Capítulo 30

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Olivia


Han pasado dos días desde que Oliver se enteró de todo y todavía sigue enojado conmigo, no ha querido regresar a su trabajo todavía y ni se diga de lo enojado que está con Thomas. Éste último ha estado al margen de todo.

Lo peor es que Frederick no sabe nada y sale a relucir en mi conciencia la clase de persona que soy al engañarlo el mismo día que acepté ser su novia.

No sé cómo decirle todo y es preferible que por ahora nada se sepa. ¿Para qué alborotar el avispero?

Soy una terrible persona.

Salgo de mi habitación con mi carpeta de diseños en una mano y retazos de telas colgando del antebrazo, pues voy a ver a Frederick para enseñarles lo que he hecho porque me ha insistido bastante en que se los dé hoy, me dijo lo de siempre: que tal vez éstos diseños sean los que me devuelvan mi empleo y toda la cosa, sinceramente ya no estoy tan esperanzada en obtener de vuelta mi empleo, ahora que he vivido todo este núcleo de emociones que me han abierto los ojos a que posiblemente yo vivía en una burbuja sin experimentar nada más que trabajo. Ahora que estoy desempleada, me siento un poco libre, la verdad.

Al cerrar la puerta de mi cuarto, para mi sorpresa, me encuentro a Clint en mi cocina arreglando el grifo del fregadero.

—Hola —me saluda incómodo poniéndose erguido—. Grace me dijo que tu fregadero estaba tapado, pero ya está como nuevo.

Observo sus incómodos movimientos buscando maneras de devolver sus herramientas en su lugar.

De seguro este hombre ha pagado por todo lo que hizo y sabe de sufrimiento.

Él nota que estoy clavándole mi mirada fija.

—¿Puede hacerte una pregunta, Clint? —Me acerco a la barra de la cocina.

Él, nervioso, se limpia las manos asintiendo.

—Por supuesto, Olivia. Amo las preguntas y amo responderlas —contesta sin abandonar sus nervios, vamos, es la primera vez que me dirijo personalmente a él, de seguro está que se caga el pobre hombre.

—¿Qué haría que un hombre no vuelva a experimentar el amor otra vez?

Él no responde mi pregunta al instante, en realidad, cambia su nerviosa expresión a otra sospechosa. Deja el pañuelo sucio encima de la caja de herramientas y me dedica una sonrisa diminuta.

—Quizás ese hombre experimentó la parte desastrosa del amor y no quiere volver a pasar por eso.

—¿Una tragedia como la muerte de alguien amado haría que ese hombre se vuelva un desastre con el amor?

Levanta sus cejas y se acerca a la barra que divide el espacio entre nosotros de la cintura para abajo.

—Olivia —dice conectando sus ojos con los míos—. A veces el espíritu de un hombre no es suficientemente fuerte para superar las tragedias del pasado —asegura—. Tal vez, este chico, ha perdido su espíritu a lo largo del camino. O quizás, nunca lo tuvo en primer lugar.

Sus palabras me llegan, no tanto por lo que ha dicho, sino porque es lo mismo que yo pensé y le comuniqué a Thomas cuando estábamos en su auto. Ciertamente, soy hija de este señor. Tenemos casi la misma manera de pensar. Maldigo esos genes.

—Gracias por contestar... —le agradezco alejándome de la barra—. ¿Sabes algo, Clint? —Regreso—. No me agradas —confieso y él agacha su mirada—. Pero al fin y al cabo, ¿quién soy yo para criticarte o juzgarte?

Desastre De AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora