Capitulo 15
Mientras tanto Quinn se sentía extraña, y lo peor es que sabía que a Sam le pasaba algo. Los rumores en la secundaria fueron tales que llegaron de inmediato a sus oídos.
Sam quiere a Quinn, lloró por ella al verla con Brody.
No sabía si creerlo, los rumores casi siempre eran mentiras. Aunque quizás esta vez era verdad, lo escuchó de mucha gente que realmente estaba ahí, gente que lo vio todo. Agregándole que Sam se marchó esa noche, y que hoy había sido brusco y frío, algo extraño estaba pasando.
Entonces a su mente vino lo que pasó antes de que Amber le lanzara el trago encima. Sam con sus fuertes y varoniles manos en su cintura, apegando su cuerpo al del, mientras la miraba seria e intensamente, su boca a la altura de la suya, el nerviosismo de su cuerpo cuando sus labios estaban rozándose, las mariposas en el estómago, absolutamente todo había sido nuevo, nunca siquiera se había imaginado estar con su mejor amigo, Sam Evans, al menos de forma consciente. Sam era el último chico con el que saldría, era un mujeriego imperdonable, un arrogante y engreído si quería serlo, aunque para ella eso no importaba, era su mejor amigo. Pero ese baile cambió mucho las cosas para ella. Las cosas que había sentido no eran normales, si bien no le gustaba Sam, algo había nacido, algo que ella nunca se habría percatado, incluso parecía que había nacido antes. Muy en el fondo, en el subconsciente de ella, los recuerdos de su día de borrachera no se habían ido, su mente estaba bloqueándolos, pero podía casi sentir que algo extraño había pasado, algo que Sam había callado. Intentó no pensar mucho más en él, pero se le hacía difícil ¿qué tal si Sam gustaba de ella? No, no podía ser. ¿Ella, la chica menos popular y agraciada de la escuela? No, para Sam Evans no existían en su vida una chica que no fuera de belleza despampanante.
-Hija -la voz de su madre la sobresaltó. Levantó la cabeza y miró a su madre. -mañana vendrá a cenar alguien especial que tienes que conocer -dijo sonriéndole. Ella asintió sin decir nada, no le daba muy buena espina. Suspiró, su madre nunca le ponía atención si no era para conveniencia de ella. Esto ocurría desde que sus padres se separaron, lo que ocasionó un gran distanciamiento, al punto de que su hermana fue a vivirse con su padre, ya ni se soportaban. Ella tiene quince años, es una mocosa. Y su padre la llamaba poco, al parecer se conformaba con que la menor estuviera con él. Todo esto le hacía la vida miserable, realmente. Recuerda con dolor las marcas en la piel de sus muslos, los psicólogos y todo eso. Nunca hubiera creído que sería como esas chicas que se desahogan haciéndose daño a si mismas, pero el destino dijo otra cosa. Nadie, absolutamente nadie, lo sabía. Ni siquiera Sam, todos tienen sus secretos ¿no? Incluso aunque ella supuestamente no recordara que casi se había acostado con Sam, el estaba tan absorto en tocarla y besarla, que no se percató de las cicatrices de sus muslos. Nunca se había cortado las muñecas, era muy obvio. Estaba un poco harta de su vida, realmente sin Sam y Rachel se habría ido a pique, y ahora comenzaba a sentir la soledad otra vez. Sam enfadado, y Rachel de novia con Finn¿algo más? No pudo evitar comenzar a llorar, era muy verdadero que necesitaba a Sam casi tanto como respirar, no quería y no imaginaba una vida sin tenerlo con ella. Era como una especie de "enamoramiento" pero no literalmente, porque por lo menos hasta el día de la fiesta, no había sentido deseos de besarlo. Hasta ese día. Porque cuando miró sus labios despertaron sentimientos en ella, algo muy extraño, que nunca antes había sentido. Estaba asustada, no quería enamorarse de Sam, sabía que si sucedía saldría herida, Sam nunca fue hombre de una sola mujer, y sabía que ni siquiera estaría dispuesto a cambiar por ella.
Al día siguiente se arregló un poco para la cena con esa persona "especial", se 'preguntaba que estupidez habría hecho su madre, pero no quiso ni siquiera imaginarlo. Así que bajó antes de que el o la invitada llegara, se puso un simple vestido negro y zapatos de suelo.
-Deberías haberte puesto tacones -criticó su madre. Quinn rodó los ojos.
-No es tan especial como para usar tacones. -dijo ella firmemente
-Bueno, no hay remedio -dijo su madre. Justamente tocaron el timbre, y una voz masculina rodeó el ambiente. ¿Sería un jefe o algo así? El hombre era alto, tenía los ojos verdes brillantes, y era de contextura gruesa, musculoso. -ella es Quinn, mi hija -Quinn se levantó y ofreció su mano. El hombre la estrechó con cierta delicadeza. -Él es Rob, mi... -Quinn arqueó una ceja esperando saber quien era ese tipo -novio.
-¡Wow! Oh... genial -dijo dando una forzada sonrisa. ¡Era lo único que faltaba! Su madre con otro tipo, ahora si que si vida se había hecho polvito. Comieron, ella estaba en silencio, mientras Rob les contaba historias o anécdotas, ella sonreía con toda la falsedad del mundo. Estaba harta, solamente quería retirarse e ir a dormir. -¿Puedo retirarme? -dijo luego de un rato.
-No seas maleducada, tenemos invitado -ella rodó los ojos.
-No me siento bien -mintió.
-Sé que estás mintiendo, te quedas aquí -dijo su madre firmemente, mientras esperaba que Rob volviese del baño.
-Necesito dormir -repuso.
-Eres igual de mentirosa que tu padre -dijo su madre. La ira le invadió el cuerpo, la fulminó con la mirada. -así que te quedas ahí.
-No pienso hacerlo -dijo ella -no me interesa tu novio.
-Tendrás que acostumbrarte -dijo su madre con rabia -porque estamos comprometidos hace tiempo, así que pronto vivirá aquí y tú deberás aceptarlo. -su madre estaba muy alterada.
-No pienso seguir contigo si metes a un tipo que ni siquiera conozco a casa -replicó ella. Su madre la fulminó con lamirada.
-¿Y qué harás? ¿Irte a USA con tu padre? -ella la miró despectivamente, con una burlona sonrisa. Sabía que Quinn no se iría, tenía su vida aquí, más que nada, tenía a Sam y a Rachel. Y ahora, a Brody.
-Irme a vivir donde sea. -dijo ella
-Aún tienes diecisiete, eres menor de edad
-Por poco tiempo -dijo ella con odio. Se paró bruscamente de la silla, su madre no la quería dejar salir de la casa, le bloqueó la puerta -déjame salir.
-No, tú no irás a ninguna parte.
-Sí lo haré, déjame en paz -le gritó. Entonces sintió el ardor en su mejilla, la había golpeado. La miró con tanto odio que parecía echar chispas y luego, abrió la puerta y pegó un portazo. Las lágrimas no tardaron en correr por sus mejillas, ¿a quién llamar? Marcó el número de Brody, recordando que Rachel estaba con Finn y Sam estaba enojado.
-¿Sí? -la voz de Brody le causó un extraño escalofrío.
-¿Estás... ocupado? -preguntó con la voz quebrada.
-Amor, estoy fuera de la ciudad... -dijo Brody sin siquiera percatarse de la voz de dolor de Quinn-
-Oh... lo siento, te llamo más tarde -dijo ella.
-Te quiero -dijo él y cortó el teléfono.
No sabía donde ir, comenzaba a correr una brisa fuerte, eran alrededor de las diez de la noche y estaba oscuro. Aún no llegaba el verano, así que las noches seguían siendo frías. Caminó por las oscuras calles sola, asustada. No había nadie en la calle, fue hasta la plaza cercana a su casa, se sentó en una banca. Era Sábado, había sido mala decisión, los Sábados los fiesteros comienzan a beber en esa plaza. Unos chicos de aspecto no muy agradable caminaban algo borrachos pese a no ser tan tarde, ella se paró y decidió caminar a otro lado. No quería que nadie se le acercara. ¿Y si llamaba a Sam? ¿Vencer su orgullo? Caminó en línea recta, y sintió las risas de los chicos, mas bien hombres bebidos. Se percató que la seguían, o se estaba imaginando cosas. Más lágrimas, el cuerpo le temblaba.
-¡Bonita! -la voz de uno de ellos la asustó más. Se metió por una calle, y dobló hacia otra luego, pero no se percató por la oscuridad de la noche, que había llegado a una calle sin salida. Entonces unas manos se aferraron a su cintura, y gritó.