Capítulo 1
Su pie se movía insistentemente, golpeando suavemente el piso, esperándolo como de costumbre. Supuestamente, ella debería ser la que tardara horas en arreglarse para ir a la escuela, pero era todo al revés, Sam era como una chica, se tardaba demasiado en salir.
-Evans, si no bajas ahora, me iré sin ti, te lo juro –dijo exasperada. Sus juramentos no eran en vano, así que Sam corrió escaleras abajo, y le sonrió coquetamente, esperando que lo disculpara por tardarse. Ella rodó los ojos, como siempre.
-Hola –dijo finalmente Sam. Ella arqueó una ceja. -¡no te enojes!
-Si me saludas, puede que no lo haga –dijo ella seriamente. Sam se acercó y le besó la mejilla sonoramente. Ambos rieron –Okay, okay, vamos.
-Eres la mejor ¿lo sabías? –ella asintió y ambos rieron. Como de costumbre, caminaban al colegio, juntos.
Llegaron al colegio, y antes de entrar, se lanzaron una mirada, desde ahí ese portón de entrada, en adelante, no se miraban. Así eran las cosas, pese a que todos sabían que Sam y ella eran amigos, era una especie de “regla”. Ella se reunía con Rachel, y Sam se iba con sus amigos y las chicas populares. Más de alguna vez ella se había preguntado si Sam se avergonzaba de ser su amigo, pero la respuesta de Sam ante su alejamiento dentro de la escuela era:
-Ese mundo no es para ti, está lleno de cosas sucias.
Y la explicación a esas “cosas sucias” nunca había llegado. Rachel llegó con su sonrisa amable, como todos los días. La saludó y entraron juntas.
-¿Llegó tu amigo? –preguntó refiriéndose a Sam.
-Sí, se fue con sus amigos. –dijo Quinn sin darle mucha importancia.
-La rutina de siempre, ustedes hacen como que no se conocen. –Dijo ella poniendo los ojos en blanco -¿por qué se lo permites?
-No es cosa de permitírselo o no Rachel, solamente que no encajo con sus amigas y amigos, y preferimos mantener distancia. –Dijo Quinn
-Su amistad es la cosa más rara que existe. –Concluyó Rachel
-Lo sé, pero me gusta así. –musitó finalmente.
Y Rachel no mentía, la amistad de ambos era rara, desde la secundaria para adentro, eran perfectos desconocidos, pero afuera, eran casi hermanos. Nunca Rachel lo había comprendido, incluso Sam le desagradaba, por sus aires de grandeza y que prácticamente llevaba un cartel en la frente que decía “mujeriego”.
Sam, mientras tanto, le golpeaba el hombro a Puck durante la clase de matemática. Estaba aburrido, no tenía gracia la clase con el suplente. El quería a la profesora de siempre, aquella a la que le lanzaba miradas coquetas, y que ella se sonrojaba. Era joven, tenía veintinueve años, y tenía un cuerpo hermoso. Sam había hecho una apuesta con Puck respecto a ella.
-Te apuesto que me tiro a la maestra antes de fin de curso. –Había dicho Sam
-¿Cuál es la apuesta? –preguntó Puck interesado.
-Si me la tiro, tendré pase libre para usar tu moto cuando yo quiera durante todo un año –dijo Sam sonriendo satisfecho. Puck arqueó una ceja, era imposible que Sam se acostara con la señorita Smith.
-Si yo gano, quiero tu consola –dijo Puck satisfecho de su apuesta.
-Hecho –dijo Sam dándole la mano.
Por lo tanto, ahora Sam estaba frustrado, necesitaba conquistar a esa mujer, de alguna forma, acabaría acostándose con ella.
-Veo tu consola más cerca de mí –le susurró Puck al oído.
-Cállate –Sam le pegó una patada por debajo de la mesa. Puck ahogó un grito. Sam río tapándose la boca para no hacer ruido.
-Bueno, sé que la ganaré, no te da para tirarte a Smith –susurró Puck.
-Sí me da, estoy seguro que acabará en mi cama, o por lo menos, en la mesa mientras yo… -dejó la frase inconclusa, y Puck arqueó una ceja.
-¿Le contaste a Quinn que planeas tirarte a la profesora de matemática? –preguntó Puck.
-No, ¿por qué tendría que contarle? –preguntó Sam arqueando una ceja
-No lo sé, es tu mejor amiga, deberías contarle, quizás te ayude a preparar el ambiente para tirarte a Smith –dijo Puck divertido
-No, no le contaré –dijo Sam decidido. Puck sonrió divertido
Aunque si Sam lo pensaba bien, quizás podría ponerla celosa al contarle que se quiere acostar con una mujer doce años mayor que él. Se imagina la cara de Quinn cuando se entere, su regaño, todo absolutamente todo está en su mente. La forma en que abriría sus ojos verdes de sorpresa, la forma en que luego de eso, frunciría el ceño enfadada con él, luego su frase “no tienes remedio, Evans”, y la forma en que el se reiría, divertido ante la mueca de asco cuando le dijera la forma en que lo haría. Sería divertido, y aunque era totalmente estúpido creerlo, aún tenía la vaga ilusión de despertar los celos en ella.