Ya no había escapatoria, Sam estaba ahí, caminaba con paso inseguro, como asegurándose de que todo era real. Ella no lo miró otra vez, tampoco pronunció palabra alguna. Sus manos temblaban, tenía miedo del futuro, miedo del momento y miedo del pasado. ¡Era una cobarde! Necesitaba fuerza, pero tampoco sabía que hacer.
-Quinn -dijo ahora con voz firme el rubio.
Ella no levantaba la vista, mantenía su cabeza entre sus manos, mirando al suelo. Su sedoso cabello caía, impidiéndole ver su rostro. –mírame cuando te hablo, por favor –sonaba tranquilo, más de lo que jamás creyó que estaría al verla otra vez. Habían sido entre cuatro o cinco meses, pero se le habían hecho demasiado eternos. Y ahora que estaba ahí, necesitaba una explicación. Una razón que justificara todo el dolor que había pasado.
Ella por fin levantó la vista. Sus ojos rojos, con rastros claros de llanto. Dolía verla tan apenada, pero estaba tan feliz de volver a mirarla a los ojos.
-¡Oh dios! Realmente eres tú –dijo maravillado -¡No tienes idea como te extrañé! –dijo acercándose a ella, listo para acogerla entre sus brazos, pero ella bruscamente se levantó y se separó. -Quinn ¿qué pasa?
-Sam...nosotros ya no somos nada –dijo ella intentado sonar firme. Aunque su voz demostró toda la inseguridad.
-¿Quinn? ¿Hablas enserio? ¿En solo cuatro meses ya no soy nada para ti? –preguntó frunciendo el ceño.
-Sam, en cuanto me fui, todo acabó. –dijo ella ahora con más firmeza –así que por favor, permíteme retirarme. –comenzó a caminar en la única dirección posible, junto a Sam, pero el la agarró fuerte del brazo.
-Espera, no te irás, no ahora. Me debes una explicación –dijo el un poco molesto. Estaba al borde del colapso. Emoción, nervios pero ahora rabia.
-No te debo nada, Evans –dijo fríamente. Pero Sam, quien la conocía más que ella misma, solo dijo.
-Veo en tus ojos que estás actuando –dijo Sam con una mueca burlona –te conozco tanto Quinn, más que tú misma. Sé que cuando tienes rabia o impotencia no puedes contener las lágrimas, y que cuando mientes, intentas mantener la mirada, pero no te dura demasiado, como lo acabas de hacer. Y sé que estás a punto de llorar, porque estás evitando mi mirada ahora mismo. –dijo Sam acercándose a ella.
-Déjame –dijo ella con la voz quebrada
-¿Por qué Quinn? ¿Por qué cariño? –preguntó él acariciándole el cabello. –solo dímelo, sabes que yo sea como sea te comprenderé mi amor... -susurró cerca de su oído. Aspiró su perfume, intentando grabárselo para siempre.
-No Sam –su voz ya no mostraba firmeza, estaba quebrada, comenzó a llorar, solo lloraba. No tenía idea como decirlo. No sabía que decir, tenía miedo, pero no quedaba mucha escapatoria.
-Dímelo mi amor... yo puedo ayudarte, sabes que lo haré –dijo él aferrándola a su cuerpo. No podía dejarla ir, no ahora.
-¡No te amo Sam! –gritó ella. Sam sintió su pecho apretarse, pero pese a que una parte de él le creyó, al mirarla a los ojos solo dijo.
-¡No más mentiras, Quinn! Vamos con la verdad ¿quieres? –Ahora estaba molesto -¡dime porque! ¡Por qué me dejaste sin más que una maldita carta! ¿Crees que eso explica algo? NADA –gritó -¡se supone que confiabas en mí!
-Sí confiaba en ti –dijo ella llorando a mares. Sam luchaba por no echarse a llorar. La miró con dolor, lleno de dolor y rabia.
-¡Entonces dime! ¿POR QUÉ MIER*DA TE FUISTE ASÍ? –gritó alteradísimo. Ella lo miró atemorizada, pero totalmente dolida. Los ojos de Sam brillaban, esperando la oportunidad de dejar salir lágrimas -¿o realmente no me amas? ¿Tienes a otro? ¿Qué?
No lo soportó más, miró el verde de los ojos de Sam. Ese sincero y puro amor que le mostraba, dejando ver el temor que sentía al dejarla ir. Mostrándole cuanto la necesitaba, y cuanto necesitaba la verdad. Ella lloraba silenciosamente, hasta que finalmente dijo.
-Fue él... -susurró. Sam frunció el ceño.
-¿Él que Quinn? ¿Quién? –preguntó alterado.
-¡Rob me violó, Sam! –gritó finalmente tirándose de rodillas al pasto, con la mirada perdida, mientras le costaba respirar a causa del llanto. Sam se había quedado petrificado. –Y no fue solo una vez... -agregó en un tembloroso susurro.
Sam había colapsado. No había palabra que definiera que sentía. Estaba congelado, con los labios apretados, mirándola fijamente llorar con las manos en el rostro. Parecía que su cerebro aún no procesaba la información.
Su cuerpo temblaba, y no reaccionaba. Ella sollozaba, mientras él, solo la miraba. Por su mente corría una serie de recuerdos, pensamientos y sentimientos, todo mezclado.
-¿Qué...? –sus labios no pronunciaron otra cosa. Era una mentira ¿cierto? Necesitaba dejar de alucinar. Necesitaba dejar de soñar con ella. Pero no era un sueño, porque debería haber despertado.
-Él... el día de la graduación... me golpeó cuando entré a ducharme antes de vestirme... y –su voz se quebró. Recordó todos esos tormentosos momentos –él me amenazó... dijo que te mataría a golpes si yo hablaba –su respiración irregular a causa del llanto, le dificultaba el hablar. –esa noche... lo hizo de nuevo. Y fue casi a diario... golpes, y todo lo demás –ella lloraba desconsolada. Todo volvía, su asco hacia ella misma, su nula autoestima, su odio, todo, absolutamente todo. Sam solo se mantenía quieto sin decir nada. –necesitaba escapar... yo.... No era capaz de ponerte en riesgo, y creí que jamás volverías a tocarme si te enterabas –lloraba casi de forma convulsionada. Sam sintió que en cualquier momento se desmayaría.
Y lo primero que volvió a sentir claramente fue odio. Odio, impotencia, repudio, dolor, y más odio. Quería matar a ese hijo de put*a, lo mataría, con sus propias manos. Lo torturaría, parte por parte, hasta que rogara la muerte. Lo cortaría en pedacitos y se los daría a los perros.
Pero ahora, tenía que decir algo, intentar hacer algo.
Comenzó a llorar. No supo que hacer. Las lágrimas se deslizaron una tras otras, le comenzó a faltar la respiración. Se acercó a ella, se arrodilló al lado de su cuerpo tembloroso y la abrazó contra él. Ella sollozaba abrazándolo con fuerza. Sam no paraba de llorar, luego de un rato, ni siquiera entendía de dónde salían las lágrimas, parecía que llevara una eternidad llorando. No tenía idea como debía reaccionar, y solo atinaba a derramar más y más lágrimas.
-Sam... -susurró ella separándose de él. Él levantó la vista, tenía los labios entreabiertos, y el camino de sus lágrimas marcado en sus mejillas. Sus ojos hinchados y anegados en lágrimas, el color rojo de sus ojos resaltaba más el verde original. –no llores –pidió ella mientras le limpiaba las lágrimas con los dedos –siento mucho haberte dicho todo esto... no pensé que te vería así... ¡siento hacerte sufrir! –dijo con desesperación al ver que el muchacho seguía llorando en silencio. Sam tenía la mente revuelta de cosas. No sabía que decir, solo sentía que el corazón estaba tan apretado que le instaba a seguir llorando. ¿Cómo no había sido capaz de proteger a su novia? ¿Cómo permitió que le sucediera algo así? ¿Cómo fue tan estúpido de no darse cuenta lo que estaba pasando? Ese hijo de put*a la había tocado, le había hecho daño. Tenía que matarlo, no merecía nada más que morir de la forma más dolorosa que existiese.
-¿Por qué no me dijiste? –preguntó el con la voz llena de dolor. -¿por qué no confiaste en mí? –Dijo Sam destrozado –podría haber hecho algo... ¡hubiese escapado hasta China por ti! Pero no me dijiste absolutamente nada, y ahora me dices de golpe todo esto y yo... no puedo –dijo anegado en lágrimas.
-No podía –susurró ella. -¿cómo crees que me sentía conmigo misma? ¿Cómo crees que me siento?
-Pero Quinn -dijo Sam intentado relajarse –yo soy... digo era tu novio, tu mejor amigo de toda la vida... hubiese hecho cualquier cosa por ti –dijo Sam sin aguantar las lágrimas otra vez
-¡En ese momento solo quería huir y no meterte en el asunto! –dijo ella alterada -¡me amenazó Sam! ¿Crees que hubiese permitido que te dañara? ¿Realmente crees que hubiese arriesgado la vida de la persona que más amo en este maldito mundo? –Sam se quedó callado. Entendía su punto, el tampoco la hubiese arriesgado de ninguna forma, pero aun así necesitaba más respuestas, o necesitaba algo que lo calmara.
-No puedo... -susurró Sam. Se volteó y comenzó a caminar en dirección contraria. Necesitaba aire, necesitaba despejarse. Por una vez en la vida, necesitaba estar lejos de ella y pensar. Quinn lo vio alejarse y comenzó a llorar otra vez, quizás arrepentida de haberle dicho la verdad a Sam. Mil cosas cruzaron su mente. Quizás el ahora sentía asco de ella... quizás no quería volver a verla, eso le rompió más el corazón. Sollozó un rato más, hasta que miró la hora y notó que era bastante tarde. Se levantó del piso, se sacudió la ropa y se limpió la cara y emprendió rumbo a casa.
Para Sam era difícil asumir todo esto. No tenía idea que debía hacer, como debía actuar, que debía decir. Solo sentía que quería llorar y consumirse en un pozo profundo, se sentía un asco. Siempre tenía que arruinar todo, ni siquiera pudo ser un buen chico para ella durante al menos un año y ya se había arruinado. Él debía protegerla y no lo había hecho. Suspiró cuando llegó a su apartamento. Se lanzó sobre la cama, abatido y sin ganas de moverse. En su mente solo cabía Quinn, podía casi ver sus ojos llorosos llenos de dolor. Comenzó a llorar otra vez, su odio lo consumía poco a poco, la impotencia y la ira llenaban su interior y quemaban tal como fuego sobre su piel. Luego de un rato, se quedó profundamente dormido. Pero su sueño no fue tranquilo, despertaba sobresaltado soñando con Quinn, viéndola sufrir ante las garras de aquel enemigo que debía aniquilar.