Capítulo 4

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Thomas



Observo a Olivia que va por el octavo trago de Bourbon. La pobre ha tenido un mal día.

—Yo dejé que pasara —dice ella continuando con su historia de su trabajo arrastrando un poco las palabras—. El coqueteo discreto, las miradas estúpidas, la mini falda... los tragos. No puedo creer que me he quedado sin trabajo. Yo le dí mi vida a esa perra de Mona. Llegué a esa compañía a los dieciocho como interna y no me pagaron una mierda por todo un año —suelta un hipo.

Necesita desahogarse. Pero no pensé que quisiera emborracharse. La cagué.

Como siempre.

—Sabía que debía hacer algo para destacar, así que le mostré mis diseños a otra socia de la compañía y Frederick me dio un ascenso bien pagado. Ahora perdí todo. ¿Sabes lo mucho que me costó ser alguien en este jodido mundo de la moda? Tuve la osadía de presentarme en Nueva York a los diecinueve como diseñadora en cargo y trabajar con un propio equipo directamente, a pesar de ser jodidamente frustrante. ¿Sabes la semana de la...? —Hipo—. ¿...moda en Nueva York? ¡Bueno, esa! Desde entonces he sido bien pagada pero Mona es una maldita vieja envidiosa que ahora arruinará mi reputación por ese estúpido enamoramiento que tiene con Frederick que en mi opinión, ¡es muy joven para ella! —Hipo—. Es un buen sujeto que me trató con respeto todos estos años y que me ha demostrado ser un verdadero profesional aunque sea puesto en su cargo por su padre...

Habla y habla sin parar y ahora va por su noveno trago. Estoy seguro que ya esta ebria, así que mejor la detengo ahora antes de que se me desmaye. Además, ya me cansé de oír acerca de ese sujeto.

—De acuerdo —la interrumpo—. Creo que es mejor dejar el Bourbon.

—Espera, pero tú no bebiste nada.

—No. Yo bebo solamente un día al año. Quise darte una manera de demostrar gratitud por lo de ayer y para levantarte el ánimo. Pero como siempre, no soy bueno en ello, nunca he sido bueno en ello, así que mejor te llevo a que descanses.

—Espera, pero no sé nada de ti. Yo te conté de mi trabajo, no es justo.

—Vamos —me levanto del sofá y la sostengo por el brazo para llevarla sintiendo una increíble sensación en mi pecho.

Estar tan cerca de ella y sujetarla se siente tan jodidamente bien.

—Oye, no me mandes —se suelta de mi agarre y yo sonrío por dentro; ella empieza a caminar tambaleándose y buscando muros donde no los hay.

Me arreglo para llevarla a su apartamento tratando de que lo que siento no interfiera en mi decisión de cuidarla. Ahora su apartamento luce distinto, está decorado de forma diferente de como lo había visto ayer. Tiene muchas cosas bohemias y de estilo hippie. Supongo que ella no está enterada de ello. Y lo compruebo cuando en su cara se encuentra la de una fiera sorprendida.

—¡Mamá! —Grita dando zancadas a la cocina.

Sale la mujer pelirroja con unos andrajos amarillos y rojos lanzando agua con una campana.

¿Qué carajo?

—Querida, estoy haciendo una limpieza espiritual. Espero que no te moleste.

—¡¿Que no me moleste?!

Cierro la puerta y me largo cagando leches de allí antes de escuchar líos privados.

Lo cierto es que quise entablar una conversación con ella, pero supongo que no fue el momento ideal. Pensé que íbamos a hablar de manera amena. Es mejor así y por lo que escuché, ella está con ese tal Frederick, así que mejor me aparto de su camino, el cual era mi principal objetivo que no entiendo porqué se ha volteado al escucharla y verla nuevamente.

Desastre De AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora