Deseo concedido

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Capítulo 6

Deseo concedido

De vuelta a la realidad en Londres, y no dejo de pensar en los días de ensueño que pasé con Cristian, dejando de lado, por supuesto, nuestra discusión, y el hecho que siempre se salga con la suya, aunque no dejo, también, de maravillarme con su faceta tierna y protectora, sin duda, me será muy difícil dejarlo partir cuando me diga que el juego se acabó, y a pesar de eso, quiero vivir este momento.

«¿Qué malo puede pasar? Solo extrañarlo un par de días y ya»

Diez, veinte, treinta vueltas en mi cama y no logro conciliar el sueño; no puede ser que un par de noches durmiendo acompañada sea suficiente para querer seguir haciéndolo. Me levanto de la cama, y camino hacia la ventana para mirar los edificios de la cuidad, muchos ya están dormidos, sin luces encendidas, y yo aquí, añorando a un hombre loco, sin saber que podrá estar haciendo ¿Se acordará de mí? Intento no pensar estupideces y regreso a la cama, pues estoy siendo patética, y es una locura sentirme así, sin poder sacarlo de mi cabeza, extrañando a una aventura sexual que dejé de ver hace un par de horas.

Un nuevo día, y el verano llegará en un par de semanas. Empiezo a hacer planes para hoy, tengo tantas cosas que hacer, que no sé si me alcanzará el tiempo; tal vez, sería bueno dejar algunas actividades de lado, pero ir a la universidad es importante, ya que falta muy poco para terminar la carrera, podría dejar la visita con mi padre para otro día, sin embargo, la ansiedad de saber que obsequio me ha traído de su viaje a Francia es más fuerte. También está la visita al centro de rehabilitación, y necesito saber cómo está la madre de Madeline, eso ya es de carácter urgente, esa niña necesita a su madre y me comprometí con la ayuda. Hago una mueca, pues sé que en la lista de quehaceres hay algo superficial, pero decido ser la super mujer y realizar los planes pactados, aunque llegue muerta a casa.

Miro la hora, y creo que Susan se ha quedado dormida. Voy a su cuarto, toco a la puerta un par de veces y no responde; abro sigilosamente y meto la cabeza, y al darme cuenta de que está sola decido entrar.

— Susan, levántate —sugiero—, prepararé el desayuno ─digo, haciendo reaccionar a mi amiga, quien abre los ojos, se incorpora y toca mi frente.

— ¿Estás enferma? —indaga─. Estoy segura de que tienes fiebre —arrugo la frente sin entender, hasta el punto de tocar mi rostro para cerciorarme yo misma, pero luego reacciono en que debe haber estado soñando.

— ¿Por qué crees que estoy enferma? Me siento bien.

— Me estás ofreciendo desayuno, y no sabes hacer ni un huevo cocido, es más, no sabes ni poner el pan en la tostadora.

— ¿No dicen que la intención es la que vale?

— Si tú lo dices —comenta—, por cierto, ¿qué hora es?

— Las... Las siete —digo mirando la hora en el celular de Susan.

— ¿¡Las siete de la mañana y estas bañada y vestida!? —pregunta sorprendida.

— No podía dormir, me aburrí en la cama y me levanté. Por cierto ¿dónde está José?

— José se fue...

─ ¿¡Qué!? ─le interrumpo, impresionada con lo que he escuchado─. Ven aquí ─digo estirando mis brazos para que sienta mi cariño y apoyo incondicional─. Pero ¿cómo no me dijiste? Ay, qué loca que soy, no recordaba que no estuve el fin de semana. Igual me siento culpable, no sirvo como amiga, pero no te preocupes, estoy contigo, aquí está mi hombro para que llores si deseas desahogarte.

─ Ay, Dios. Yo estoy bien, solo déjame continuar. No he terminado mi relación con José.

─ Menos mal. Imagínate, ¿quién nos acompañaría en muestra borrachera?

CAMALEON (completa. + 18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora