Capítulo 41: 'Tu no sabes como me siento'

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Dos largos meses. Sam aún no creía que el tiempo había volado y el seguía de pie. Pese a haber seguido adelante, en su mente no había día en que Quinn no rondara su mente. En la universidad a veces perdía la concentración solo por pensar en ella, aunque pese a eso, sus notas eran altísimas. Y se debía más a que lo único que hacía era estudiar y de vez en cuando salir con los chicos.
Así que ya con dos meses dentro de la universidad, y con sus brillantes calificaciones, había recibido una curiosa y tentadora oferta del director.
-Señor Evans, el director lo solicita en su oficina –había dicho su maestro. El sintió su corazón acelerarse ¿Había hecho algo malo?
Asintió y caminó rápidamente, pero con pasos inseguros, hasta la oficina del director. Tocó la puerta, y se escuchó la voz grave del pequeño hombre con un "pase".
Entró a la oficina. Era grande, con las paredes pintadas de blanco, lo que la hacían aún más espaciosa. Un gran ventanal estaba justo detrás de la silla y el escritorio donde se encontraba el hombre. Al costado derecho, una librería llena de libros y archivos, al otro lado, casilleros pequeños, probablemente llenos de más archivos. Algunas plantas verdes adornando las esquinas. El piso era de madera, y se estaba visiblemente bien cuidado, brillaba y no tenía casi ningún rastro de desgaste. El director le sonreía, era un hombre de mediana edad, con principio de calvicie. Tenía unos grandes ojos verdes, delante de los cuales, tenía puestos lentes de forma rectangular, que le hacían ver algo más intelectual. Su sonrisa era amable, y su tono de voz grave, también parecía amable cuando lo invitó a sentarse.
-Bueno, señor...Sam Evans ¿cierto? –Sam asintió. -¿21 años? –Sam asintió otra vez. –cada dos o tres meses, la Universidad realiza una revisión general de sus estudiantes, vale decir, analizamos sus calificaciones, su disciplina personal y algunas cosas por el estilo, y de acuerdo a eso, le otorgamos algunos beneficios, que están libres de aceptar o rechazar. –dijo el hombre leyendo la ficha personal del rubio. –usted presenta una disciplina intachable, unas calificaciones increíbles... -Sam sonrió de forma torcida, se sentía orgulloso de su rendimiento escolar. –y ahora, el tema es que tenemos una oferta para usted.
-¿Enserio? –preguntó sonriente.
-Claro, mire... el tema es que tenemos un contrato con una universidad de Londres, para que nuestros estudiantes hagan intercambios de algunos meses, como también para que estudiantes de Londres vengan a Ohio. Queremos ofrecerle un intercambio de tres meses. Bueno, no quiere decir que vendrá un estudiante a quedarse a su hogar. En realidad, le ofrecemos una residencia, pagada, becas alimenticias, y lo necesario para los tres meses. Es una oportunidad maravillosa, señor Evans, en su futuro laboral influirá bastante y serán de gran valor tres meses en el extranjero. ¿Qué le parece?
Sam prácticamente no dudó. Era una excelente oportunidad, y según el director, tenía que tomarla lo más pronto posible, porque eran becas muy demandadas. Así que la respuesta fue afirmativa. Llevó un montón de papeleo para que su madre se encargara de ello, y finalmente quedó en que el mes entrante, viajaría a Londres.
Se sentó en una banca vacía en el parque cercano a su casa, a dos semanas de irse a Londres. Pensó cuanto le alegraría a Quinn la noticia si lo supiera, si tan solo supiera que le está yendo genial en la universidad, que es un alumno destacado. Ella estaría tan orgullosa...
Otra vez las lágrimas no tardaron en caer de su rostro. No podía extrañarla más, la necesitaba, quería tenerla entre sus brazos otra vez y jamás dejarla ir. Quisiera ver su sonrisa, quisiera verla reír y ver el brillo de sus ojos cuando miraba a Sam, ese brillo que lo hacía sentir especial, que lo hacía sentir tan suyo... pero ella no estaba y esas palabras retumbaban en su cabeza, y sentía ese dolor y vacío en el pecho. Deseaba volver a estar con ella, la deseaba como nunca había deseado nada en su vida, quería besarla otra vez y decirle un te amo en el oído.
-Aunque vengas aquí a llorar día a día, ella no volverá por esto. –la voz de Finn lo hizo voltear, se limpió rápidamente las lágrimas. -¿crees que si ella viniera y te viera tan destruido estaría tranquila? ¿Crees que le gustaría saber el daño que estás haciéndote en tu vida Sam? –el reproche de siempre, su salud física y mental. ¡Sin ella no le interesaba! ¿No podían dejarlo en paz?
-Tú no entiendes Hudson, tienes a Rachel contigo –dijo Sam fríamente
-Lo sé Sam, sé que no puedo entender mucho lo que sientes... pero Sam, ella quería que estuvieras bien ¿no crees que sería bueno cumplir? –preguntó el alto.
-No tengo que cumplir nada que ella me haya pedido. –dijo fríamente –se fue sin decir nada, no le importó nada.
-Sé que se fue así como así Sam, pero tampoco la juzgues sin saber el porqué. –dijo Finn.
-La amo, Finn –dijo el con los ojos llenos de lágrimas, y la voz se quebró apenas pronunció las palabras. Finn le palmeó el hombro.
-Lo sé Sam, pero por ahora solo queda esperar. –Finn sentía impotencia al ver a Sam destruido, pero no tenía idea como ayudarlo. Así como los chicos que cada día ideaban un plan para juntarse, reírse, pero Sam simplemente inventaba mil excusas.
-¿Esperar? –Preguntó irónico -¿a qué? Oh si –dijo con el tono seco y sarcástico, lleno de dolor –a que vuelva después de mucho tiempo, con un imbécil al que ahora llamará novio. –dijo frunciendo el ceño –oh no, mejor aún, que llegue después de años con una gran panza, y casada ¿Eso quieres que espere?
-No me refería a eso Sam. –dijo Finn rodando los ojos. –o quizás luego de un tiempo tendrás que rehacer tu vida.
-¿Sabes? Tienes razón, ella debe llevar una hermosa vida, esté donde esté, y yo estoy aquí mortificándome por ella. –dijo sonriendo maliciosamente –yo cambie por ella, pero como no está, puedo volver a ser el Sam de antes –sonrió torcidamente, pero su rostro reflejaba el odio y el dolor que llevaba. Finn se preocupó. –puedo tener a la chica que quiera para tener sexo, sé que aceptarán, sin pedir nada a cambio. Puedo tener a muchas chicas en mi cama, y disfrutar mi vida, sin comprometerme en nada. Puedo ir a fiestas, beber y hacer toda la mier*da que se me ocurra, y nadie me dirá no.
-Sam, estás distorsionando todo lo que digo. –dijo Finn -¿realmente quieres ir de cama en cama sin volver a sentir algo?
-No me interesa sentir, cuando realmente lo hice, me hicieron añicos, así que no me interesa –dijo seriamente. Finn lo miró fijamente, con reproche.
-Entonces si vas a volver a lo mismo, jamás amaste a Quinn -dijo seriamente Sam –porque con ella fuiste el verdadero Sam, a no ser que te hayas puesto una de las tantas máscaras que usas para ocultar que tienes sentimientos, que eres una persona como todos, que llorar y ríes, que amas y desprecias. –dijo el muchacho fulminándolo con la mirada –No eres el Sam que conozco.
-¡Vete a la mier*da Finn! –dijo enfadado –tu no estás llorando como un *beep* por una chica que amas hace años, y que cuando puedes tenerla, se va sin decirte nada. No me hables de lo que yo siento por ella Sam, no tienes idea –volteó bruscamente y caminó con pasos largos y pesados a su casa. El enojo lo consumía, pero aún así, el llanto lo consumió al apoyar la cara en su almohada.    

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