Capítulo 35 '¿Que esta pasando?'

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Los pies la estaban matando cuando llegó a su hogar luego de un hermoso baile. Se sacó los tacones para entrar a su casa, sigilosamente. Eran las cinco de la mañana. Entró muy silenciosa y cerró la puerta.

Cuando iba a subir las escaleras, alguien le tomó el brazo. Volteó bruscamente, y vio a alguien parado junto a ella y algo la golpeó en la boca.
Sam se tiró en la cama con una sonrisa imborrable. Aún sentía el perfume de su novia en su cuerpo. Todo, absolutamente todo había sido tan perfecto como siempre soñó. Estaba enamorado, totalmente enamorado de Quinn. Era algo inexplicable. Ese tipo de cosas que no tienes descripción, solo son por sí solas. Miró el traje que había doblado con cuidado, y sonrió otra vez. Todo parecía perfecto, todo era perfecto. Era capaz de proyectar su vida con ella, aunque sonara algo loco, el quería estar con ella para toda la vida. Cerró los ojos, dejando fluir su imaginación. Imaginaba si algún día vivirían juntos. Cuando eran pequeños habían prometido vivir juntos, aunque nunca como pareja, nunca lo habían imaginado. Ahora todo era diferente. Entrarían a estudiar, y conseguirían un apartamento juntos si iban a la misma universidad. Si así fuera, ella elegiría, siempre le negaba a Sam elegir las cosas que tuvieran que ver con decoración y todo eso. Como cuando armaban los árboles de navidad juntos. Ella acaparaba todo el trabajo. Sonrió por inercia. Imaginó verla despertar a su lado cada mañana, prepararle el desayuno, o probablemente lo haría ella, no le gustaba como Sam cocinaba. Siempre terminaba encontrándole algún detalle a la comida. La imaginó terminando la universidad y él ahí, felicitándola, besándola y diciéndole lo orgulloso que estaba. Imaginó cuando le pidiera matrimonio, eso era un anhelo. Verla con un vestido blanco, ajustado a su hermosa figura, llegando al altar, luego de tantos años. Diciéndole que sí, ellos besándose. Sabía que no sería fácil, y que pelearían demasiado, ella era muy terca, y él era peor.
La última imagen que vino a su cabeza provocó su corazón acelerarse. Quinn sonriéndole, pero de otra forma, convertida en una mujer, y con un enorme vientre. ¿Tendrían alguna vez hijos? Si, esperaba que sí, estuviera encantado de tener pequeños niños como él y chicas como ella, corriendo en una hermosa casa. El sueño de todo enamorado. Esperaba que se cumpliera, realmente lo quería. Finalmente, se quedó dormido con aquellas imágenes.
A la mañana siguiente, despertó alrededor de las 3 de la tarde. Estaba exhausto aún, pero su madre amablemente se encargó de llevarle el desayuno a la cama. Le contó todo, y lo enamorado que estaba. Hablaron mucho del tema, Mary se sentía orgullosa de su hijo, era todo un hombre enamorado y eso la hacía extremadamente feliz.
Sam se dio una ducha, y luego de eso fue a buscar a Quinn, pero antes de tocar el timbre, su celular sonó.
-¿Sí?
-Hey Sam, Ryder y yo estamos en el bowling, y Artie con Finn vienen en camino. Tarde de chicos ¿te anotas? –la voz emocionada de su amigo Puck lo hizo sonreír.
-Claro hermano, voy en camino –cortó el teléfono, dio una mirada a la casa de Quinn y fue a buscar su auto.
Llegó al bowling, Puck se estaba burlando de Finn porque había hecho más puntos, Artie y Ryder discutían por quien anotaba los puntos.
-¡Llegó bebé! –Gritó Finn
-Hey –dijo Sam
-¿Quinn te soltó por fin? –preguntó Puck divertido mientras le palmeaba el hombro.
-No la he visto desde que la dejé en su casa, no soy como tú Puckerman –ambos rieron.
-Puck, a veces creo que eres un ninfómano –dijo Artie divertido
-Artie, no te hagas el idiota, estoy seguro que ya no duermes tanto desde que estás con Brittany –dijo Puck burlón.
-Puck, lo tuyo es grave –dijo Finn divertido –cada vez que te llamo suenas como si hubieses corrido una maratón, y siempre la voz de Santana de fondo.
-Exagerado –dijo Puck sonrojándose. Sam fue a tomar un bolo, se puso en posición, y lo lanzó. Le dio a todos los palitroques.
-¡Tomen esa inútiles! –dijo con una satisfecha sonrisa
-Golpe de suerte, idi0ta –dijo Puck arqueando una ceja.
-Abran paso, que el señor Lynn les mostrará como se hace –dijo Ryder tomando un bolo. Lo tiró, pero un palitroque no quiso caer. –casi. –musitó enfadado.
-Sigo ganándote Lynn –dijo Sam con una sonrisa
-El elfo de la suerte ganará chicos –dijo Artie mientras lanzaba el bolo. Le dio a absolutamente todos los palitroques -¡así se hace!
-Pura suerte –dijo Ryder rodando los ojos.
-Me toca –dijo Finn

Así que la tarde se les hizo muy tranquila. Luego de eso, fueron a casa de Puck y tomaron unas cervezas, Sam casi ni tomo porque manejaría. Así que alrededor de las siete de la tarde estacionó su auto en la casa, y decidió ir a ver a Quinn.
Tocó el timbre, y le abrió el padrastro de Quinn.
-Buenas tardes –dijo Sam -¿se encuentra Quinn?
-No, no está, y no vuelve hasta tarde –dijo el hombre de forma brusca –adiós.
Cerró la puerta. Sam arqueó una ceja. ¿Qué le sucedía al hombre ese?
Llegó a casa y se dispuso a jugar un videojuego. Aunque en su mente divagaba por qué no le habría avisado que no iba a estar, si supuestamente se verían más tarde. Ahora que se percataba, ese hombre no le daba buena espina. Decidió ir a llamarla por teléfono. Marcó su número, una, dos y tres veces y nadie contestó. Supuso que realmente estaría ocupada, y tampoco quería ser muy obsesivo, no quería que ella terminara por hartarse.
Tomó su guitarra y tocó algunas cosas sin sentido. Puck le había estado dando algunas clases de guitarra, y aprendía bastante rápido.
Miró la hora, eran las diez y media, probablemente ella habría llegado. Salió de su casa, y caminó hasta la casa de Quinn. Tocó el timbre, y le abrió justamente ella.
Pero algo estaba diferente, ella no lucía su alegría de siempre, le besó cortamente los labios sin decir absolutamente nada.
-¿Pasa algo? –preguntó Sam tomando su mentón y mirándola a los ojos. Ella tenía los ojos llorosos.
-No, estoy bien –musitó ella. Sam la tomó de la cintura y la abrazó contra su cuerpo. Ella intentó evitar llorar a toda costa. Respiró pesadamente mientras abrazaba a su novio. No quería soltarlo, mantendría ese momento para siempre.
-¿Vienes a mi casa? –ella asintió. Cerró la puerta tras ella, tomó la mano de Sam y fueron hasta su casa. Sam notaba que algo sucedía, ella normalmente le hablaba y le contaba acerca de su día, o de cualquier cosa. Pero estaba ida, no parecía ella.

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