Independencia

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Capítulo 8

Independencia


Intento relajarme y olvidar que mamá desea hablar conmigo, y en cambio, me visualizo de la mano de Cristian, caminando por la orilla de la playa, sin duda mejor que saber que mi madre está enojada, o más bien furiosa, según me lo ha hecho saber Susan, por lo que me pregunto: ¿qué habré hecho, ahora, para disgustar a la correcta Beatriz Fitzalan-howard? Ella, que jamás ha cometido un error, la perfecta.

Sin ni una pizca de ánimo salgo de mi departamento, directo a la mansión donde viven mis padres. Voy tan feliz recordando cuando hicimos el amor con Cristian, que supongo que nada ni nadie puede arruinar mi felicidad, sin embargo, me siento inquieta, no es fácil hablar con mi madre, y menos sabiendo que esta disgustada, es como si fuera directo a un precipicio, y, por más que pienso, me he cuidado de no exponerme demasiado con mis salidas con Cristian, aunque debo admitir que él se cree mi dueño cuando estamos en un público, y en la intimidad... también.

«¡Ay, Cristian»

No hay vuelta atrás, estaciono mi automóvil, me dirijo a la sala donde está esperando mi madre, y como de costumbre hago mis ejercicios de relajación que, para ser sincera, no me ayudan en nada, y analizo todas las posibilidades de porqué está furiosa, y pienso en las excusas que podré darle sin saber que está pasando por su cabeza. Antes de entrar a la sala, saludo a Julio, quien me mira con lástima, un indicio de que mi juicio no será fácil y de seguro, iré a la cárcel, hipotéticamente hablando.

─ ¡Buenos días, madre! ─saludo con toda naturalidad, sin demostrar los nervios que me están comiendo las tripas.

─ ¡No creo que sean muy buenos días! ─exclama con esa típica voz enérgica, la cual utiliza en la corte para intimidar al adversario, y conmigo que soy su única hija, sangre de su sangre, producto de un amor verdadero.

Sin darme tiempo a nada, estira su brazo con un sobre en la mano, el cual, sin saber su contenido, me hace temblar, pues sé que no es un regalo en dinero en efectivo, porque me lo hubiera depositado. Sin quitar mi mirada de sus ojos, que me dicen que está más que enojada, recibo lo que me entrega. Me siento en el sofá y abro el sobre, de cual salen unas fotografías donde estoy abrazada a Cristian, en otras nos besamos y caminamos de la mano. Sonrío levemente ante la imagen que proyectamos, y puedo decir que nos vemos lindos juntos, no obstante, no estoy para analizar nada, y la sonrisa se me borra, pues, ante los ojos de mi madre todo está mal, y en cierto modo la comprendo, por otro lado, no puedo negar que la de la fotografía soy yo, a no ser que tuviera una gemela, que, por cierto, se viste como yo. En cuanto a Cristian, me siento un poco más aliviada, pues no se aprecia que se trate de él.
Asumiendo las consecuencias de mis actos, miro directo a sus ojos, dándole a entender que es mi vida, que estoy cansada que piense por mí, que me fastidia que siga controlándome.

─ ¿Qué hay con esas fotografías? ─le desafío, con nervios de acero, por fuera por lo menos, porque por dentro, tengo una úlcera a punto de estallar.

─ ¿Estás segura de tu pregunta? ─cuestiona notando un cambio en mi─. ¡Por Dios! ¿No te das cuenta de que estás besándote con un hombre que no es tu novio?

─ ¡Creo que es una explicación que solo le debo a Liam! ─exclamo enérgica, sin levantarme del sofá porque las piernas las tengo como gelatina y no deseo que lo note─. Sinceramente estoy fastidiada que siempre te entrometas en mi vida.

El rostro de mi madre es digno de retratar, jamás imaginó que su sumisa hija la encarara de esta manera.

─ ¡Qué falta de respeto es esta Isabelle! No te he educado en los mejores colegios de señoritas para que me hables de esta manera. ¡Soy tu madre!

CAMALEON (completa. + 18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora