Capítulo 7

146 14 16
                                    

Thomas


La caminata de vuelta al edificio se vuelve silenciosa. No creo que se coma toda la basura que le impuse.

Cuando llegamos al elevador, la observo para leerla, pero no hay nada que pueda leer porque ella está mirando fijo la puerta ahogada en sus pensamientos.

El juego de las preguntas sí que la ha puesto a pensar. Yo no tengo que pensar tanto, simplemente no quiero amor. Jamás volvería a sentir amor por alguien así como amé a Cassie. Es imposible. Además de que lo he prometido en su tumba.

—¿Un centavo por tus pensamientos? —Le pregunto.

—Pienso qué voy a hacer con toda la basura que compré.

—Comerla.

Ella me mira con incredulidad irónica.

—Oye —digo ahora juntando mis cejas—. ¿Acaso nosotros en el supermercado nos pusimos de acuerdo a tener sexo?

Ella levanta las suyas y empieza a sonreír. Su sonrisa me encanta de tal manera que debo mirar a otro lado para no besarla ahora mismo.

—No, Thomas —responde—. No lo creo.

—Oh... entonces, ¿qué fue lo que hicimos?

—Charlar. Conocernos.

—Ciertamente, no somos amigos, ¿o sí?

—Tampoco lo creo.

—¿Crees que deberíamos serlo?

—Una amistad no nace así.

—A según tú, ¿cómo nacería?

Se abre el elevador y salimos.

—Yo... eh, no. No lo recuerdo.

—¿No tienes amigos? ¿Nunca los has tenido?

—El burro hablando de orejas.

—Mi caso es diferente. Ya no tengo amigos porque no quiero tenerlos, Olivia.

—Bien por ti —se dirige a su apartamento.

—Tú no los tienes porque no tenías tiempo para ello. Pero ahora tienes tiempo suficiente debido a que estás desempleada.

—Bueno, ¿cuál es tu problema, hombre? ¿Por qué de pronto quieres tenerme como amiga?

—¿Por qué no?

¿Por qué mierda estoy teniendo esta conversación con esta mujer?

—Oliver trata de ser tu amigo, ¿por qué a él no le das la oportunidad de serlo?

—A Oliver no lo encuentro atractivo. En cambio, a ti...

Ella se frena al abrir la puerta. Sus enormes ojos no se apartan de mi mirada. Su respiración empieza a acelerarse, solo un poco, suficiente para saber que mis palabras le han afectado.

—De ti sí puedo sacar provecho porque nos pusimos de acuerdo que estábamos disponibles para tener sexo. Para una persona tan liberal como tú, es raro que no lo quieras aceptar —digo—. Nos vemos —agrego entrando al otro apartamento y luego cierro la puerta.

He perdido mis métodos sociales hace mucho que ya no sé cómo interactuar con otra persona que no sea el psicólogo. Sé que lo que he dicho, ha sido una mierda, pero no tengo idea de cómo manejar lo que Olivia despierta en mí y es como si ya mis filtros se hubiesen desvanecido.

La puerta se abre de pronto y volteo a ver que es ella quien lo hecho. Está hecha una furia. Sus mejillas están rojas y tiene sus cejas juntas manteniendo una postura firme y demostrando así que nadie puede hacerla doblegar.

Eso me gusta.

—La amistad no es para sacar provecho de nadie. La amistad nace cuando haces algo amable por otra persona y si piensas que mi hermano no lo ha sido contigo, entonces eres un hijo de perra. Él te ha dado un techo donde quedarte, estoy segura que eso es una buena razón para que dejes de ser tan mal agradecido y empieces a valorar lo que tienes y a la persona que te lo ha dado.

Encuentro su actitud protectora y leal a su hermano muy graciosa, sin embargo, logro mantener mis risas dentro de mí.

—¿Eres la chaperona de tu hermano o algo? Sí sabes que no estamos en el jardín de infantes, ¿cierto?

—¡Eres un patán! —Suelta y azota la puerta entrando de una vez.

—¿Por qué estás tan enojada?

—¡Me llamaste mujerzuela, idiota! ¡¿O es que no escuchas las palabras que salen de tu boca?!

—Siempre he pensado que Mujerzuela es un término muy desagradable. Tú dijiste en el supermercado: «hago lo que quiera y se lo hago a quien yo quiera». ¿Lo olvidas? Yo no recuerdo que Mujerzuela haya salió de mi boca. Aunque, ahora que lo pienso bien, yo quizás...

Siento mi mejilla caliente de pronto.

Ha sido una bofetada que he recibido de su parte, lo que me ha enfurecido a la par de ella. Sin embargo, lo que me enfurece más es que está tan cerca de mí que puedo olfatear su aroma delicioso a flores del campo.

Eso me excita.

Se ve tan hermosa cuando está enojada que no aguanto más y la tomo en mis brazos rodeándola por la cintura. No le doy oportunidad de que se mueva porque ya mis labios están en los suyos que son tan suaves y deliciosos.

Ella intenta librarse de mí pero la desesperación por la libertad se va poco a poco a medida que el beso sigue aumentando.

Sus labios son tan suaves que me maldigo por no besarla antes. Su aroma es tan exquisito para mí que prefiero vivir de ello, y su manera de besarme es tan apasionada que me hace revivir por dentro. Todo lo que alguna vez sentí por Cassie está latente, a flor de piel.

Lo voy sintiendo. Sí. Es lo que me temía. Maldita sea, es tan bueno. 

De pronto ella me empuja y vuelve a abofetearme muy fuerte.

—¡Patán! —Exclama ella y simplemente se marcha a su apartamento totalmente enojada e insatisfecha.

Sonrío abiertamente.

Eso sí que no. No me va a dejar como si yo fuese el villano.

La sigo y abro la puerta de su apartamento encontrándola caminando de un lado a otro con sus manos a las caderas.

—¿Acaso te ofendí al decirte que te encuentro atractiva? —Le pregunto.

—¿Por qué me besaste? —Pregunta furiosa viendo mi sonrisa—. ¿Por qué decir que estás atraído a mí? Si a veces das la impresión de que yo ni te gusto. Y ofenderme de esa manera...

—No es que no me gustes, Olivia —suelto interrumpiendo mientras mi sonrisa se desvanece y voy sintiendo que viene una confesión que no pensé que me saldría, pero por ella soy capaz de confesar todos mis pecados—. El problema es que me gustas tanto que no quiero correr ese peligro de que me gustes más que a... No quiero que nadie me guste. Nadie. Yo sólo... —sin darme cuenta me cierro cruzando mis brazos a mi pecho mirando al suelo.

Yo sólo he amado una vez. A Cassie. Así será siempre.

¿Por qué tuve que abrir la boca? Maldición. De nuevo todo vuelve a mí como si hace un segundo atrás ha sucedido lo que me persigue cada vez que cierro los ojos.

Oh, Cassie, ¿por qué todo es más difícil de sentir cuando no estás? Dime porqué me gusta esta chica. No es como tú. Nada como tú. Nadie es como tú.

—¿Tú sólo qué? —Pregunta ella esperando mis continuas palabras teniendo una expresión más compasiva, incluso se acerca un paso a mí.

Levanto la mirada a la suya que me consume como un ardiente fuego.

—Yo sólo... debo irme.

Y me retiro de su vista antes de hablar más de la cuenta.

Desastre De AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora