Capítulo 3

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Olivia



—Es un placer conocerte —me dice esa voz profunda.

Me detengo respirando hondo para calmar los nervios que este hombre, a sabiendas, me provoca  y salgo de allí antes de que lo note.

Es su silencio que lo hace tan cautivador. Un misterio que tienen esos ojos que te escudriñan hasta el último centímetro de tu interior. Unas penetrantes córneas que te invaden el alma como dos armas letales.

—Vaya —susurro recuperando mi aliento sintiendo mi corazón acelerado.

Cuando salgo del edifico que entro en mi auto, mi respiración se controla y empiezo a sentir lo húmedo en mis poros. De verdad que me tenía muy nerviosa a pesar de tener una postura insegura con sus hombros encogidos.

No logro entender la razón de esta sensación. He conocido a muchos hombres y siempre he sido la dominante en lo que se trata del coqueteo. Pero ahí, en la estancia de mi apartamento parecía una tonta colegiala sonriendo como idiota. Es inevitable sentirlo.

Decido tratar de dejar de pensar en ese tipo y restarle importancia.

Goodman vuelve a llegar a mi mente cuando yo iba saliendo una vez de su consultorio. Lo que me dijo me hizo frenar: «negar no es lo mismo que controlar, Olivia», dijo y yo salí de ese consultorio cagando leches.

Llego a la oficina con ese recuerdo y Randy me tiene una enorme noticia que ciertamente me hace olvidar de todo lo demás.

—Cambiaron tus diseños por los de Ruth.

—No —suelto como si expulsara humo, sintiendo la enorme furia crecer en mi sistema.

—Harán la presentación esta tarde. ¿Qué quieres que haga?

—Mierda, mierda, mierda —rasco mi cabeza con una uña buscando una solución, hasta que la encuentro—. De acuerdo, bien. Esto es lo que haremos —empiezo a caminar a mi oficina—. Llama a los clientes y diles que estén en la sala de conferencias a las once. Ya. Deben de ver mi colección primero. No pueden hacerme esto. No lo permitiré.

—¿Y si la jefa se entera?

—Tomo la responsabilidad. Tranquilo. No pasará nada. Ve a llamarlos.

Todo listo a las once y, naturalmente, presento mis diseños. Todos los clientes quedan encantados diciendo que no necesitan ver más diseños, que no es necesario que Ruth exponga los suyos.

Mi jefa se entera después de la reunión y me llama a su oficina. Decidida a aceptar la responsabilidad y creyendo que me van a felicitar por conseguir la línea y tener a los clientes satisfechos listo para emprender la nueva colección y la pasarela, me dan la peor noticia que puedo recibir.

—Estás despedida —dice mi jefa con una expresión de satisfacción en su rostro.

—¿Qué? ¿Por qué? —Me levanto de la silla.

—Actuaste a mis espaldas. Fui yo quien eligió los diseños de Ruth, no los tuyos.

—Pero te encantaron los míos.

—No para esta línea, Olivia. Hay que pensar en llevarla a Nueva York. Y los tuyos, no figuran para esta clase de pasarela.

—No puedes hacerme esto, Mona. He dado todo por este trabajo, he puesto de lado tener una vida social y pasar tiempo con mi familia para tener el cargo que tengo ahora. No tengo vida sin este trabajo. Además, le he dado mucho dinero a esta compañía en mis trabajos pasados. ¡No puedes despedirme!

Desastre De AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora