Capítulo 27

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Al llegar a mi apartamento, Frederick se despide de mí con un beso que para él seguro ha sido apasionado. Se lo permito pensar así porque de verdad es un buen sujeto que se ha portado como todo un caballero conmigo.

—Mañana paso por ti para llevarte a un lugar especial, ¿de acuerdo? —Me dice con suavidad y ternura.

—Claro —susurro acariciando su pecho intentando volver a ser la seductora chica que algún día fui.

—¿Estás segura que te encuentras bien? No me gustó que volvieras al restaurante con esa expresión en tu cara. Te veías muy triste.

—Te dije, Thomas es mi amigo y que me contara lo que le sucedió con su hermano, me hizo entristecer un poco. Eso fue todo. No tienes de qué preocuparte.

Me va a crecer la nariz.

—Bien. Si tú lo dices —vuelve a besar mis labios—. Nos vemos mañana. Descansa.

Lo veo irse al elevador y subo mi mano a la altura de mi pecho despidiéndome y él me sonríe con ese encanto hasta que el elevador se cierra.

Suelto el aire y voy directo al departamento de Oliver para hablar con mi madre. Pues este tiempo ella y Clint han vívido allí para tener más privacidad. Lo cual me benefició porque he podido hacer diseños con tranquilidad sin oler inciensos, ni ver animales disecados convertidos en dioses, ni comprar extrañas cenas, ni encontrarme accidentalmente a mis padres riéndose y metiéndose mano en el sofá como dos adolescentes enamorados. Y como Oliver vuelve por dos días y luego vuelve a irse, es la mejor solución hasta ahora.

—Mamá —la llamo al entrar y ella sale de la habitación de huéspedes sosteniendo una estatuilla de Buda en sus manos.

—Querida, estoy a punto de meditar. Ya voy a encender el incienso. ¿Quieres hacerlo conmigo? —Pregunta dejando el Buda en la barra de la cocina.

—No, gracias. No creo en el adorable gordito pacifista.

—Oh, cariño. Tú no crees en nada.

—Y tú, contradictoriamente, crees en todo. Hasta ahora has sido, católica, cristiana evangelista, mormona, incluso te convertiste al judaísmo por un mes para acostarte con un rabino y, ahora eres budista.

—No olvides que primero que todo creo en la astrología.

—Claro, cómo olvidarlo. Pasaste dos años adivinándole el futuro a extraños en una plaza como su fueses gitana sólo porque viajaste con un circo por unas semanas. Desde entonces has perdido la cabeza. Te contradices a ti misma con tantas ideologías religiosas. No tienes fe en nada. Al fin y al cabo, no crees en nada que no sea en ti misma y tus locos caprichos. Eres como una prostituta de las religiones, mamá.

—Típica sagitario sin filtro que no le importa herir los sentimientos de nadie. Lo único que te falta es sacar la aventurera que llevas dentro y verás que así caerán todas tus piezas en su lugar, cariño.

—Basta. ¿Estás sola?

—Clint está trabajando. Sí.

—Bien, tengo que contarte algo.

—¿Te devolvieron tu trabajo?

—Ojalá. ¿Adivina a quién vi?

—¿A ojitos del  Caribe? —Sonríe abiertamente.

—¿Cómo lo adivinaste a la primera?

—Los dioses están conmigo, cariño. Cuéntame. ¿Te vio también?

Desastre De AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora