gusto verte y, créeme, ¡será imposible olvidar lo que vivimos hoy!

Kremura se cruzó de brazos, y asintió con una sonrisita triunfante.

—Estamos haciendo historia, sí señor. Además, la mitad de los altos mandos están muertos, y necesitarán reemplazos. Estoy segura de que haber ayudado a destruir un Cristal Supremo debe darme puntos o algo más.

—Nunca cambias, Kremura. La mala noticia para ti, es que creo que esa mujer, no recuerdo su nombre, la General Supremo de la guardia, sigue viva. No parecía tener buen humor cuando la conocí, así que tal vez esté lista para castigar a todos los subordinados que queden con vida.

La chica dio un paso atrás, titubeando.

—¿La general K-Keravy? —cuestionó—. ¡¿T-Te encontraste con ella?! No te ha hecho nada, ¿o sí? ¡Es el diablo en persona!

Reí un poco, al recordar el biocontenedor de la engreída mujer haciendo explosión.

—Tal vez no quiera volver a verme en lo que reste de su larga vida. Envíale un saludo de mi parte cuando la veas. Debería irme ya, antes de que toda esa gente se dé cuenta de que sigo aquí y venga a adorarme.

—No te apures, yo fomentaré esas ideas —dijo Kori, guiñándome un ojo.

Kremura hizo un gesto de asco, y se dio la vuelta. Kori me miró con los ojos llorosos.

Esclava de la Realidad 3: El Trono del PrimeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora