Capítulo 5

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Olivia


—Es un grosero, mamá —le digo a mi madre cuando llego a casa después de comprar los víveres.

—¿Quién, querida? —Pregunta ella revisando las bolsas.

—Thomas. El idiota que está quedándose con Oliver —me quito el abrigo.

—¿Ojitos del Caribe?

—¿Qué?

—El chico que durmió en tu sofá, ¿no?

—Sí, sí. Ese mismo idiota. De haber sabido que era un grosero, lo hubiera dejado tirado en el pasillo como un vagabundo. Porque, además luce como uno —me arrepiento en seguida de mis palabras—. Ah, genial. Acabo de insultar a los vagabundos. ¿Puedo ser más despreciable?

—Livie, hiciste una buena acción y el universo te lo pagará.

—Oh, mamá, deja la ridiculez. Te hablo en serio.

—¿Y qué fue lo que te molestó de él? A ver. ¿Qué te hizo?

Le cuento todo a la mujer que me dio la vida y que está más pendiente de las bolsas que de mí.

—Fue vergonzoso, mamá. Ni siquiera me dijo buenos días, simplemente movió la cabeza como una lagartija. Y yo de tonta seguía hablando estupideces para ver si le sacaba aunque sea una palabra. Nada. Es decir, qué mala educación y falta de modales, ¿no crees? No lo soporto.

Mi madre se ríe por lo bajo.

—¿Qué es tan gracioso, madre?

—Lo infantil que suenas. Te gusta tanto que te molesta que él te sea indiferente.

—Oh, por favor —me río a leves carcajadas—. Ese hombre es tan raro que nunca podrá gustarme. Ni en un millón de años —miento.

—Sigue diciéndote eso. Quizás te lo creas.

Me le quedó viendo cómo se burla de mí riéndose para ella misma.

—Tampoco te soporto a ti, madre —me retiro a mi habitación mientras ella empieza a cantar una canción de amor para molestarme.


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Oliver llama a mi habitación con una ofrenda de paz: un gran helado de vainilla y una copa de vino.

—Lo siento, Livie. No pude compensarte con el desayuno. Y pensé que podríamos hablar un rato mientras esperamos esa loca comida de mamá.

—Sólo te dejo pasar porque traes mis dos cosas favoritas en el mundo entero.

Sonríe provocando un buen humor en mí. Se sienta en la esquina de mi cama abriendo el helado y derramando un poco de vino adentro.

—¿Cómo estás? ¿Qué harás? ¿Ya lo has decidido? —Me pregunta para luego pasarme el helado cuando me siento a su lado.

—Bastante desocupada. Cobrar mi gran cheque, lo que por cierto, encuentro muy anticuado, quiero decir, ¿acaso es difícil una transferencia bancaria? Malditos impuestos. Y todavía no lo sé —respondo sus tres preguntas mientras me llevo un gran bocado de helado con vino a mi boca.

—Estuve hablando con mis amigos anoche y me dieron algunas ideas.

—Yo nunca le he agradado a tus amigos. Así que, sus ideas son mierda de toro para mí.

Desastre De AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora