Un nuevo día, una nueva oportunidad de aprovechar la increíble vida que tenía. Sely seguía dormida, despertaba hasta tarde, especialmente después de pasar la noche en vela mirando la última serie de Ketflix, le gustaban los dramas de ciencia ficción que trataban sobre valinianos o sobre alienígenas. Los últimos años le habían servido mucho para volver a sentirse como una persona normal, y ahora, como mi posesión, no tenía otra preocupación además de disfrutar lo que el mundo energético podía ofrecer. Esa era una de mis metas personales cumplidas, una que también me hacía muy feliz. Su compañía era muy agradable, juntas nos sentíamos fuertes, invencibles.
La versión civil del uniforme civil de Espectro constaba de un traje elegante y gafas negras opcionales, conjunto que se convertía en una larga gabardina negra gracias al anillo metamórfico. Preparada para otro día de trabajo, dejé atrás el bello jardín de mi apartamento. Coloqué la palma de la mano en el sensor que llamaba al elevador, y en unos instantes ya me encontraba descendiendo hacia la planta baja de la torre. Observaba pasar los pisos, uno a uno, mientras pensaba en lo acontecido el día anterior. Llevé la mano al reloj de arena que llevaba en el pecho, bajo la blusa. No tendría un destino si seguía viviendo tal cual lo hacía, pero eso no me importaba. Para mí, el único destino que tenía ya se había cumplido hacía mucho tiempo. Mi madre estaba bien, Selene también, tenía un novio atento, un padre amoroso y Velasco seguía pudriéndose en un cristal de estasis, viviendo la aterradora experiencia que causaba a sus presas una y otra vez. Si de verdad el mundo estaba a punto de ser agitado por una nueva catástrofe energética, entonces moriría con gusto, o haría lo necesario para repararla. Me sentía lista para enfrentar lo que fuera.
Las puertas del ascensor se abrieron. Salí a paso rápido por el vestíbulo, junto con más personas de traje que también se dirigían a sus respectivos empleos.
Afuera del edificio me topé con la mirada de un joven.
—¿Estás lista, bella dama? —cuestionó Mateo, haciendo una ligera reverencia y extendiendo una rosa blanca que ocultaba a su espalda.
Recibí la rosa, la olí y sonreí a mi pareja. Acto seguido, incineré la flor con una flama energética. A la vista humana, incapaz de distinguir la energía kiniana, habría sido un movimiento imperceptible. El acto no era un rechazo, ni mucho menos, sino una rutina diaria arraigada desde hacía ya un par de años. Él me traía una rosa y yo la desintegraba como símbolo de agradecimiento. Como ninguno de los dos tenía tiempo de cuidar de la flor durante el resto del día, desaparecerla era el gesto más noble posible para su bella existencia.
—Eres adorable, Mat, gracias —respondí, halagada.
—Te ves magnífica, igual que siempre —declaró, ofreciéndome el brazo para que lo tomara.
Y eso hice. Mateo y yo comenzamos a caminar, uno a lado del otro. Yo lo sostenía del brazo mientras él acariciaba el dorso de mi mano. Todo kiniano que trabajase en CTBA sabía de nuestra relación, incluido mi padre, así que no nos preocupaba en absoluto. Todos los días Mateo iba por mí a la Torre PwC para caminar juntos a los cuarteles de la guardia. Ambos trabajábamos en el mismo edificio, aunque en secciones distintas. Yo formaba parte de la Guardia Kiniana, mientras que él era parte de la Guardia de Investigación Vampírica. Los dos teníamos trabajo últimamente, mucho trabajo, y apenas teníamos tiempo para vernos durante el resto del día.
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Esclava de la Realidad 3: El Trono del Primero
ParanormalCinco años después de los eventos de Mundo Energético, Katziri se ha convertido en un miembro funcional de la Guardia Kiniana española. Entrenada por el mismísimo Maestro de la Realidad, Dios de la Justicia, deberá enfrentarse a nuevos retos que pod...