La sangre era demasiada mientras resbalaba por sus piernas. Cerró los ojos sintiendo el fuerte dolor en sus muslos, casi congelándole el cuerpo. Pero al menos, el dolor emocional no estaba presente, solo sentía el dolor de los cortes sangrantes.
Luego de un rato de dolor físico, tomó una toalla y la partió con fuerza en dos trozos, se hizo un torniquete en cada pierna, para detener la sangre. Ardía y dolía, pero al menos la mantenía fuera del mundo real. Luego de unos minutos, paró de sangrar, solamente se veían las heridas abiertas. Fue al botiquín y se vendó los muslos. Casi no podía caminar, pero ya casi no le interesaba.
Al cabo de dos horas, su celular comenzó a sonar mientras ella seguía llorando abrazada a su almohada. La pantalla anunciaba que Sam la estaba llamando.
-¿Hola? –dijo Sam algo inseguro
-Hola –dijo ella intentando sonar normal.
-¿Te desperté? –preguntó Sam.
-No, recién me alistaba para dormir, no te preocupes –dijo ella intentando sonar natural, pero su voz delataba que algo sucedía.
-¿Pasa algo preciosa? –preguntó Sam con cautela.
-No Sam, no pasa nada –susurró ella
-Me estás mintiendo, amor –le dijo Sam con dulzura – ¿necesitas que vaya a tu casa?
-¡No! –ella se alteró. Sam notó de inmediato que algo sucedía, pues ella no solía reaccionar así.
-Como tú quieras –dijo luego de un rato. –bueno, te dejo, iré a dormir. –Dijo el finalmente resignado –te amo mi vida –susurró con dulzura
-Yo... también –dijo ella y cortó de inmediato. Cerró los ojos mientras nuevamente las lágrimas resbalaban por su rostro. Luego de un rato, se quedó dormida abrazando la húmeda almohada que había almacenado sus lágrimas.
Sam quedó completamente preocupado. Algo le sucedía a su Quinn y no creía que fuera nada que tuviese que ver con sueño o cansancio. Más bien creía que si su intuición no fallaba, todo tenía que ver con la ausencia de su madre en el momento de su graduación, estaba casi seguro que era eso. En este momento le tomó mucho rato relajarse y no partir corriendo a ver a su chica, la amaba, y la protegería por sobre todo. Suspiró, mejor esperaría a mañana para no preocupar a su madre. Pero de todas formas, descubriría lo que le pasaba a su hermosa Quinn.
A la mañana siguiente Quinn despertó con dolor de cabeza. El llanto hasta elevadas horas de la madrugada, probablemente. Se movió un poco y sintió un agudo dolor en las piernas. Recordó que debía ordenar el desastre que había en su habitación, las toallas llenas de sangre y las manchas en el piso. En una bolsa plástica, metió los algodones, vendas y toallas, y luego limpió el piso. Botó todo eso, y subió a su habitación. Quería tomar una ducha, pero el agua caliente le haría doler demasiado las heridas. Suspiró, no había otra opción.
Luego de la tortuosa ducha, se puso su ropa interior y miró sus cajones decidiendo que ponerse. Se puso una camiseta mientras buscaba el short que quería ponerse, el cual no era demasiado ajustado y era largo, no dejaría ver sus heridas. Ni siquiera se percató que alguien abrió la puerta.
Sam decidió ir a visitar a Quinn, así que luego de una ducha y desayunar con su madre, se encaminó a verla. Tocó el timbre, le abrió la madre de Quinn. Suspiró con fuerza para evitar decirle algo, no le correspondía.
-Buenos días señora Judy –dijo con una fingida sonrisa -¿está Quinn?
-En su habitación, buenos días –dijo ella con una sonrisa. –sube.
-Gracias –dijo él
Subió las escaleras y sin tocar, abrió la puerta. No estaba arrepentido de haberlo hecho, mas bien disfrutó la vista, pero se sintió mal en violar su privacidad. Ella se paseaba solamente con una camisa, mientras que dejaba ver su ropa interior naranja. Sonrió un poco nervioso, tenía un lindo trasero y unas hermosas piernas. Pero se fijó en que estaban vendadas ¿Qué le habría sucedido? Se percató que ella encontró lo que buscaba, y se disponía a cerrar el cajón, así que cerró rápidamente y golpeó la puerta como si nada. Pero ella se había dado cuenta.
-Sam, sé que estás ahí –dijo ella con frialdad.
-¡No vi nada! –mintió él
-Mentiroso, entra –musitó Quinn. Estaba preocupada más de que sus heridas fueran descubiertas de que la haya visto en ropa interior.
-Hola mi princesa –dijo Sam con ternura y una sonrisa de disculpa, se acercó y juntaron sus labios. Ella sintió un poco más de ánimo al sentir esos labios sobre los de ella. Sam la tomó por la cintura y la apegó a su cuerpo. Ella rodeó el cuello del muchacho con sus brazos. Intensificaron el beso, jugando con sus lenguas, mientras las manos de Sam pasaban por debajo de la camisa de Quinn, acariciando con la punta de sus dedos la espalda de ella. Aunque esa caricia le pareció totalmente inocente, ella sintió un montón de sensaciones nuevas, más aún porque necesitaba olvidar su pena, necesitaba algo por lo que sentirse bien, así que creyó que sería una buena decisión demostrarle a Sam que ella deseaba estar con él, quería sentirse protegida. Las manos pequeñas de Quinn se metieron bajo la camisa de Sam, hacia su duro y bien cuidado abdomen, donde sus dedos hacían caricias que comenzaron a hacer que el cuerpo de Sam reaccionara. Casi les faltaba el aire, así que se separaron un poco, tiempo que ella aprovechó para empujarlo un poco y provocar que ambos cayeran sobre la cama, ella encima de él. Sam la miró algo confundido cuando ella se separó de él y fue a cerrar la puerta de la habitación. -¿amor pasa algo?
-Te amo –musitó ella sentándose justo sobre su entrepierna. Sam soltó un gemido. Ella aprovechó el descuido para besarlo con mucha pasión, se detuvo para quitarse rápidamente su blusa. Sam la miró, aún con el brasier puesto, podía casi sentir lo que era tocar sus pechos. Ella lo besó otra vez casi con violencia, mientras Sam se separó para sacarse la camisa. Ella casi rasguñó el pecho de Sam, el gimió mientras atrapaba la boca de la muchacha otra vez. Ella tomó las manos de Sam, mientras lo miraba a los ojos, y las puso sobre sus senos, mientras gemía. Sam no se demoró y desabrochó su brasier. Cuando por primera vez vio los pechos de la muchacha, se maravilló. No cabía en su mente que hubiese una chica más hermosa que ella, todo en ella era perfecto. Sus temblorosas manos pasaron por la suave y delicada piel de sus pechos, ella soltó un gemido. Quinn se agachó a besarlo otra vez, pero Sam quería ser el que dominara, con un hábil movimiento, la hizo quedar bajo él. Ella lo atrajo para volver a besarlo mientras las manos por primera vez inseguras de Sam, tocaban cada parte de su cuerpo. Ella mientras lo besaba, bajó el cierre y desabotonó el pantalón del muchacho. Luego de un momento, Sam solo llevaba sus bóxers puestos. Estaban embobados el uno con el otro, que ella ni siquiera recordó sus cortes. Mientras Sam comenzaba a bajar su short, ella gimió, pero no precisamente por la excitación, mas bien, el dolor le había provocado gemir. Sam cuando bajó su short, vio las vendas.
-¿Qué pasó allí? –dijo agitado indicándole sus muslos.
-Me caí –mintió ella –bésame
-¿Estás segura? –dijo Sam desconfiado. Pasó suavemente el dedo sobre la venda, ella se sobresaltó y gimió.
-No hagas eso –musitó. Sam miró con detenimiento y se percató de otra cosa. Sus manos fueron hasta lo alto de sus muslos, movió un poco las vendas, ella le quitó las manos. Sam insistió y pudo ver las cicatrices que se expandían.
-¿Qué son esas cicatrices? –preguntó con seriedad.
-Nada –mintió. El se alejó de ella.
-Dímelo –dijo Sam.
-Nada Sam –dijo ella –cicatrices de pequeña. –Sam se paró y se apoyó en la pared, mirándola molesto. Sabía que significaban esas cicatrices, lo notó desde el momento en que ella mintió respecto a las vendas. Sam se puso sus pantalones rápidamente.
-¡No me mientas! –se alteró y se molestó bastante -¿por qué? ¿Desde cuándo lo haces? –ella no dijo nada mientras lágrimas caían por su rostro. Sam esperaba una respuesta -¡Quinn, por la mierda, dímelo! –dijo casi gritando. Ella sollozó aún más mientras se cubría su torso desnudo con su blusa. Se puso el brasier rápidamente para ponerse la camisa.
-Sam no me grites –pidió ella con la voz temblorosa.
-Entonces no me mientas –contestó él. Se tomó la cabeza entre ambas manos. –Muéstrame –dijo firmemente.
-Sam no creo que... -comenzó a decir, pero el la interrumpió.
-Ahora –exigió Sam
Ella sin dejar de llorar, sacó una a una sus vendas. Sam esperaba dándole la espalda, la furia y el dolor le invadían el cuerpo ¿cómo nunca se dio cuenta de lo que Quinn se hacía? Sentía que le fallaba en cuanto a protegerla. ¿Cómo se le pasó ese detalle? Ni siquiera cuando tuvieron el encuentro borrachos se fijó. Se sentía un imbécil.
Él volteó y una punzada le dio en el corazón al notar los cortes notoriamente recientes, más los montones de cicatrices. Se acercó a ella, de forma lenta y con la mirada fría. Los cortes eran profundos, no podía creerlo.
-¿Por qué mierda lo hiciste? –preguntó con rabia. Sus ojos se llenaron de lágrimas. -¿querías intentar suicidarte o algo por el estilo? Nunca debí dejarte venir sola a casa, sabía que algo no andaba bien –parecía que hablaba consigo mismo, pero a ella a veces la miraba de forma fría. Lloraba desconsolada, mientras aún los cortes en sus piernas estaban al descubierto. -¿te desinfectaste eso? –ella negó. –Debes hacerlo.
-Sam no te comportes así... -pidió ella –me hace sentir peor.
-¿Tú crees que yo me siento bien con esto? –preguntó el con rabia –viendo que la chica que amo se hace daño, es como si me hicieras daño a mi también, Quinn. Imagínate si te hubieras cortado más, y te pasa algo... yo... no sé que haría si te pasa algo ¿no entiendes que te amo? –Sam no pudo contener más las lágrimas que comenzaron a salir rápidamente de sus ojos.
-Perdóname –pidió ella.
-No me pidas perdón a mí, debes perdonarte a ti misma primero. –dijo él con frialdad mientras se abrochaba el cinturón otra vez. –te veo luego –dijo con frialdad. Salió de la habitación, dejándola allí, llorando mientras volvía a vendarse las piernas y terminaba de vestirse. Sam realmente estaba enfadado, solo cuando estaba muy herido lloraba de esa manera, como con ira mezclada a sus lágrimas.
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Quinn TE CAGASTE EL MOMENTO-Segun yo si habia subido esta parte pero igual, aqui esta el capitulo perdon no actualizar seguido pero entre la escuela, trabajo, entrenar, partidos casi no me queda tiempo