Desastre De Amor

Capítulo 28

Olivia

—Bien —dice soltando mis brazos y escucho la puerta cerrarse—. ¿Qué es lo que quieres escuchar? ¿Acaso ya no lo leíste? Creí que lo había dejado muy detallado.

Bajo mis manos de mi rostro y examino el suyo. Dolido. Cansado. Frustrado.

—Éramos amigos. Los amigos confían uno al otro. ¿Por qué me lo ocultaste?

—Porque es difícil para mí hablar de ello. Es traumático.

—Traumático. De acuerdo, eso lo puedo entender, pero, ¿no crees deberías de arriesgarte de nuevo al amor para que puedas superar todo? El amor no tiene la culpa, Thomas.

Apoya su espalda de la puerta soltando un largo suspiro encogiendo sus hombros. Luce aún más atractivo si eso es posible.

—Ese es el problema. Yo no amaba nada en la vida, Olivia. No tuve una infancia feliz que digamos y no porque me haya pasado algo, quizás él rechazo de mi padre o la imagen que tenían de mí... no lo sé. Por eso cuando la encontré a ella, empecé a amar la vida. Ella me dio todo de sí, sin reservas, me entendió, me ayudó a ser mejor persona, me salvó de mí mismo. Por esos motivos quise darle lo mejor de mí pero no me alcanzó el tiempo porque no supe cómo. Mis errores me arrebataron la oportunidad de darle lo que podía ofrecer. Por mi culpa ella tomó esa horrible decisión. Siempre le dije que el amor hace que uno cometas estupideces. No sólo perdí a Cassie, perdí la fe en todo. En el amor... —termina en un susurro.

Puedo sentir sus palabras en cada parte de mí y mis manos empiezan a temblar.

—¿Crees que sentirme así me gusta? —Pregunta dando un paso hacia mí—. Lo que todos quieren es amar y ser amados en este mundo, después de que yo mismo arruiné lo que yo ansiaba tener, quedé destrozado. Vacío. Helado. Ya no amaba la vida. Me embriago en la fecha en que ella partió porque no puedo soportar mis propios pensamientos ese día —se acerca más haciéndome temblar ahora mis piernas—. Ese día cuando tú apareciste. Y lo supe —lleva su mano a mi mejilla y la acaricia con ternura.

Esto es tan doloroso.

—Supe lo que llegarías a significar para mí porque la esperanza de volver a amar la vida, me pellizcó —acuna mi cara mezclando su respiración con la mía—. Allí, en medio de la oscuridad apareciste tú con un fósforo interminable que llegó a convertirse en una jodida llamarada que ha abarcado todo. Es algo que no pareciera natural. El deseo que tengo por ti es fuera de lo común. Se siente diferente —su voz carrasposa es apenas soportable por el dolor que manifiesta, sus gestos faciales demuestran el profundo sentimiento que intenta explicar—. Pero a pesar de vivir entre tu fuego, sigo helado. Incapaz de quemarme.

Sus ojos son frenéticos y su respiración se vuelve fiera y acelerada.

—Quiero quemarme contigo —susurra—. Pero no puedo, Olivia. No puedo —cierra los ojos con fuerza apoyando su frente de la mía esparciendo su dolor—. No puedo. Si me arriesgo, tu fuego se apagará y te volverás hielo como yo. No puedo hacerte eso. ¿Eso responde tu pregunta? Te he dicho, soy un jodido desastre.

¿Podría yo reconstruirlo?

—Pues, yo soy un desastre también —agarro su camisa y busco su boca con desesperación sabiendo muy bien lo que estoy haciéndome.

Sé bien que está vez no terminará mejor que la vez pasada, pero aún así lo deseo. Si no es que más.

Me besa matándome lentamente. Como lo he sentido desde la primera vez que me besó. Asesinos. Sus besos son homicidas. Excitantes homicidas.