ADVERTENCIA: Ahi partes pervertidas en esta parte, no me hago cargo de nada, cada quien lee bajo su responsabilidad
Sam observó a la maestra Smith entrar. Llevaba una ajustada falda que le llegaba un poco arriba de la rodilla, una blusa algo escotada que se ajustaba a su curvilíneo cuerpo, el cabello tomado en un moño algo desordenado, sus lentes, y brillo labial en sus carnosos labios. Sonrió, hoy sería el primer paso.
-Bien chicos, saquen sus libretas, comenzaremos con algo de
ecuaciones –Sam no escuchaba mucho lo que decía, miraba su trasero moverse al compás de sus caderas cuando caminaba, imaginó lo bien que se sentiría tocarlo y sonrió. Puck le dio un codazo, moviendo las cejas. Sam sonrió satisfecho, ya sabía que hacer. Se dedicó a molestar a Puck, quien lo regañó un montón de veces, no puso atención y no contestó las preguntas. -¡Evans! Se acabó, hoy te quedas hasta las cuatro en castigo, te espero en mi oficina ¿escuchaste? –Sam asintió, pareciendo arrepentido, pero cuando nadie más le puso atención y la profesora Smith lo fulminó con la mirada, él le guiñó un ojo, haciendo que la profesora Smith se sonrojara. Sonrió satisfecho, hasta que sonó el timbre de salida.
-Te veo mañana, disfruta el castigo –dijo Puck lanzándole una mirada divertida a Sam.
-Claro, te veo –dijo Sam sonriendo.
-Evans, camina conmigo por favor –dijo la profesora seriamente, Sam asintió. Caminó tras de ella, mirando descaradamente su trasero. Sonrió, si todo resultaba bien, quizás hoy cumpliría la apuesta. Miró en su mochila si llevaba preservativos, las emergencias siempre lo requerían. Sonrió, allí estaban. Si su plan resultaba favorable, hoy la tendría en sus brazos, en el peor de los casos, debía esperar unos días.
Llegó a su oficina, era amplio y acogedor, tenía las paredes pintadas de blanco, le daba luminosidad al lugar. Colgaban cuadros de artistas famosos, había una estantería llena de libros, la mayoría matemáticos. Había un escritorio en el que había una foto de la profesora y una niña pequeña… ¿tendría una hija? Lo averiguaría, quizás eso podía complicarle las cosas.
-Toma asiento –dijo ella seriamente. Se quitó la chaqueta, pues la oficina realmente estaba algo calurosa. Se sentó en el asiento, un poco inclinada, mientras revisaba algo en su laptop. Sam miró su escote y sonrió.
-Profesora, por favor, no sea tan severa –pidió Sam evitando reírse.
-Te he hablado muchas veces para que te comportes. –dijo ella seriamente –y nada pasa, ¿qué está mal contigo Evans?
-Dígame Sam –dijo el mientras se echaba en la silla y cruzaba sus piernas.
-Bueno, Sam ¿pasa algo? –Preguntó ella –no tienes malas calificaciones, pero tu comportamiento me sofoca.
-¿Mi comportamiento? –Preguntó Sam -¿yo la sofoco? –sus palabras iban claramente en doble sentido, la profesora se avergonzó un poco.
-Claro que tu comportamiento me aburre, eres muy terco –dijo ella –ahora, saca tu cuaderno de matemática –ordenó. El asintió, el plan iría lento para que resultara, tenía una hora para hacerlo, y lo haría, estaba seguro.,
-Bien –dijo él. Ella le habló de unos ejercicios y mientras el lo realizaba, ella lo miraba de reojo. Nunca se había sentido tan nerviosa e incomoda con un alumno, mucho menos uno doce años menor que ella. Incluso había sobrevivido a los acosos de los universitarios. –no entiendo esto. –dijo Sam. La señorita Smith estaba parada viendo por la ventana, se acercó al lado de Sam y se agachó un poco para ver de que se trataba. Sam sonrió coquetamente, mientras ella hablaba y hablaba. Veía su escote claramente.
-¿Entendiste? –Sam negó con la cabeza. Ella suspiró fuertemente.
-Necesito una profesora mas dedicada –Sam se levantó bruscamente. Ella se sintió muy nerviosa y cohibida –no sé si me entiende.
-No Evans, no te entiendo –dijo ella
-Alguien más… cercano –susurró Sam con voz ronca y sensual. La profesora avergonzada, había caminado de espaldas a la pared por inercia, mientras Sam se le acercaba. –Alguien que pueda enseñarme más personalmente –susurró cerca de su oído.
-Evans, vuelve a tu asiento –dijo ella intentando sonar firme, pero la voz que soltó no resultó para nada bien. La mano de Sam ahora estaba en su cintura. Estaban cerca de la puerta, por lo que usó su otra mano para poner el seguro.
-No quiero que nadie interrumpa mi educación –dijo muy cerca de sus labios. Emma Smith lo miró casi con miedo, pero en realidad, la situación la tenía al borde.
-Sam, vuelve a tu… -entonces Sam sin decir nada, bruscamente le dio un beso en la boca, apegándola a su cuerpo, mientras su otra mano recorría descaradamente el muslo de la profesora. En un principio, ella se resistió, pero ante cada toque del muchacho, cedió lentamente. El la besó casi con violencia, mientras buscaba el cierre de su falda. Emma gemía ante sus toques, mientras el la desnudaba con cuidado. Sacó los papeles sobre el escritorio y la laptop y la acostó contra la superficie, subiéndose sobre ella.
Al rato, Sam tenía la apuesta en sus manos. Sonrió triunfante mientras Emma gemía bajo él, Puck le debía mucho. Ahora podría usar su moto cuando el quisiera, esa moto que Puckerman cuidaba con recelo y nadie era merecedor de usarla.
Mientras Sam se abrochaba los pantalones, y Emma acomodaba la oficina, a su mente vino ella, Quinn, la chica de sus sueños. Repentinamente se sintió mal, cuando le contara, la voz de ella sería de decepción.
-Esto… -Smith aún estaba agitada –queda entre nosotros.
-Las veces que quiera, señorita Smith –dijo él. Miró el recuadro que ella recogía del suelo -¿es su hija?
-Es mi hermana pequeña –dijo ella. Sam respiró con alivio, se acercó a ella.
-Si mis castigos serán así de buenos, creo que me portaré mal –dijo el sensualmente mientras capturaba los labios de la mujer bruscamente.
Sam salió de la oficina, compuesto, como si nada realmente hubiese pasado. Sonrió otra vez, con orgullo y satisfacción. Caminó dirigiéndose a su casa, pero decidió pasar donde su amiga, necesitaba descargar su ira, ahora o nunca, tenía que recriminarle no haberlo esperado para ir al colegio.Tocó el timbre.